02.12.2014 Views

Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_

Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_

Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

española, me toca oír las palabras «olé», «toro» y «paella», cómo no. ¡Qué pesaditos!<br />

Observo <strong>que</strong> Eric es un tirador certero y me sorprende. Con su problema en la vista<br />

nunca habría pensado <strong>que</strong> pudiera practicar un deporte así. No me gustan las armas. Nunca<br />

me han agradado, y cuando Eric me propone tirar, me niego.<br />

—Eric, ya te he dicho <strong>que</strong> no me gusta.<br />

Sonríe. Me mira y murmura, dándome un beso en <strong>lo</strong>s labios:<br />

—Pruéba<strong>lo</strong>. Quizá te sorprenda.<br />

—No. He dicho <strong>que</strong> no. Si a ti te gusta, ¡adelante! No seré yo quien te quite este<br />

placer. Pero no pienso hacer<strong>lo</strong> yo, ¡me niego! Es más, ni siquiera me parece aceptable <strong>que</strong><br />

Flyn las vea con tanta naturalidad. Las armas son peligrosas, aun<strong>que</strong> sean olímpicas.<br />

—En casa, están bajo llave. Él no las toca. Lo tiene prohibido —se defiende.<br />

—Es <strong>lo</strong> mínimo <strong>que</strong> puedes hacer. Tenerlas bajo llave.<br />

Mi alemán sonríe y desiste. Ya me va conociendo, y si digo no, es no.<br />

Pasan unos cuantos días más y decido dar alegría a la casa. Me llevo de compras a<br />

Simona. La mujer me acompaña encantada y se ríe cuando ve las cortinas co<strong>lo</strong>r pistacho<br />

<strong>que</strong> he comprado para el salón junto a <strong>lo</strong>s visil<strong>lo</strong>s blancos. Según ella, al señor no le<br />

gustarán, pero según yo, le tienen <strong>que</strong> gustar. Sí o sí. Trato infructuosamente de <strong>que</strong><br />

Norbert y Simona me llamen Judith, pero es imposible. El «señorita» parece mi primer<br />

nombre, y al final dejo de intentar<strong>lo</strong>.<br />

Durante días compramos todo <strong>lo</strong> <strong>que</strong> se me antoja. Eric está feliz por verme tan<br />

motivada y da carta blanca a todo <strong>lo</strong> <strong>que</strong> yo quiera hacer en la casa. Só<strong>lo</strong> quiere <strong>que</strong> yo sea<br />

dichosa y se <strong>lo</strong> agradezco.<br />

Tras meditar<strong>lo</strong> conmigo misma, sin decir nada, meto a Susto en el garaje. Hace<br />

mucho frío y su tos perruna me preocupa. El garaje es enorme, y el pobre animal no pasará<br />

tanto frío. Le cambio la bufanda por otra <strong>que</strong> he confeccionado en azul y está para<br />

comérse<strong>lo</strong>. Simona, al ver<strong>lo</strong>, protesta. Se lleva las manos a la cabeza. «El señor se enfadará.<br />

Nunca ha <strong>que</strong>rido animales en casa.» Pero yo le digo <strong>que</strong> no se preocupe. Yo me ocupo del<br />

señor. Sé <strong>que</strong> la voy a liar como se entere, pero ya no hay marcha atrás.<br />

Susto es buenísimo. El animal no ladra. No hace nada, excepto dormitar sobre la<br />

limpia y seca manta <strong>que</strong> le he puesto en un discreto lugar del garaje. Incluso cuando Eric<br />

llega con el coche, cotilleo y sonrío al ver <strong>que</strong> Susto es muy listo y <strong>que</strong> sabe <strong>que</strong> no se debe<br />

mover. Con la ayuda de Simona, <strong>lo</strong> sacamos fuera de la parcela para <strong>que</strong> haga sus<br />

necesidades, y pocos días después, Simona adora al perro tanto o más <strong>que</strong> yo.<br />

Una mañana, tras desayunar, Eric por fin me propone <strong>que</strong> le acompañe a la oficina.<br />

Encantada, me pongo un traje oscuro y una camisa blanca, dispuesta a dar una imagen<br />

profesional. Quiero <strong>que</strong> <strong>lo</strong>s trabajadores de mi chico se lleven una buena opinión de mí.<br />

Nerviosa llego hasta la empresa Müller. Un enorme edificio y dos anexos componen<br />

las oficinas centrales en Múnich. Eric va guapísimo con su abrigo azulón de ejecutivo y su<br />

traje oscuro. Como <strong>siempre</strong>, es una delicia mirar<strong>lo</strong>. Desprende sensualidad por sus poros, y<br />

autoridad. Eso último me pone. Cuando entramos en el impresionante hall, la rubia de<br />

recepción nos mira, y <strong>lo</strong>s vigilantes jurados saludan al jefazo. ¡Mi chico! A mí me miran<br />

con curiosidad, y cuando voy a entrar por el torni<strong>que</strong>te, me paran. Eric, rápidamente, con<br />

voz de ordeno y mando, aclara <strong>que</strong> soy su novia, y me dejan pasar sin la tarjetita con la V<br />

de visitante.<br />

¡Olé mi chicarrón!<br />

Yo sonrío. El rostro de Eric es serio. Profesional. En el ascensor, coincidimos con<br />

una guapa chica morena. Eric la saluda, y ella responde al saludo. Con disimu<strong>lo</strong> observo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!