Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
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Camino hacia él, y cuando llego a su altura, sin importarme su gesto incómodo, me<br />
siento a horcajadas sobre él. En este momento, es consciente de <strong>que</strong> no llevo panta<strong>lo</strong>nes.<br />
Sus ojos me dicen <strong>que</strong> no quiere ese contacto, pero yo sí quiero. Exigente, le beso en <strong>lo</strong>s<br />
labios. Él no se mueve. No me devuelve el beso. Me castiga. Mi frío Iceman es un témpano<br />
de hie<strong>lo</strong>, pero yo con mi furia española he decidido descongelar<strong>lo</strong>. Vuelvo a besar<strong>lo</strong>, y<br />
cuando siento <strong>que</strong> él no colabora, murmuro cerca de su boca:<br />
—Te voy a follar y <strong>lo</strong> voy a hacer por<strong>que</strong> eres mío.<br />
Sorprendido, me mira. Pestañea y vuelvo a besar<strong>lo</strong>. Esta vez su lengua está más<br />
receptiva, pero sigue sin <strong>que</strong>rer colaborar. Le muerdo el labio de abajo, tiro de él y,<br />
mirándo<strong>lo</strong> a <strong>lo</strong>s ojos, se <strong>lo</strong> suelto. Después, enredo mis dedos en su cabel<strong>lo</strong> y me contoneo<br />
sobre sus piernas.<br />
—Te deseo, cariño, y vas a cumplir mis fantasías.<br />
—Jud..., has bebido.<br />
Me río y asiento.<br />
—¡Oh, sí!, me he tomado unos mojitos, mi amol, <strong>que</strong> estaban de muelte. Pero<br />
escucha, sé muy bien <strong>lo</strong> <strong>que</strong> hago, por qué <strong>lo</strong> hago y a quién se <strong>lo</strong> hago, ¿entendido?<br />
No habla. Só<strong>lo</strong> me mira. Me levanto de sus piernas. Estoy por hacer <strong>lo</strong> <strong>que</strong> hacen en<br />
las películas, tirar todo <strong>lo</strong> <strong>que</strong> hay sobre la mesa al sue<strong>lo</strong>, pero <strong>lo</strong> pienso y no. Creo <strong>que</strong> eso<br />
le va a enfadar más. Al final, echo a un lado el portátil y me siento en la mesa. Eric me<br />
observa. Se le ha comido la lengua el gato, y yo, dispuesta a conseguir mi propósito, cojo<br />
una de sus manos y la paso por encima de mis braguitas. Mi humedad es latente y siento<br />
<strong>que</strong> traga con dificultad.<br />
—Quiero <strong>que</strong> me devores. Anhe<strong>lo</strong> <strong>que</strong> metas tu lengua dentro de mí y me hagas<br />
chillar por<strong>que</strong> mi placer es tu placer, y ambos <strong>lo</strong>s dueños de nuestros cuerpos.<br />
Cuando termino de decir eso ya respira de forma algo entrecortada. ¡Hombres! Lo<br />
estoy excitando, pero decidida a volver<strong>lo</strong> <strong>lo</strong>co continúo mientras me quito la camiseta.<br />
—Tócame. Vamos, Iceman, <strong>lo</strong> deseas tanto como yo. ¡Haz<strong>lo</strong>! —exijo.<br />
Mi Iceman se descongela por segundos. ¡Bien! Acerca su boca a mi pecho derecho<br />
y, en décimas de segundo, me devora el pezón.<br />
¡Oh, sí! Co<strong>lo</strong>sal.<br />
¡Me gusta!<br />
Sus ojos fríos <strong>ahora</strong> son salvajes y retadores. Sigue enfadado, pero el deseo <strong>que</strong><br />
siente por mí es igual al <strong>que</strong> yo siento por él. Cuando abandona mi pezón, se reclina en su<br />
asiento. El morbo se instala en su cuerpo.<br />
—Levántate de la mesa y date la vuelta —murmura.<br />
Hago <strong>lo</strong> <strong>que</strong> me pide. Poso mis pies en el sue<strong>lo</strong> y, vestida só<strong>lo</strong> con mi tanga, me<br />
vuelvo. Él retira la silla hacia atrás, se levanta y acerca su erección a mi trasero, mientras<br />
sus manos vuelan a mi cintura y me aprieta contra él. Yo jadeo. Me da un azote. Pica.<br />
Después me da otro, y cuando voy a protestar, acerca su boca a mi oreja y dice:<br />
—Has sido una chica muy mala y como mínimo te mereces unos azotes.<br />
Eso me hace sonreír. Vale..., si quiere jugar, ¡jugaremos!<br />
Me doy la vuelta y, sin dejar de mirarle a <strong>lo</strong>s ojos, meto mi mano en el interior de<br />
sus panta<strong>lo</strong>nes, le agarro <strong>lo</strong>s testícu<strong>lo</strong>s y, mientras se <strong>lo</strong>s toco, le pregunto:<br />
—¿Quieres <strong>que</strong> te demuestre <strong>lo</strong> <strong>que</strong> le hago yo a <strong>lo</strong>s chicos ma<strong>lo</strong>s? Tú también has<br />
sido ma<strong>lo</strong> esta mañana, cie<strong>lo</strong>. Muy..., muy ma<strong>lo</strong>.<br />
Eso <strong>lo</strong> paraliza. Que yo tenga en mis manos sus testícu<strong>lo</strong>s no le hace mucha gracia.<br />
Estoy segura de <strong>que</strong> piensa <strong>que</strong> le puedo hacer daño.