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Miguel Rocha Vivas - Universidad del Valle

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234<br />

II Literatura nasa<br />

–¿Estás muerto?<br />

El conejo respondió:<br />

–So gran pendejo, ¿acaso me ves muerto? Se levantó y se fue.<br />

Había avanzado solo unos metros cuando notó que algo raro le<br />

pasaba; se buscó en todo el cuerpo hasta que se dio cuenta [de] que le<br />

faltaba la cola.<br />

(Plaza, 1994: 29-30)<br />

el cuento <strong>del</strong> mohano pícaro 1<br />

Esta es de esas historias que han pasado de boca en boca y también<br />

es de las más conocidas. Se supone que mi bisabuelo le contó a<br />

mi abuelo, y este le contó a mi papá y mi papá me contó a mí. Fue en<br />

una ocasión por allá por los lados de Siberia en el camino de Pueblo<br />

Nuevo, a eso de las tres de la mañana; es que en esa época y ahora toca<br />

madrugar mucho para ir a comprar sal.<br />

Como todos los hombres de la familia, a mi bisabuelo le gustaba<br />

el tragüito. Ya por allá a eso de las cuatro de la tarde se encontró con<br />

1. Se trata <strong>del</strong> célebre encuentro entre el zorro de arriba y el zorro de abajo, tema<br />

que inspiró la novela <strong>del</strong> peruano José María Arguedas, quien tradujo <strong>del</strong> quechua el<br />

manuscrito colonial Dioses y hombres de Huarochirí. En este podemos hallar una antigua<br />

versión de un relato afín, recogido de boca de narradores de la sierra norcentral peruana.<br />

Huatiacuri, un hombre muy pobre, se queda dormido en el camino ascendente, y<br />

entonces escucha lo que conversan dos zorros que se encontraron: uno venía de arriba y<br />

otro venía de abajo. El zorro que baja le revela al de abajo la manera de curar a un hombre<br />

que se creía huillca (dios local), pero que agonizaba a causa de la secreta infi<strong>del</strong>idad<br />

de su mujer. Tras despertarse, Huatiacuri marcha hacia donde el supuesto huillca, y a<br />

pesar de las burlas que genera por su aspecto y pretensión, descubre a dos serpientes y a<br />

un sapo de dos cabezas, quienes le causaban la enfermedad, escondidos arriba y debajo<br />

de la casa. Tras expulsarlos y evidenciar la infi<strong>del</strong>idad, el enfermo se cura. Huaticuri se<br />

une con la hija de su paciente, aunque antes es puesto a prueba por el soberbio esposo<br />

de la hermana mayor.<br />

En el presente relato los perros grandes, sin cola y buscadores de gallinas, son semejantes<br />

a los zorros, y aunque no revelan una medicina sí dan un buen susto al borrachito<br />

médico tradicional. El narrador alude al mohano pícaro –quizás uno solo pero partido<br />

en dos–: personaje truculento y nocturno, como los mohanes <strong>del</strong> Tolima, el Huila y<br />

el altiplano cundiboyacense. La medicina revelada por animales nocturnos, a los que<br />

casualmente escucha un hombre pobre, es el tema de versiones próximas, como las quechuas<br />

entre los ingas de Colombia («Juan Potochil»), y versiones lejanas, como las de los<br />

cuentos tibetanos («El muchacho que nunca había salido de la casa materna» en Cuentos<br />

y leyendas <strong>del</strong> Tíbet, 1996). El relato nasa aludiría a nociones <strong>del</strong> territorio tradicional<br />

asociadas con el manejo y concepto vertical de los pisos térmicos.

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