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Miguel Rocha Vivas - Universidad del Valle

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166<br />

Andes meridionales<br />

disfrutando de las altiplanicies y de las lagunas, como hicieron los<br />

numisak, la gente original. Los que bajaron fueron los machos y las<br />

hembras, pulik (blanco) y yalik (negro) –que también eran el Pishimisak,<br />

repartido en dos y cuatro– porque había que poner orden, porque<br />

había que sentarse en el fogón y porque había que redondear la palabra<br />

de consejo, una, dos, tres, cuatro veces.<br />

La serpiente primordial bajó como el agua, por entre los ríos<br />

que se escurrieron de las lagunas fecundadas, por entre las estrellas<br />

que cayeron de la noche. Cuando bajaron se hizo de día; los<br />

hijos <strong>del</strong> agua fueron amaneciendo con la ayuda de los mayores que<br />

los iban rescatando y apadrinando. Los hijos <strong>del</strong> agua tomaron la<br />

forma de niños y niñas que venían envueltos en chumbes de colores.<br />

Venían flotando sobre ramas y bejucos o sobre espuma… Juan<br />

Tama venía muy fresco, aunque traía una avalancha detrás, y se<br />

cuenta que apoyaba cómodamente la cabeza en un libro que contenía<br />

los títulos de los resguardos: el libro era como su almohada. El<br />

héroe kogui Sintána nació en el mar, sobre la espuma. Wiracocha,<br />

deidad de los andes centrales, caminó sobre espuma cuando llegó<br />

a Manta, en el océano Pacífico; anunció entonces que se iba para<br />

volver. Los pastos creen que dos serpientes se encontraron a mitad<br />

de camino para ordenar el mundo: una venía de la costa Pacífica<br />

y otra venía <strong>del</strong> cerro de Gualcalá. «En Muellamués, Guachucal y<br />

Colimba aún permanecen muestras de agua salada y caliente <strong>del</strong><br />

mar, cuando estaba para acá su nicho, la arena, las conchas de caracoles»<br />

(Mamián, 1996: 31). El inca –quizás Pachacuti Inca– habría<br />

hecho llevar arena <strong>del</strong> mar a la plaza sagrada <strong>del</strong> templo principal<br />

de Machu Picchu; también se encontró arena en la plaza bipartita<br />

<strong>del</strong> Cusco, «en donde olía a mar». La cabeza <strong>del</strong> Inkarrí se hundió<br />

bajo tierra. No obstante, los comuneros quechuas dicen que reverdecerá,<br />

y será el tiempo <strong>del</strong> pachakuti: el revolcón que dejará lo de<br />

arriba abajo y lo de abajo arriba.<br />

Dos ancianas sabias, que podían tornarse en perdices, se encontraron<br />

a mitad de camino para hacer «la danza <strong>del</strong> tiempo, el espacio y<br />

el poder». Una era blanca y otra era negra. Una venía <strong>del</strong> Ecuador, al<br />

oriente y arriba, y otra de Barbacoas, al occidente y abajo. Las «ancianas<br />

aves» buscaban el centro <strong>del</strong> espacio y el tiempo para crear o recrear<br />

el mundo, el territorio; para decidir sobre el espacio y el tiempo

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