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Miguel Rocha Vivas - Universidad del Valle

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96<br />

I Literatura camëntá<br />

Cuando el hermano mayor llegó <strong>del</strong> trabajo, el menor se encontraba<br />

muy triste, y al preguntarle aquel por la comida no le contestó, sino<br />

que permaneció en silencio.<br />

Sospechando la causa de su mutismo, el hermano mayor lo reprendió<br />

ásperamente y lo obligó a tenderse boca arriba, fuera de la casa,<br />

con el fin de que expiara su culpa. Al poco tiempo empezaron a pasar<br />

por encima de su cuerpo tigres, osos, serpientes, hormigas y toda clase<br />

de animales. Por último pasó un horripilante insecto cuyas punzantes<br />

patas no resistió, por lo cual agarrándolo con violencia lo arrojó lejos<br />

de aquel lugar. Nuevamente regresaron los animales y empezaron a<br />

pasar otra vez por encima de su cuerpo, arrancándole cada uno un pedazo.<br />

Cuando solamente le quedaba la cabeza, le decía a su hermano:<br />

–¡Recógeme, recógeme!<br />

El otro, para que no lo molestara, lo recogió de allí y lo arrojó al<br />

río; pero muy pronto se apareció de nuevo en la casa repitiendo las<br />

mismas expresiones. Finalmente, dijo a su hermano mayor:<br />

–Si quieres acabar conmigo, méteme en tu preciado tambor y me<br />

lanzas al mar.<br />

Su hermano aceptó la petición al instante.<br />

Metido en el instrumento musical fue a salir a una orilla donde<br />

moraban mujeres de color negro, quienes al ver el tambor lo sacaron<br />

y abriéndolo encontraron en su interior un niño muy hermoso al que<br />

llevaron a su casa para criarlo.<br />

Con su crecimiento precoz el niño llegó pronto al uso de razón.<br />

Él mismo cogía lo que necesitaba para subsistir. Las negras veían que<br />

el niño, después de tomar los alimentos, evacuaba oportunamente,<br />

mientras ellas por carecer de ano solo podían aspirar vapor. Cuando<br />

ya estaba joven las negras le solicitaron [que] les abriera el orificio anal,<br />

pero él se negó arguyendo que ponía en peligro sus vidas. Ante tanta<br />

insistencia les abrió el ano. Algunas se curaron, pero otras murieron.<br />

Un día encontró un caminito brillante. Para informarse de quién<br />

pasaba por allí, armó una trampa y luego se fue a la casa. Allá la matrona<br />

le preguntó:<br />

–¿Qué haces afuera?<br />

El joven respondió:<br />

–Nada.<br />

Tarde de la noche escuchó un grito lastimero proveniente de la otra

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