Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
incomodidad es tan de mi Iceman <strong>que</strong> no me extraña <strong>que</strong> <strong>lo</strong> haga también. Pero, sin<br />
demora, camino hacia el sillón y, aun<strong>que</strong> el pe<strong>que</strong>ño no me mira, <strong>lo</strong> saludo en alemán.<br />
—¡Hola, Flyn!<br />
De pronto, vuelve su carita, clava sus oscuros y rasgados ojos en mí, y responde<br />
mientras Eric le quita la gorra para dejar al descubierto su cabecita morena:<br />
—¡Hola, señorita Judith!<br />
¡Halaaaaaaa, qué fuerte!<br />
¿Chino?<br />
¿Flyn es chino?<br />
Sorprendida por <strong>lo</strong>s rasgos orientales del pe<strong>que</strong>ño cuando yo esperaba el típico niño<br />
de ojos azules y blan<strong>que</strong>cino, intento reponerme del cho<strong>que</strong> inicial y, con la mejor de mis<br />
sonrisas, afirmo ante el gesto divertido de Eric:<br />
—Flyn, puedes llamarme só<strong>lo</strong> Jud o Judith, ¿de acuerdo?<br />
Sus ojos oscuros me escanean en profundidad y asiente. Su mirada desconfiada es<br />
tan penetrante como la de su tío, y eso me pone la carne de gallina ¡Vaya dos! Pero antes de<br />
<strong>que</strong> pueda decir nada más, entra en el salón la madre de Eric, Sonia.<br />
—¡Oh, Dios!, qué maravilla poder hablar sin dar gritos. ¡Me voy a <strong>que</strong>dar sorda!<br />
Flyn, cariño mío, ¿no puedes jugar con el volumen más bajo?<br />
—No, Sonia —responde el pe<strong>que</strong>ño aún con la vista clavada en mí.<br />
¿Sonia?<br />
Qué impersonal. ¿Por qué no la llamará abuela o yaya?<br />
Durante unos instantes, observo <strong>que</strong> la mujer habla con el niño, hasta <strong>que</strong> le suena<br />
el móvil. El pe<strong>que</strong>ño se sienta de nuevo en el sillón cuando Sonia contesta.<br />
—¿Jugamos una partida, tío? —pregunta.<br />
Eric mira a su madre, pero ésta sale de la habitación a toda prisa. Finalmente, toma<br />
asiento junto a su sobrino. Antes de <strong>que</strong> comiencen a jugar, me entremeto.<br />
—¿Puedo jugar yo?<br />
—Las chicas no sabéis jugar a esto —contesta el pe<strong>que</strong>ño Flyn sin mirarme.<br />
Mi cara es un poema y al desviar la vista hacia Eric intuyo <strong>que</strong> disimula una sonrisa.<br />
¿Qué ha dicho ese enano?<br />
Si algo he odiado durante toda mi vida es <strong>que</strong> <strong>lo</strong>s sexos condicionen para poder<br />
hacer las cosas. Sorprendida por el<strong>lo</strong>, me <strong>que</strong>do observando al mocoso, <strong>que</strong> sigue sin<br />
mirarme.<br />
—¿Y por qué crees <strong>que</strong> las chicas no sabemos jugar a esto?<br />
—Por<strong>que</strong> éste es un juego de hombres, no de mujeres —replica el infame mientras<br />
vuelve a clavar sus achinados y oscuros ojos en mí.<br />
—En eso te equivocas, Flyn —respondo con tranquilidad.<br />
—No, no me equivoco —insiste el pe<strong>que</strong>ño—. Las chicas sois unas torpes para <strong>lo</strong>s<br />
juegos de guerra. A vosotras os gustan más <strong>lo</strong>s juegos de príncipes y moda.<br />
—¿En serio crees eso?<br />
—Sí.<br />
—Y si yo te demostrara <strong>que</strong> las chicas también jugamos a Mortal Kombat.<br />
El pe<strong>que</strong>ño cabecea. Piensa su respuesta y finalmente asevera:<br />
—Yo no juego con chicas.<br />
Con <strong>lo</strong>s ojos como platos, miro a Eric en busca de ayuda y le pregunto en español:<br />
—Pero ¿qué clase de educación machista le estás dando a este enano gruñón? —Y<br />
antes de <strong>que</strong> responda, añado con una falsa sonrisa en mis labios—: Oye, mira, por<strong>que</strong> es tu