Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
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contestar a algunas preguntas <strong>que</strong> yo hago, y eso me hace sonreír.<br />
Cuando llegamos a Jokers, aparcamos el Mitsubishi, y detrás de nosotros <strong>lo</strong> hacen<br />
Frida y Andrés, y tras el<strong>lo</strong>s, Björn. Hace un frío de mil demonios y entramos raudos en el<br />
<strong>lo</strong>cal. Un alemán algo desgarbado sale a saludarnos y Björn me indica <strong>que</strong> es su padre. Se<br />
llama Klaus y es un tipo muy simpático. En el mismo momento en <strong>que</strong> sabe <strong>que</strong> soy<br />
española, las palabras «paella», «olé» y «torero» salen de su boca, y yo sonrío. ¡Qué<br />
gracioso!<br />
Tras servirnos unas cervezas, llega el resto del grupo, e instantes después una joven<br />
del restaurante nos abre un sa<strong>lo</strong>ncito aparte y todos entramos. Nos sentamos y dejo <strong>que</strong> Eric<br />
pida por mí. Tengo <strong>que</strong> ponerme al día en <strong>lo</strong> <strong>que</strong> se refiere a la comida alemana.<br />
Entre risas, comienza la cena e intento comprender todo <strong>lo</strong> <strong>que</strong> dicen, pero escuchar<br />
a tantas personas a la vez conservando en alemán me aturulla. ¡Qué bruscos son hablando!<br />
Mientras estoy concentrada en entender a la perfección <strong>lo</strong> <strong>que</strong> cuentan, Eric se acerca a mi<br />
oído.<br />
—Desde <strong>que</strong> sé <strong>que</strong> me has levantado el castigo, no veo el momento de llegar a<br />
casa, pe<strong>que</strong>ña. —Sonrío y me pregunta—: ¿Tú deseas <strong>lo</strong> mismo?<br />
Le digo <strong>que</strong> sí, y Eric vuelve a preguntar en mi oído mientras noto cómo su dedo<br />
hace circulitos en mi mus<strong>lo</strong> por debajo de la mesa:<br />
—¿Me deseas?<br />
Con gesto pícaro, levanto una ceja, centrándome en él.<br />
—Sí, mucho.<br />
Eric sonríe. Está feliz con <strong>lo</strong> <strong>que</strong> escucha.<br />
—En una escala del uno al diez, ¿cuánto me deseas? —me plantea,<br />
sorprendiéndome.<br />
Convencida de <strong>que</strong> mi libido está por las nubes, respondo:<br />
—El diez se <strong>que</strong>da corto. Digamos, ¿cincuenta?<br />
Mi contestación le vuelve a agradar. Coge una patata frita de su plato, le da un<br />
mordisco y después me la introduce en la boca. Yo, divertida, la mastico. Durante unos<br />
minutos, seguimos comiendo, hasta <strong>que</strong> escucho a Eric decir:<br />
—Vamos, Flyn, come o me comeré yo tu plato. Estoy hambriento. Terriblemente<br />
hambriento.<br />
El pe<strong>que</strong>ño asiente, y de pronto, Björn suelta una carcajada.<br />
—Eric, cuando le he contado a la nueva cocinera de mi padre <strong>que</strong> Judith es española<br />
me ha exigido <strong>que</strong> se la presentes.<br />
Ambos sonríen, y sin tiempo <strong>que</strong> perder, Eric se levanta, choca con complicidad la<br />
mano con Björn, coge la mía y señala:<br />
—Hagamos <strong>lo</strong> <strong>que</strong> pide la cocinera, o no podremos regresar a este <strong>lo</strong>cal.<br />
Asombrada, me levanto ante la mirada de todos, y cuando Flyn se va a levantar para<br />
acompañarnos, Björn, atrayendo la atención del pe<strong>que</strong>ño, dice:<br />
—Si te vas, me como yo todas las patatas.<br />
El crío defiende su posesión mientras nosotros nos alejamos del grupo. Salimos del<br />
salón, caminamos por un amplio pasil<strong>lo</strong> y, de pronto, Eric se para ante una puerta, mete una<br />
llave en la cerradura, me hace entrar y, tras cerrar la puerta, murmura, desabrochándose la<br />
cha<strong>que</strong>ta:<br />
—No puedo aguantar<strong>lo</strong> más, cariño. Tengo hambre, y no es de la comida <strong>que</strong> me<br />
espera sobre la mesa.<br />
Lo miro boquiabierta.