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Miguel Rocha Vivas - Universidad del Valle

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Andes meridionales<br />

(Tawantinsuyu), podrían otorgar algunas pistas sobre las evidentes<br />

relaciones entre muchos de los personajes mitológicos <strong>del</strong> sur de Colombia<br />

y el norte <strong>del</strong> Perú. En el estudio de las relaciones Llibian-Libiac-Catequil<br />

–y más allá de los siempre difíciles difusionismos– debe<br />

tenerse en cuenta la importancia presencia <strong>del</strong> rayo-trueno-relámpago<br />

en las cosmovisiones originarias de los Andes. Es muy probable que<br />

otros relatos andinos recurrentes hayan llegado a América por boca<br />

de los españoles y los afro-originarios. En los Andes, versiones <strong>del</strong><br />

relato sobre el hijo <strong>del</strong> oso se encuentran desde Chile y Argentina hasta<br />

Colombia y Venezuela, pero tal difusión no garantiza que el ciclo<br />

temático básico sea de origen nativo. En cuanto a los pijaos, algunos<br />

misak-guambianos han dicho que fueron confundidos con los pishau,<br />

los gigantes originarios de los ríos que «guardaron la tradición arriba»<br />

y se escondieron de los españoles para evitar «la sal <strong>del</strong> bautizo», cual<br />

los mohanes <strong>del</strong> sur <strong>del</strong> Tolima. En respuesta podría argumentarse<br />

que los pishau no atacarían a sus descendientes. En cualquier caso, los<br />

relatos nasa y misak sobre los pijaos parecen coincidir con pugnas históricas<br />

que se libraron entre grupos étnicos en las vertientes y partes<br />

altas de la cordillera Central.<br />

Un buen ejemplo de las peleas entre dioses y hombres hace parte<br />

<strong>del</strong> ciclo de relatos misak-guambianos sobre la pareja de dueños <strong>del</strong><br />

agua. Mientras uno de los dueños <strong>del</strong> agua vive entre los guambianos<br />

lo llaman Palei; pero al irse a lo alto lo llamarán Srepalei. Un grupo de<br />

personas –o un hombre, depende de la versión– le roba la vara con la<br />

que produce los temibles rayos y truenos. La clavan en una calabaza<br />

(kel o «mejicano») de donde no puede sacarla, por lo que tiene que rogar<br />

que se la devuelvan. Lo hacen a cambio de que se vaya lejos o que<br />

simplemente deje de hacer tantos daños. Srepalei (o Srekɵllimisak) a<br />

veces derriba árboles para que la gente no siga subiendo al páramo;<br />

pero la escasez de tierras impulsa a que muchos indígenas «colonicen»<br />

el territorio de los dueños <strong>del</strong> agua. Al final Srekɵllimisak es arrojado<br />

a las tierras bajas por Kɵsrɵkollik, su oponente, quien desde entonces<br />

se queda en el páramo.<br />

Como se ha indicado en un texto de Luis Guillermo Vasco (1998)<br />

el mejicano o kel simboliza el ombligo, pues este tipo de calabaza se<br />

va ramificando a partir de sus nudos. El tema de la vara (lanza o espada)<br />

clavada en el centro <strong>del</strong> mundo (piedra, montaña) es clave en

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