Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
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—¡Hola, gordita! ¿Cómo estás? —le pregunto riendo mientras me tumbo en la cama<br />
para hablar con ella.<br />
—Bien. Cada día más ceporri, pero bien. ¿Y tú <strong>que</strong> tal, cómo andas?<br />
Su voz suena algo triste, pero yo con el subidón de <strong>lo</strong> ocurrido segundos antes con<br />
Eric, respondo:<br />
—Pues mira, Ra<strong>que</strong>l, no te asustes. Estoy bien, aun<strong>que</strong> soy igualita <strong>que</strong> el increíble<br />
Hulk. Anteayer me caí en la nieve. Tengo la cara <strong>que</strong> parece un cuadro de Picasso y puntos<br />
en la barbilla. Con eso, te <strong>lo</strong> digo todo.<br />
—¡Cuchuuuuuuuuuuuu, no me asustes!<br />
Al ver <strong>que</strong> se alarma, añado:<br />
—Pero ¿no ves <strong>que</strong> estoy tranquilamente hablando contigo? Ha sido un golpecito de<br />
nada. No dramatices, <strong>que</strong> te conozco.<br />
Durante más de una hora hab<strong>lo</strong> con ella. La noto bien, pero hay algo <strong>que</strong> no sé..., no<br />
me deja contenta. Cuando cuelgo el teléfono me visto y bajo al comedor. Simona está<br />
pasando el aspirador, y al verme, <strong>lo</strong> para y pregunta:<br />
—¿Cómo está hoy, señorita?<br />
—Mejor, Simona. ¿Ha comenzado ya «Locura esmeralda»?<br />
La mujer mira el re<strong>lo</strong>j y dice:<br />
—¡Por todos <strong>lo</strong>s santos!, corramos o nos la perderemos.<br />
Hoy Luis Alfredo Quiñones, tras perseguir a cabal<strong>lo</strong> por toda la dehesa a Esmeralda<br />
Mendoza, la besa y le promete, mientras miran juntos al horizonte, recuperar al hijo de<br />
ambos. Simona y yo, emocionadas, nos miramos y suspiramos.<br />
A las doce aparece Frida con el encargo <strong>que</strong> le hice cuando supe <strong>que</strong> iba a venir y<br />
cuando me ve se <strong>que</strong>da sin habla. Aun<strong>que</strong> la he avisado por teléfono, no puede dejar de<br />
impresionarse al contemplar mi rostro.<br />
Sentadas en el salón comemos <strong>lo</strong> <strong>que</strong> Simona nos ha preparado mientras charlamos.<br />
—Tengo <strong>que</strong> contarte algo, Frida.<br />
—Tú dirás.<br />
Divertida, la miro y murmuro:<br />
—El otro día me encontré con Betta y le di dos guantazos y una patada en el cu<strong>lo</strong>.<br />
Vale, antes de <strong>que</strong> digas nada, sé <strong>que</strong> estuvo mal. Soy una adulta y no puedo ir<br />
comportándome como una delincuente, pero, oye, reconozco <strong>que</strong> me sentí bien al hacer<strong>lo</strong> y<br />
<strong>que</strong> si no hubiera sido por las caras de todas las <strong>que</strong> nos miraban, le habría dado siete más.<br />
El tenedor se le cae de las manos, y ambas nos reímos. Le cuento <strong>lo</strong> ocurrido y<br />
maldice no haber estado allí para haber aprovechado como Marta y darle su deseado<br />
bofetón. Cuando terminamos de comer, en vez de sentarnos en el salón, decidimos ir a mi<br />
cuarto. Se sorprende de <strong>lo</strong> bonito <strong>que</strong> <strong>lo</strong> estoy dejando y, cuando ve el árbol de Navidad<br />
rojo en un rincón, mi comentario es:<br />
—Mejor no preguntes.<br />
Animadas, nos sentamos en el cómodo sillón rojo <strong>que</strong> me ha regalado Eric, y tras<br />
cotillear sobre nuestro culebrón preferido, pregunta:<br />
—Entonces, ¿todo bien con Eric?<br />
—Sí. Discutimos, nos reconciliamos y volvemos a discutir. Bien.<br />
—Me alegro —dice riendo—. Y en <strong>lo</strong> sexual, ¿bien también?<br />
Pongo <strong>lo</strong>s ojos en blanco y asiento. Ambas nos reímos.<br />
—Increíble. Cada vez <strong>que</strong> <strong>que</strong>damos con Björn y hacemos un trío es indescriptible.<br />
Me vuelve <strong>lo</strong>ca ver la pasión <strong>que</strong> pone Eric. Cómo me ofrece... ¡Oh, Dios, me encanta