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Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_

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—¿Dónde estás?<br />

Como no sé realmente dónde estoy, al observar a Marta reír con <strong>lo</strong>s muchachos, se<br />

me ocurre responder:<br />

—Estoy con tu hermana y unos amigos tomando algo.<br />

—¿Qué amigos? —pregunta Eric con impaciencia.<br />

—Pues no <strong>lo</strong> sé, Eric... Unos. ¡Yo qué sé!<br />

Oigo <strong>que</strong> resopla. Eso de no controlar dónde y en especial con quién estoy le<br />

enfada, pero me muestro dispuesta a <strong>que</strong> me deje disfrutar del momento.<br />

—¿Qué quieres?<br />

—Regresa a casa.<br />

—No.<br />

—Jud, no sé dónde estás ni con quién estás —insiste, y noto la tensión en su voz—.<br />

Estoy preocupado por ti. Por favor, dime dónde estás e iré a buscarte, pe<strong>que</strong>ña.<br />

Silencio..., silencio sepulcral, y antes de <strong>que</strong> él vuelva a decir algo <strong>que</strong> me ablande,<br />

añado:<br />

—Voy a colgar. Quiero disfrutar del bonito día de Reyes y creo <strong>que</strong> con esta gente<br />

<strong>lo</strong> voy a hacer. Por cierto, espero <strong>que</strong> tú también <strong>lo</strong> disfrutes en compañía de tu sobrino.<br />

Sois tal para cual. Adiós.<br />

Dicho esto, cuelgo.<br />

¡Madre mía, <strong>lo</strong> <strong>que</strong> acabo de hacer!<br />

¡He colgado a Iceman!<br />

Esto le habrá enfadado muchísimo. El móvil vuelve a sonar. Eric. Corto la llamada,<br />

y cuando insiste, directamente <strong>lo</strong> apago. Me da igual <strong>que</strong> se enoje. Por mí como si se da de<br />

cabezazos contra la pared. Me integro en la conversación e intento olvidarme de mi alemán.<br />

Los amigos de Marta son divertidísimos, y al salir del <strong>lo</strong>cal vamos a comer algo a<br />

un restaurante. Como <strong>siempre</strong>, todo buenísimo. O como <strong>siempre</strong>, mi hambre es atroz. Tras<br />

salir del restaurante, Reinaldo propone ir a un establecimiento cubano, y de cabeza vamos.<br />

Cuando entramos en Guantanamera, Reinaldo nos presenta a muchos paisanos <strong>que</strong><br />

como él viven en Múnich. ¡Madre mía, qué cantidad de cubanos viven aquí! Media hora<br />

después, ya soy cubana y digo eso de «ya tú sabes mi amol».<br />

Marta y yo nos ponemos hasta arriba de mojitos. Menuda es Marta. Es todo <strong>lo</strong><br />

opuesto a su hermano tratándose de diversión. Es más española <strong>que</strong> la tortilla de patatas, y<br />

eso me <strong>lo</strong> demuestra por la marcha <strong>que</strong> tiene. La tía es de las mías, y juntas hacemos buena<br />

camarilla. Anita tampoco se <strong>que</strong>da atrás. Cuando suena la canción Quimbara de la<br />

maravil<strong>lo</strong>sa Celia Cruz, Reinaldo me invita a bailar, y yo acepto.<br />

Quimbara quimbara quma quimbambá.<br />

Quimbara quimbara quma quimbambá<br />

Ay, si quieres gozar, quieres bailar. ¡Azúcar!<br />

Quimbara quimbara quma quimbambá.<br />

Quimbara quimbara quma quimbambá.<br />

¡Madre míaaaaaaa, qué marcha!<br />

Reinaldo baila maravil<strong>lo</strong>samente bien, y yo me dejo llevar. Muevo caderas. Subo<br />

brazos. Pasito para adelante. Pasito para atrás. Doy vueltas. Muevo hombros y

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