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Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_

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diferente. He aceptado <strong>que</strong> metieras en casa este horrible árbol rojo, he obligado al niño a<br />

<strong>que</strong> escriba tus absurdos deseos para decorar<strong>lo</strong>, pero no voy a claudicar en cuanto a <strong>lo</strong> <strong>que</strong> a<br />

la educación de Flyn concierne. Tú eres mi novia, me has propuesto acompañar a mi<br />

sobrino cuando yo no esté, pero Flyn es mi responsabilidad, no la tuya; no <strong>lo</strong> olvides.<br />

Sus duras palabras en una mañana tan bonita como es la de Reyes me retuercen el<br />

corazón. ¡Será capul<strong>lo</strong>! Su casa. Su sobrino. Pero no dispuesta a l<strong>lo</strong>rar como una imbécil,<br />

saco mi mal genio y siseo mientras recojo con premura todos <strong>lo</strong>s rega<strong>lo</strong>s del niño y <strong>lo</strong>s<br />

meto en la bolsa original:<br />

—Muy bien. Le haré un che<strong>que</strong> a tu sobrino. Seguro <strong>que</strong> eso le gusta más.<br />

Sé <strong>que</strong> mis palabras y en especial mi tono de voz molestan a Eric, pero estoy<br />

dispuesta a molestarle mucho, mucho y mucho.<br />

—Dijiste <strong>que</strong> la habitación vacía de esta planta era para mí, ¿verdad?<br />

Eric asiente, y yo me encamino hacia ella. Abro la puerta del salón y me encuentro<br />

con Simona, Norbert y Flyn. Miro al pe<strong>que</strong>ño y digo con sus rega<strong>lo</strong>s en la mano:<br />

—Ya puedes entrar. Lo <strong>que</strong> tu tío y yo teníamos <strong>que</strong> hablar ya está hablado.<br />

Con premura me encamino hacia esa habitación, abro la puerta y dejo caer en el<br />

sue<strong>lo</strong> el skate y todos sus accesorios. Con el mismo brío, regreso al salón. Simona y<br />

Norbert han desaparecido y só<strong>lo</strong> están Eric y Flyn, <strong>que</strong> me miran al entrar. Con el gesto<br />

desencajado le digo al pe<strong>que</strong>ño, <strong>que</strong> me observa:<br />

—Luego, te doy un che<strong>que</strong>. Eso sí, no esperes <strong>que</strong> sea tan abultado como el de tu<br />

tío, pues punto uno: no estoy de acuerdo con darte tanto dinero y punto dos: ¡yo no soy<br />

rica!<br />

El crío no responde. El mal rol<strong>lo</strong> está instalado en el comedor y no estoy dispuesta a<br />

ser yo quien <strong>lo</strong> cambie. Por el<strong>lo</strong>, saco el sobre <strong>que</strong> Eric me ha entregado, <strong>lo</strong> abro y, al ver<br />

un che<strong>que</strong> en blanco, se <strong>lo</strong> devuelvo.<br />

—Gracias, pero no. No necesito tu dinero. Es más, ya me di por regalada con todas<br />

las cosas <strong>que</strong> me compraste el otro día.<br />

No responde. Me mira. Ambos me miran, y como un huracán asolador, seña<strong>lo</strong> el<br />

árbol, dispuesta a rematar el momentito «Navidad».<br />

—Vamos, chicos, continuemos con esta bonita mañana. ¿Qué tal si leemos <strong>lo</strong>s<br />

deseos de nuestro árbol? Quizá alguno se ha cumplido.<br />

Sé <strong>que</strong> <strong>lo</strong>s estoy llevando al límite. Sé <strong>que</strong> <strong>lo</strong> estoy haciendo mal, pero no me<br />

importa. El<strong>lo</strong>s, en pocos días, me han sacado de mis casillas. De pronto, el niño grita:<br />

—¡No quiero leer <strong>lo</strong>s tontos deseos!<br />

—¿Y por qué?<br />

—Por<strong>que</strong> no —insiste.<br />

Eric me mira. Comprende <strong>que</strong> estoy muy cabreada y le desconcierta no saber cómo<br />

pararme. Pero yo estoy embravecida, en<strong>lo</strong><strong>que</strong>cida de rabia por estar aquí con estos dos<br />

obtusos y tan lejos de mi familia.<br />

—Venga, ¿quién es el primero en leer un deseo del árbol?<br />

Ninguno habla, y al final, cómicamente cojo yo un deseo.<br />

—Muy bien..., ¡yo seré la primera y leeré uno de Flyn!<br />

Le quito la cinta verde y, cuando <strong>lo</strong> estoy desenrollando, el pe<strong>que</strong>ño se lanza contra<br />

mí y me <strong>lo</strong> quita de las manos. Le miro sorprendida.<br />

—¡Odio esta Navidad, odio este árbol y odio tus deseos!—exclama—. Has<br />

enfadado a mi tío y por tu culpa el día de hoy está siendo horrible.<br />

Miro a Eric en busca de ayuda, pero nada, no se mueve.

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