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Miguel Rocha Vivas - Universidad del Valle

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214<br />

I Literatura misak-guambiana<br />

cuándo vendrían los niños. Amanecía el domingo y ya estaba clareando,<br />

era una mañana silenciosa. Dicen que de pronto empezó a hacer<br />

un viento frío. Y antes de amanecer, arriba muy adentro en la montaña,<br />

se escuchó el resquebrajar de árboles y un gran ruido. Era un<br />

derrumbe que venía.<br />

Junto con este venían grandes piedras cayendo por la cañada, que<br />

al golpearse entre sí producían un suave sonido de tambor que hacía<br />

eco entre los cerros. Y en las orillas <strong>del</strong> río se quebraban plantas de<br />

flauta y chusque por las que entraba el viento silbando, creando un<br />

bello sonido de tonos altos y bajos, como el que se escucha cuando dos<br />

personas tocan flautas; y, con el tambor, estas dieron inicio a la música<br />

de flauta y tambor. Junto a ellos se escuchó también el llanto de los<br />

niños, que venían acompañados de esa melodía.<br />

Ese mismo domingo, ya casi de día, esperaban atentos cuando de<br />

pronto, bien envuelto en un hermoso chumbe de colores, venía un<br />

niño llorando sobre bejucos que simulaban una balsa flotando en el<br />

pishau, la basura <strong>del</strong> agua cristalina que corría rápidamente con la presión<br />

<strong>del</strong> derrumbe.<br />

Como lo estaban esperando, rápidamente lo enlazaron con los rejos<br />

que habían alistado. Y al sacarlo vieron una hermosa niña que llenó<br />

de alegría a Mama Chuminka. Atrás venía el otro, que era un niño. Lo<br />

sacaron rápidamente, antes que bajara el gran derrumbe y lo tapara.<br />

Tan pronto lo sacaron pasó el agua sucia con olor a sangre armando<br />

un gran estruendo.<br />

Venía atardeciendo el mismo día. Era el día de llevar los animales<br />

a beber en el salado. Por el valle era verano y estaba el sol ardiente;<br />

arriba en el kausrɵ caía un fuerte páramo con viento. Sobre la mezcla<br />

<strong>del</strong> viento con el páramo volaban miles y miles de utsɵlekilli o tiusilli,<br />

pájaros que daban vueltas y vueltas danzando en forma cónica, como<br />

un remolino de viento, y entre ellos iba uno que los guiaba y dirigía<br />

los movimientos de la danza. Y lo hacían en honor a los niños que<br />

acababan de llegar porque ellos llegarían a ser los grandes dirigentes<br />

kasik.<br />

También salieron dos grandes arcos de lindos colores para acompañar<br />

a los niños recién llegados. Esos arcos salieron como buen<br />

augurio para el futuro. Observándolos siempre y por siempre, las generaciones<br />

vivientes harían sus atuendos: los hombres los sombreros

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