Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
problemas y cuchicheos empresariales. Demasiada gente desconocida dispuesta a<br />
machacarme por ser la extranjera novia del jefazo. No, ¡me niego! Prefiero pasear con<br />
Susto, ver «Locura esmeralda», bañarme en la maravil<strong>lo</strong>sa piscina cubierta o irme con<br />
Jurgen, el primo de Eric, a correr con la moto. Ésta es una maravilla y tira <strong>que</strong> da gusto.<br />
Eric no sabe nada. Se <strong>lo</strong> oculto, y Jurgen me guarda el secreto. De momento, mejor <strong>que</strong> no<br />
se entere.<br />
Un miércoles por la mañana me voy con Marta y Sonia al campo, donde siguen el<br />
curso de paracaidismo. Entusiasmada veo cómo el instructor les indica <strong>lo</strong> <strong>que</strong> tienen <strong>que</strong><br />
hacer cuando estén en el aire. Me animan a <strong>que</strong> participe, pero prefiero mirar. Aun<strong>que</strong><br />
tirarse en paracaídas tiene <strong>que</strong> ser una chulada, cuando <strong>lo</strong> veo tan cercano me acojona. Van<br />
a hacer su primer salto libre, y están nerviosas. ¡Yo, histérica! Hasta el momento <strong>siempre</strong> <strong>lo</strong><br />
han hecho enganchadas a un monitor, pero esta vez es diferente.<br />
Pienso en Eric, en <strong>lo</strong> <strong>que</strong> diría si supiera esto. Me siento fatal. No quiero ni imaginar<br />
<strong>que</strong> pueda salir algo mal. Sonia parece leerme el pensamiento y se acerca a mí.<br />
—Tranquila, tesoro. Todo va a salir bien. ¡Positividad!<br />
Intento sonreír, pero tengo la cara congelada por el frío y <strong>lo</strong>s nervios.<br />
Antes de subir a la avioneta, ambas me besan.<br />
—Gracias por guardarnos el secreto —dice Marta.<br />
Cuando se montan en la avioneta les digo adiós con la mano. Nerviosa, observo<br />
cómo el avión coge altura y desaparece casi de mi vista. Un monitor se ha <strong>que</strong>dado<br />
conmigo y me explica cientos de cosas.<br />
—Mira..., ya están en el aire.<br />
Con el corazón en la boca, veo caer unos puntitos. Angustiada, compruebo cómo <strong>lo</strong>s<br />
puntitos se acercan..., se acercan..., y, cuando estoy a punto de gritar, <strong>lo</strong>s paracaídas se<br />
abren y aplaudo al punto del infarto. Minutos después, cuando toman tierra, Sonia y Marta<br />
están pletóricas. Gritan, saltan y se abrazan. ¡Lo han conseguido!<br />
Yo aplaudo de nuevo, pero sinceramente no sé si <strong>lo</strong> hago por<strong>que</strong> <strong>lo</strong> han <strong>lo</strong>grado o<br />
por<strong>que</strong> no les ha pasado nada. Só<strong>lo</strong> con pensar en <strong>lo</strong> <strong>que</strong> Eric diría, se me abren las carnes.<br />
Cuando me ven, corren hacia mí y me abrazan. Como tres niñas chicas, saltamos<br />
emocionadas.<br />
Por la noche, cuando Eric me pregunta dónde he estado con su madre y su hermana,<br />
miento. Me invento <strong>que</strong> hemos estado en un spa dándonos unos masajes de chocolate y<br />
coco. Eric sonríe. Disfruta con <strong>lo</strong> <strong>que</strong> me invento, y yo me siento mal. Muy mal. No me<br />
gusta mentir, pero Sonia y Marta me <strong>lo</strong> han hecho prometer. No las puedo defraudar.<br />
Una mañana, Frida me llama por teléfono y una hora después llega a casa<br />
acompañada por el pe<strong>que</strong>ño Glen. ¡Qué rico está el mocosete! Charlamos durante horas, y<br />
me confiesa <strong>que</strong> es una acérrima seguidora de «Locura esmeralda». Eso me hace reír. ¡Qué<br />
fuerte! No soy la única joven de mi edad <strong>que</strong> la ve. Al final, Simona va a tener razón en<br />
cuanto a <strong>que</strong> esa telenovela mexicana está siendo un fenómeno de masas en Alemania. Tras<br />
varias confidencias, le enseño la moto y a Susto.<br />
—Judith, ¿te gusta enfadar a Eric?<br />
—No —respondo, divertida—. Pero tiene <strong>que</strong> aceptar las cosas <strong>que</strong> a mí me gustan<br />
igual <strong>que</strong> yo acepto las <strong>que</strong> le gustan a él, ¿no crees?<br />
—Sí.<br />
—Odio las pistolas, y yo acepto <strong>que</strong> él haga tiro olímpico —insisto para<br />
justificarme.<br />
—Sí, pero <strong>lo</strong> de la moto no le va a hacer ninguna gracia. Además, era de Hannah