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Miguel Rocha Vivas - Universidad del Valle

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244<br />

II Literatura nasa<br />

memoria y contaban estas historias a sus hijos, que al igual que sus<br />

padres la contaron a sus hijos, y así sucesivamente hasta hoy, no la<br />

conoceríamos.<br />

Cuentan entonces los que se acuerdan que en Lame vivía mucha<br />

gente, gente muy trabajadora. Una de las compañeras de la comunidad<br />

tenía varias hijas; una de ellas era muy perezosa y como toda perezosa<br />

no le gustaba hacer oficio, ni tampoco que la estuvieran mandando,<br />

a ella solo le gustaba bañarse todo el día. Porque perezosa podía ser,<br />

pero cochina jamás.<br />

El cuento de andarse bañando le gustó tanto que cada día pasaba<br />

más tiempo en el río que en su casa y poco a poco dejó de volver a la<br />

casa; de vez en cuando visitaba a la mamá. Esta hija de tanto estar en<br />

el agua se convirtió en serpiente y para poder vivir se dedicó a comerse<br />

a la gente de la comunidad que de vez en cuando pasaba por esos lares.<br />

Así pasó el tiempo y la gente se acostumbró a que la hija desapareciera,<br />

hasta que un día, cuentan, estaba el cura haciendo misa y mientras<br />

tanto la culebra se había enroscado alrededor de la iglesia, y mandando la<br />

cabeza a la puerta se los tragó a todos como si fueran mosquitos. Y empezó<br />

a huir, como a la mamá no le hacía nada esta le pegó con el khas-wa’t<br />

(vara en la que se coloca la mano para hilar) o puchicanga.<br />

Unos instantes después solo quedaba la huella por donde subía la<br />

culebra. Los mayores aconsejaron hacer una trampa con guadua, la<br />

pusieron en el camino de la culebra y muy cerca de la trampa dejaron<br />

a un loco.<br />

La culebra, al subir, cayó en esa trampa y quedó partida en tres<br />

pedazos; dicen que esos pedazos cayeron en diferentes partes <strong>del</strong> río<br />

Moras.<br />

Los pescadores que tienen oídos sensibles cuentan que oyen a la<br />

culebra decir:<br />

–Ojalá estuviera loca, ojalá tuviera cuerpo, ojalá tuviera cabeza.<br />

En memoria de esta culebra hasta hoy día se les dice a los que viven<br />

en Lame, lamenu o lamenu ul pe’ya («lameños sobraos de culebra»).<br />

(Plaza, 1994: 32-33)<br />

la culebra 1<br />

Cuentan los abuelos que sus abuelos les habían contado que sus<br />

abuelos les habían dicho, que hacía mucho pero mucho tiempo en el

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