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Miguel Rocha Vivas - Universidad del Valle

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340<br />

I Literatura pijao<br />

Compró una libra de cera de abejas y la ablandó. Hizo un muñeco con<br />

los brazos abiertos y le puso en cada mano unos bizcochos.<br />

Lo cogió y lo llevó hasta la arrocera, lo paró en una piedra donde<br />

llevaba el corte comido el conejo. La viejita se fue por la tarde para<br />

regresar al otro día por la mañana.<br />

Y mientras iba para la casa se sentía muy contenta porque ahora sí<br />

había agarrado al que le estaba robando el arroz.<br />

Cuando llegó el conejo a medianoche a la arrocera, vio ese muñeco<br />

ahí parado, se le acercó y le dijo:<br />

–Oiga negro, ¿que hace usted aquí? –y el muñeco no le contestaba.<br />

–Oiga negro, regáleme bizcocho –y el negro no le contestaba.<br />

Al ver que ese negro no le contestaba se puso muy bravo y le gritaba:<br />

–Oiga negro, si no me regala un bizcocho le pego un puño… ¡pero<br />

contésteme!<br />

Y el muñeco ahí sin decirle nada. Por fin el conejo no se aguantó<br />

más y sacó la mano y le pegó un puño, y se quedó pegado de una vez.<br />

Y furioso le gritaba el conejo:<br />

–Negro, suélteme, suélteme negro. Si no me suelta le pego otro<br />

puño.<br />

Y el negro nada que lo soltaba… Entonces sacó la mano y le pegó<br />

otro puño, y quedó pegado también.<br />

–Negro, suélteme. Si no me suelta le pego una patada…<br />

Le dio la patada y quedó pegado <strong>del</strong> pie.<br />

–¡Suélteme si no quiere que le dé un mordisco! –y no lo soltaba.<br />

Le dio el mordisco y quedó pegado de la boca.<br />

Y toda la noche la paso ahí, pegado de ese muñeco y peleando con<br />

él para que lo soltara. Y así le amaneció.<br />

La viejita madrugó a asomar el arroz con un costal al hombro.<br />

Cuando vio al conejo le dijo:<br />

–¡Ah, gran pícaro! Ahora sí cayó, ¿no? Conque era usted el que<br />

se me estaba comiendo el arroz. Ahora sí se fregó, porque me las va a<br />

pagar todas juntas.<br />

–No viejita. Yo no soy el que se come su arroz. No más que yo pase<br />

por aquí y ese negro me cogió y no me ha querido soltar en toda la<br />

noche. Suélteme usted y se lo voy agradecer toda la vida.<br />

–Yo si lo voy a soltar –le contestó la viejita–, pero para meterlo en<br />

un costal.

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