Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
13<br />
Cuando el taxi me lleva hasta la puerta de la enorme mansión donde vive Eric, <strong>lo</strong><br />
pago con la Visa y me bajo. Como era de esperar, vuelve a nevar y mis botas se hunden en<br />
la nieve, pero no importa; estoy feliz, además de congelada. Cuando el taxi se marcha me<br />
<strong>que</strong>do sola ante la imponente verja y un ruido cercano me alerta. Miro hacia <strong>lo</strong>s cubos de<br />
basura <strong>que</strong> hay a mi izquierda y me sobresalto. Unos ojazos brillantes y saltones me<br />
observan, y grito.<br />
—¡Joder, qué susto!<br />
Mi chillido hace <strong>que</strong> el pobre perro huya despavorido. Creo <strong>que</strong> se ha asustado más<br />
<strong>que</strong> yo. Una vez <strong>que</strong> me <strong>que</strong>do sola de nuevo, busco el timbre para <strong>que</strong> me abran, pero<br />
entonces veo <strong>que</strong> se enciende una luz en la casita de Simona y Norbert. Las cortinas de una<br />
ventana se mueven y de pronto se abre una puerta junto a la verja.<br />
—¿Señorita Judith? ¡Por todos <strong>lo</strong>s santos, se va a usted a congelar!<br />
Me vuelvo y veo a Norbert, el marido de Simona <strong>que</strong>, abrigado con un oscuro<br />
abrigo hasta <strong>lo</strong>s pies, corre hacia mí.<br />
—Pero ¿qué hace aquí con este frío? ¿No se había marchado a España?<br />
—He cambiado de planes en el último momento —respondo tiritando a la par <strong>que</strong><br />
sonriendo.<br />
El hombre asiente, me devuelve la sonrisa y me apremia mientras caminamos hacia<br />
la portezuela lateral.<br />
—Pase, por favor. He oído <strong>que</strong> un coche paraba en la puerta, y por eso me he<br />
asomado. Entre. La llevaré de inmediato a la casa.<br />
Juntos atravesamos el enorme jardín <strong>lo</strong> más rápidamente <strong>que</strong> podemos. Los dientes<br />
me castañetean, y el hombre se ofrece a darme su abrigo. Me niego. Eso no <strong>lo</strong> voy a<br />
consentir. Cuando llegamos a la casa, nos dirigimos hacia la puerta de la cocina. Norbert<br />
saca una llave, abre y me invita a pasar.<br />
—Le prepararé algo calentito. ¡Lo necesita!<br />
—No..., no, por favor —digo, cogiéndole las frías manos—. Regrese a su casa. Es<br />
tarde y debe descansar.<br />
—Pero, señorita, yo...<br />
—Norbert, tranqui<strong>lo</strong>. Yo <strong>lo</strong> haré. Ahora, por favor, regrese a su casa.<br />
El hombre acepta a regañadientes y me indica <strong>que</strong> el señor a esa hora suele estar en<br />
su despacho y Flyn dormido. Le agradezco la información y por fin se va.<br />
Me <strong>que</strong>do sola en la enorme y oscura cocina, y respiro con agitación. La casa está<br />
silenciosa, y eso me pone la carne de gallina, pero ¡he regresado! Tiemb<strong>lo</strong>. Tengo frío,<br />
aun<strong>que</strong> pensar en Eric y su cercanía me hace empezar a tener ca<strong>lo</strong>r. Estoy nerviosa, ansiosa