Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
la cuenta y sé <strong>que</strong> <strong>lo</strong> hago para olvidar. Lo necesito.<br />
De momento, ningún hombre llama mi atención. Ninguno me pone. Y cuando<br />
alguno <strong>lo</strong> intenta, directamente <strong>lo</strong> corto. Yo elijo, y no estoy en el mercado de la carne.<br />
Un domingo por la mañana, tras una buena juerga la noche anterior, suena la puerta<br />
de mi casa. Me levanto. El timbre vuelve a sonar. Mi hermana no es, o ella misma habría<br />
abierto la puerta. Cuando miro por la mirilla tengo <strong>que</strong> pestañear al ver quién es. Abro la<br />
puerta y murmuro:<br />
—¡¿Björn?!<br />
El hombre me mira y soltando una carcajada dice:<br />
—¡Madre mía, Jud, menuda juerga te debiste de pegar anoche!<br />
Abro <strong>lo</strong>s brazos, él da un paso adelante y nos fundimos en un sano y cariñoso<br />
abrazo. Pasados unos segundos musita:<br />
—Venga, date una ducha. Necesitas ser persona.<br />
Corro al baño, y cuando me miro en el espejo, hasta yo misma me asusto. Soy como<br />
la bruja Lola pero en moreno. El agua me reactiva la vida y la circulación de la sangre.<br />
Cuando acabo y regreso al salón vestida con mis clásicos va<strong>que</strong>ros, una camisa y una coleta<br />
alta, dice:<br />
—Preciosa. Así estás mil veces más tentadora.<br />
Ambos nos reímos. Le invito a sentarse en mi sofá y mirándo<strong>lo</strong> pregunto:<br />
—¿Qué haces aquí?<br />
Björn me retira un pe<strong>lo</strong> de la cara, <strong>lo</strong> pone tras la oreja y responde:<br />
—No, preciosa. La pregunta es: ¿qué haces tú aquí?<br />
No <strong>lo</strong> entiendo. Pestañeo.<br />
—Debes regresar a Múnich.<br />
—¡¿Cómo?!<br />
—Lo <strong>que</strong> oyes. Eric te necesita y te necesita ¡ya!<br />
Me acomodo en el sillón. Me muevo y aclaro.<br />
—No se me ha perdido nada en Múnich, Björn. Tú mismo viste <strong>que</strong> entre él y yo,<br />
tras <strong>lo</strong> <strong>que</strong> pasó esa noche, nada funcionaba. Viste <strong>que</strong>...<br />
—Lo <strong>que</strong> vi es <strong>que</strong> me besaste para enfurecer<strong>lo</strong>. Eso es <strong>lo</strong> <strong>que</strong> vi.<br />
—¡Joder, Björn! No me <strong>lo</strong> recuerdes.<br />
—¿Tan terrible fue? —se mofa. Y cuando voy a responder, suelta una carcajada y<br />
pregunta—: Pero bueno, cie<strong>lo</strong>, ¿cómo se te ocurrió hacer eso?<br />
Cada vez más desco<strong>lo</strong>cada frunzo el ceño y murmuro:<br />
—Te besé por<strong>que</strong> Eric necesitaba un último to<strong>que</strong> para echarme de su vida. Me <strong>lo</strong><br />
acababa de decir segundos antes y yo só<strong>lo</strong> le facilite el momento. Cuando tú llegaste, <strong>lo</strong><br />
siento, pero te vi y tuve <strong>que</strong> hacer<strong>lo</strong>. Te besé para <strong>que</strong> él diera el último paso y me echara.<br />
—Pero ¿él te dijo <strong>que</strong> te marcharas?<br />
Lo pienso, <strong>lo</strong> pienso y, finalmente, respondo:<br />
—Sí.<br />
—No —corrige él—. Tú eras la <strong>que</strong> gritaba <strong>que</strong> te marchabas, y él al final fue quien<br />
te dijo <strong>que</strong> si te <strong>que</strong>rías marchar <strong>que</strong> te marcharas. Pero fuiste tú, <strong>que</strong>rida Judith.<br />
—No..., pero...<br />
—Exacto. ¡No! Él no fue.<br />
La sangre se me agolpa. No quiero hablar de eso y, antes de <strong>que</strong> Björn diga nada<br />
más, me levanto del sofá.<br />
—Mira, chato, si has venido aquí para volverme <strong>lo</strong>ca hablando del gilipollas de tu