Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
vez?<br />
Eric no contesta. Lo <strong>que</strong> acaba de escuchar <strong>lo</strong> sorprende.<br />
—Ella ha sido la mujer <strong>que</strong>...<br />
—Sí, ella. Esa as<strong>que</strong>rosa. ¡Ella ha sido la del cuarto oscuro! —grito, desesperada.<br />
Lo oigo maldecir. Camina hacia un lado; después, hacia otro, y al final, murmura:<br />
—Es tarde. Vámonos a la cama.<br />
—Y una mierda. Estamos hablando. Me da igual la hora <strong>que</strong> sea. Tú y yo estamos<br />
teniendo una conversación de adultos, y no voy a dejar <strong>que</strong> la cortes por<strong>que</strong> tú no <strong>quieras</strong><br />
seguir hablando del tema. Te acabo de decir <strong>que</strong> esa zorra ha vuelto a engañarnos. Ha<br />
jugado sucio.<br />
Nervioso, se mueve por el garaje. Blasfema.<br />
De pronto, se fija en algo. Veo mi casco amaril<strong>lo</strong> de la moto. ¡Oh, no! Cierro <strong>lo</strong>s<br />
ojos y maldigo. ¡Dios, <strong>ahora</strong> no! Eric camina hacia su objetivo y grita cuando quita el<br />
plástico azul.<br />
—¿Qué hace esta moto aquí?<br />
Resop<strong>lo</strong>. La noche va de mal en peor. Me acerco hasta él y respondo:<br />
—Es mi moto.<br />
Incrédu<strong>lo</strong>, me mira, mira la moto y sisea:<br />
—Es la moto de Hannah. ¿Qué hace aquí?<br />
—Me la ha regalado tu madre. Ella sabe <strong>que</strong> hago motocross y...<br />
—¡Esto es increíble! ¡Increíble!<br />
Consciente de <strong>lo</strong> <strong>que</strong> piensa, suavizo mi tono de voz.<br />
—Escucha, Eric. A Hannah le gustaba el mismo deporte <strong>que</strong> a mí, y yo aquí no<br />
tengo mi moto, y...<br />
—Tú no necesitas esa moto por<strong>que</strong> aquí no vas a hacer motocross. ¡Te <strong>lo</strong> prohíbo!<br />
Eso me subleva. Me pica el cuel<strong>lo</strong>.<br />
¿Quién es él para prohibirme nada? Y dispuesta a presentar batalla, contesto:<br />
—Te equivocas, chato. Voy a seguir haciendo motocross. Aquí, allí y donde me dé<br />
la real gana. Y para <strong>que</strong> <strong>lo</strong> sepas: he ido alguna mañana con tu primo Jurgen y sus amigos a<br />
correr. ¿Me ha pasado algo? Nooooooooooooo..., pero tú, como <strong>siempre</strong>, tan dramático.<br />
Sus ojos echan fuego. No <strong>lo</strong> estoy haciendo bien. Sé <strong>que</strong> estoy metiendo la pata<br />
hasta el fondo, pero ya nada puedo hacer. ¡Soy una bocazas! Eric me mira. Asiente con la<br />
cabeza. Se muerde el labio.<br />
—¿Has estado ocultándome<strong>lo</strong>?<br />
—Sí.<br />
—¿Por qué? Creo <strong>que</strong> <strong>lo</strong> primero <strong>que</strong> nos pedimos cuando retomamos nuestra<br />
relación fue sinceridad, ¿no, Judith?<br />
No respondo. No puedo. Tiene razón. Soy <strong>lo</strong> peor. Me pica el cuel<strong>lo</strong>. ¡Los<br />
ronchones! De pronto, la puerta del garaje se abre y aparecen Sonia y Marta. Nos miran, y<br />
Sonia dice:<br />
—Vosotros, ¿para qué tenéis <strong>lo</strong>s móviles?<br />
Me sorprendo al verlas aquí. ¿Qué hora es? Pero Eric grita:<br />
—¡Mamá, ¿cómo has podido darle la moto a Judith?!<br />
La mujer me mira. Yo suspiro.<br />
—Hijo, vamos a ver, relájate. Esa moto en casa no hacía nada, y cuando Judith me<br />
dijo <strong>que</strong> ella hacía motocross como Hannah, <strong>lo</strong> pensé y decidí regalársela.<br />
Eric resopla y grita otra vez: