Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
momento oportuno. Eso me comienza a martirizar. Nuestra base es la confianza, y esta vez<br />
yo estoy fallando.<br />
Una tarde cuando estoy liada con mi moto en el garaje llega Flyn del colegio. El<br />
niño me busca, y cuando me encuentra, alucinado, mira la moto. La recuerda. Y cuando le<br />
indico <strong>que</strong> es la moto de su madre y <strong>que</strong> me tiene <strong>que</strong> guardar el secreto ante su tío,<br />
pregunta:<br />
—¿Sabes utilizarla?<br />
—Sí —respondo con las manos sucias de grasa.<br />
—El tío Eric se enfadará.<br />
La frase me hace gracia. Todos, absolutamente todos, saben <strong>que</strong> Eric se enfadará. Y<br />
respondo, mirándo<strong>lo</strong>:<br />
—Lo sé, cariño. Pero el tío Eric, cuando me conoció, ya sabía <strong>que</strong> yo hacía<br />
motocross. Lo sabe y tiene <strong>que</strong> entender <strong>que</strong> a mí me gusta practicar este deporte.<br />
—¿Lo sabe?<br />
—Sí —afirmo, y sonrío al recordar cómo se enteró.<br />
—¿Y te deja?<br />
Esa pregunta no me sorprende, y mirándo<strong>lo</strong>, le aclaro:<br />
—Tu tío no me tiene <strong>que</strong> dejar. Soy yo la <strong>que</strong> decido si quiero o no hacer<br />
motocross. Los adultos decidimos, cariño.<br />
El crío, no muy convencido, asiente, y vuelve a preguntar:<br />
—¿Sonia te regaló la moto de mi madre?<br />
Lo miro, y antes de contestar, pregunto:<br />
—¿Te molestaría si fuera así?<br />
Flyn <strong>lo</strong> piensa y, dejándome de piedra, contesta:<br />
—No. Pero tienes <strong>que</strong> prometerme <strong>que</strong> me enseñarás.<br />
Sonrío, suelto una carcajada y digo mientras él ríe:<br />
—Tú qué quieres, ¿<strong>que</strong> tu tío me mate?<br />
Una hora después, Eric me llama por teléfono. Tiene un partido de ba<strong>lo</strong>ncesto y<br />
quiere <strong>que</strong> vaya al polideportivo. Encantada, acepto. Me pongo unos va<strong>que</strong>ros, mis botas<br />
negras y una camiseta de Armani. Me abrigo, llamo a un taxi y, cuando llego a la dirección<br />
<strong>que</strong> él me ha dado, sonrío al verle esperándome apoyado en su coche.<br />
Eric paga el taxi, y mientras caminamos hacia <strong>lo</strong>s vestuarios, murmuro:<br />
—¿Cómo no me habías dicho <strong>lo</strong> del partido?<br />
Mi chico sonríe, me besa y susurra:<br />
—Lo creas o no, se me olvidó. Si no es por Andrés, <strong>que</strong> me ha llamado a la oficina,<br />
¡ni <strong>lo</strong> recuerdo!<br />
Cuando llegamos a <strong>lo</strong>s vestuarios, me besa.<br />
—Ve a las gradas. Seguro <strong>que</strong> allí está Frida.<br />
Encantada de la vida y del amor, camino hacia la cancha. Allí está Frida junto a<br />
Lora y Gina. Mi trato con ellas ha cambiado. Me aceptan como la novia de Eric y se <strong>lo</strong><br />
agradezco. Lora, la rubia, al verme aparecer, sonríe y dice:<br />
—Llegó mi heroína.<br />
Sorprendida, la miro, y cuchichea:<br />
—Ya me he enterado de <strong>que</strong> le diste a Betta su merecido.<br />
Miro a Frida en actitud de reproche por habérse<strong>lo</strong> contado, y ésta indica:<br />
—A mí no me mires, <strong>que</strong> yo no he sido.<br />
Lora sonríe y, acercándose de nuevo a mí, me comenta: