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Miguel Rocha Vivas - Universidad del Valle

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–Se vinieron al ataque.<br />

Juan Tama con esa serenidad que lo caracterizaba, serenidad que<br />

solo la da la sabiduría, mandó a traer la boleadora, pero el <strong>del</strong>egado<br />

cuando llegó por ella solo se encontró con una serpiente y de las bravas,<br />

tuvo miedo y se devolvió. Juan Tama le dijo:<br />

–Esa misma es. Ve y tráela.<br />

Mientras esto sucedía se acercaban más y más los pijaos, cada minuto<br />

que pasaba eran metros que ganaban los pijaos con su grito de<br />

ataque. Una vez que Juan Tama tuvo la boleadora en sus manos, le dio<br />

dos vueltas y la soltó, esta se fue haciendo un ruido como el <strong>del</strong> trueno<br />

y cayó una granizada tan fuerte que solo se salvó un pijao, que al verse<br />

solo se devolvió cantando muy triste.<br />

Al final Juan Tama señaló a los nasa las siguientes leyes:<br />

No pasar la tierra a manos de extraños.<br />

Los nasa deben ser invencibles.<br />

No mezclar su sangre con otras sangres.<br />

No pelear entre la misma gente.<br />

Defenderse y responder ante cualquier agresión.<br />

Cuando Juan Tama murió fue llevado a la laguna que lleva su<br />

nombre, para no dejarse alcanzar de los españoles. Así es.<br />

(Plaza, 1994: 10-12)<br />

259<br />

4. Narrativas heroicas

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