Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
42<br />
Al día siguiente, Eric no aparece por la oficina. Llamo a Björn y me indica <strong>que</strong> está<br />
en Múnich. Me tranquiliza saber<strong>lo</strong>. El viernes por la tarde, cuando salgo de la oficina, tomo<br />
un vue<strong>lo</strong> a Alemania. Marta me va a buscar, y aun<strong>que</strong> se enfada, insisto en <strong>que</strong> quiero ir a<br />
un hotel a dormir. Si Eric y yo nos arreglamos quiero tener dónde llevar<strong>lo</strong>. El sábado por la<br />
mañana <strong>que</strong>do con Frida. Me cuenta <strong>que</strong> Björn prepara una fiesta en su casa esa noche, y<br />
Eric cree <strong>que</strong> yo voy a aparecer. Niego con la cabeza. No pienso ir. No quiero jugar sin él.<br />
Por la tarde, voy a casa de Sonia. La mujer me abraza con cariño y se emociona al<br />
verme. Cuando menos me <strong>lo</strong> espero aparece Simona, <strong>que</strong> al saber <strong>que</strong> había viajado a<br />
Múnich decide ir a visitarme. Cuando me ve, me abraza con cariño y, entre risas, me cuenta<br />
cómo va el culebrón de «Locura esmeralda». Pero uno de <strong>lo</strong>s mejores momentos es cuando<br />
aparece Flyn. No sabe <strong>que</strong> yo estoy allí y, cuando me ve, corre a mis brazos. Me ha echado<br />
de menos. Tras varios achuchones y besos, me enseña su brazo. Está totalmente recuperado<br />
y me cuchichea <strong>que</strong> Laura y él <strong>ahora</strong> se hablan. Ambos nos reímos, y Sonia disfruta de las<br />
risas de su nieto.<br />
Después de comer, cuando estamos Flyn y yo jugando con la Wii, aparece Eric. Su<br />
gesto al verme es frío. Se ha afeitado y vuelve a estar tan guapo como <strong>siempre</strong>. Se acerca a<br />
mí, y cuando me da dos besos y su mejilla toca la mía, tiemb<strong>lo</strong>. Cierro <strong>lo</strong>s ojos y disfruto de<br />
ese delicado roce entre <strong>lo</strong>s dos. Marta y Sonia, varios minutos después, se llevan a Flyn a la<br />
cocina. Desean dejarnos so<strong>lo</strong>s. En cuanto nadie está a nuestro alrededor, Eric pregunta:<br />
—¿Has venido a la fiestecita de Björn?<br />
No contesto. Simplemente <strong>lo</strong> miro y sonrío.<br />
Eric maldice, y sin darme tiempo a nada más se marcha. No me da la oportunidad<br />
de hablar. Me enfado conmigo misma. ¿Por qué he sonreído? Con tristeza, a través de <strong>lo</strong>s<br />
cristales veo <strong>que</strong> ha venido en su BMW gris. Lo veo marcharse. Suspiro. Marta al verme<br />
me agarra de <strong>lo</strong>s hombros y murmura:<br />
—Este hermano mío, como siga así, se va a volver <strong>lo</strong>co.<br />
Yo también me voy a volver <strong>lo</strong>ca..., pienso. Al final, vuelvo a jugar con Flyn ante el<br />
gesto triste de Sonia. A las siete, vamos al hotel. Me cambio de ropa y, a diferencia de <strong>lo</strong><br />
<strong>que</strong> piensa Eric, me voy de fiesta con Marta. No quiero jugar con nadie <strong>que</strong> no sea él. No<br />
puedo. Nos vamos al Guantanamera. Aquí están esperándonos Arthur, Anita, Reinaldo y<br />
varios amigos.<br />
Nada más entrar exijo ¡mojitos! para olvidarme de Eric y, tras varios, ya sonrío<br />
mientras bai<strong>lo</strong> salsa con Reinaldo. Esas personas <strong>que</strong> han sido mis amigas todos esos meses<br />
en Alemania me reciben con cariño, abrazos y mucho amor.<br />
A las once de la noche recibo un mensaje de Frida: «Eric está aquí».