Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
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mala leche y grito como una posesa:<br />
—¡¿Por qué no cierras el pico?! Te aseguro <strong>que</strong> estás más guapo.<br />
Fernando y mi hermana intercambian una mirada y se ríen. ¿Se han vuelto idiotas?<br />
Llegamos a donde está mi padre con el Bicharrón y el Lucena. ¡Vaya trío! Me<br />
pongo el casco, las gafas de protección y escucho <strong>lo</strong> <strong>que</strong> mi padre me tiene <strong>que</strong> decir en<br />
cuanto a <strong>lo</strong>s reglajes de la moto. Después, monto y me dirijo hacia la puerta de entrada.<br />
Aquí espero junto a otros participantes a <strong>que</strong> nos dejen entrar en pista.<br />
Parapetada tras mis gafas miro hacia donde está Eric. No puedo obviarle. Además,<br />
es tan alto <strong>que</strong> es imposible no verle. Está impresionante con esos va<strong>que</strong>ros de cintura baja<br />
y el jersey negro de ochos <strong>que</strong> lleva.<br />
¡Qué guapo, por Dios!<br />
Es el típico hombre <strong>que</strong> hasta con una lechuga chuchurría en la cabeza estaría<br />
impresionante. Habla con Andrés y Frida, pero <strong>lo</strong> conozco; su gesto denota tensión. Desde<br />
detrás de sus Ray-Ban plateadas de aviador sé <strong>que</strong> me busca con la mirada. Esto me hace<br />
aletear el corazón. Pero soy pe<strong>que</strong>ña y, entre tanto motorista vestido igual, no consigue<br />
<strong>lo</strong>calizarme, <strong>lo</strong> <strong>que</strong> me da ventaja. Yo le puedo observar tranquilamente y disfrutar de las<br />
vistas.<br />
Cuando la pista se abre, <strong>lo</strong>s jueces nos co<strong>lo</strong>can en nuestra posición en la parrilla de<br />
salida. Nos advierten <strong>que</strong> hay varias mangas de nueve personas, da igual hombre o mujer, y<br />
<strong>que</strong> de momento <strong>lo</strong>s cuatro primeros de cada manga se clasifican para las siguientes.<br />
Situada en mi posición, oigo la vocecita de mi sobrina llamarme y asiento. Ella ríe y<br />
aplaude. ¡Qué linda <strong>que</strong> es mi Luz! Pero mi mirada vuela a Eric.<br />
No se mueve.<br />
Casi no respira.<br />
Pero ahí está, dispuesto a ver la carrera a pesar de la angustia <strong>que</strong> sé <strong>que</strong> esto le va a<br />
ocasionar.<br />
De nuevo, me centro en mi cometido. He de entrar entre <strong>lo</strong>s cuatro primeros si me<br />
quiero clasificar para las siguientes rondas. Despejo mi mente y doy gas a la moto. Me<br />
concentro en la carrera y me olvido del resto. Debo hacer<strong>lo</strong>.<br />
Los instantes previos a la salida <strong>siempre</strong> me suben la adrenalina. Oír el bronco<br />
acelerar de <strong>lo</strong>s motores a mi alrededor me pone la carne de gallina, y cuando el juez baja la<br />
bandera, acciono a tope el acelerador y salgo disparada. Tomo buena posición desde el<br />
principio y, como me ha advertido mi padre, tengo cuidado en la primera curva, <strong>que</strong> está<br />
demasiado bacheada. Salto, derrapo, ¡me divierto! Y al llegar a una bajada espectacular<br />
disfruto como una <strong>lo</strong>ca mientras veo <strong>que</strong> el corredor de mi derecha pierde el control de su<br />
moto y se cae. ¡Vaya leñazo <strong>que</strong> se ha dado! Acelero, acelero, acelero, y vuelvo a saltar.<br />
Derrapo, acelero, salto, derrapo de nuevo, y tras tres vueltas al circuito, en tanto otra gente<br />
va cayendo, llego entre <strong>lo</strong>s cuatro primeros.<br />
¡Bien!<br />
Me clasifico para la siguiente ronda.<br />
Cuando salgo de la pista, mi padre, más feliz <strong>que</strong> una perdiz, me abraza. Todos se<br />
congratulan de mi éxito mientras yo me quito las embarradas gafas. Mi sobrina está<br />
emocionada y no para de dar saltitos. Su tita es su heroína, y yo estoy muy contenta por<br />
ella.<br />
David Guepardo sale en la siguiente manga. Al pasar por mi lado choco <strong>lo</strong>s nudil<strong>lo</strong>s<br />
con él otra vez. En ese instante, Frida se acerca y, encantada de la vida, grita:<br />
—¡Felicidades! ¡Oh, Dios, Judith!, ha sido impresionante.