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Miguel Rocha Vivas - Universidad del Valle

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126<br />

II Literatura inga<br />

–¿Por qué tantas pérdidas? Seguramente usted mismo se las habrá<br />

estado comiendo y vendiendo.<br />

–Yo no –contestó el peón–. Debe ser algún animal <strong>del</strong> monte el<br />

que ha de estar hurtándolas, y a mí me parece que ha de ser un conejo.<br />

Yo estoy cuidándolas bien.<br />

El patrón ya le había regañado tres veces, entonces el peón le dijo:<br />

–¡Présteme una pega-pega! Con esa yo lo cogeré.<br />

–¡Llévela, pues! –le contestó.<br />

El peón llevó la pega-pega, la puso en el camino por donde pasaba<br />

el conejo, y después de dejarla allí se fue.<br />

Después de un rato, el conejo llegó allí, y le dijo (a la pega-pega):<br />

–Buenos días, señor.<br />

Como no le contestara, el conejo se enojó y le dijo:<br />

–¡No me enoje! ¿No sabe quién soy yo? Si le pego con mi sola<br />

mano izquierda, lo traspasaré. ¡Entonces no se vaya a poner bravo<br />

conmigo, señor!<br />

Como viese que no le contestaba nada, el conejito cerró su puño y<br />

le pegó: ¡tas! Entonces se le pegó la mano.<br />

–¡No se haga nada, señor! –le dijo a la pega-pega–. ¡No me agarre!<br />

¡Suélteme!<br />

Como no le contestase nada, otra vez le dijo el conejo:<br />

–Ya estoy bravo. ¡No me agarre! Si no le pegaré otra vez, con la<br />

mano derecha.<br />

Dicho esto, le pegó nuevamente, y el resultado fue que también se<br />

le quedó pegada esa mano.<br />

–¡Ahora verá! –le dijo–. Ahora sí me ha enojado de verdad, señor.<br />

¡Verá! Voy a darle una patada con mi pie izquierdo; lo voy a patear<br />

hasta que muera. ¡Verá quién soy!<br />

Dicho esto, le dio una patada con el pie izquierdo, el cual también<br />

se le pegó en el lugar donde lo golpeó.<br />

Con esto, el conejo se puso mucho más bravo, y le dio una patada con<br />

el otro pie, el cual se le pegó también. Por lo cual le dijo a la pega-pega:<br />

–¡Verá! Ahora voy a pegarle con mi frente.<br />

Pero cuando le pegó, la frente también se le pegó.<br />

–¡Bueno! –le dijo–. Ahora verá; ¡espere! Ahora voy a morderlo.<br />

Pero cuando abrió la boca para morderla, la piel de la cabeza donde<br />

había puesto la boca, también se le pegó.

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