Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
salimos una hora después de ella, Flyn se agarra a mi cintura.<br />
—No quiero <strong>que</strong> te vayas nunca, ¿me <strong>lo</strong> prometes?<br />
Emocionada por el cariño <strong>que</strong> el niño me demuestra, le beso en la cabeza.<br />
—Prometido.<br />
Esa tarde, Flyn se marcha a casa de Sonia. Según él, tiene cosas <strong>que</strong> hacer. Su<br />
secretismos me hacen gracia. Eric está serio. No está enfadado, pero su gesto me demuestra<br />
<strong>que</strong> le ocurre algo. Intento hablar con él y al final consigo saber <strong>que</strong> le duele la cabeza. Eso<br />
me alarma. ¡Sus ojos! Sin decir nada se va a descansar a nuestra habitación. No <strong>lo</strong> sigo.<br />
Quiere estar so<strong>lo</strong>.<br />
Sobre las seis de la tarde, Susto, aburrido por<strong>que</strong> Flyn se ha llevado a Calamar, me<br />
pide a su manera <strong>que</strong> vayamos a dar su paseo. Eric ya ha salido de nuestra habitación y está<br />
en su despacho. Tiene mejor aspecto. Sonríe. Eso me tranquiliza. Intento <strong>que</strong> me acompañe,<br />
<strong>que</strong> le dé el aire. Pero se niega. Al final, desisto.<br />
Abrigada con mi plumón rojo, gorro, guantes y bufanda, salgo al exterior de la casa.<br />
No hace frío. Susto corre, y yo corro tras él. Cuando traspasamos la verja negra, comienzo a<br />
tirarle bolas de nieve. El perro, divertido, corre y corre mientras da vueltas a mi alrededor.<br />
Durante un buen rato, paseamos por la carretera. La urbanización donde vivimos es<br />
enorme y decido disfrutar de la tarde y caminar aun<strong>que</strong> ya ha anochecido. De pronto, veo<br />
un coche parado en la cuneta. Con curiosidad me acerco. Un hombre trajeado de unos<br />
cuarenta años habla por teléfono con el cejo fruncido.<br />
—Llevo esperando la jodida grúa más de una hora. Mándela ¡ya!<br />
Dicho esto cuelga y me mira. Yo sonrío y pregunto:<br />
—¿Problemas?<br />
El trajeado asiente y, sin muchas ganas de hablar, contesta:<br />
—Las luces del coche.<br />
Curiosa, miro el coche. Un Mercedes.<br />
—¿Puedo echarle un ojo a su automóvil?<br />
—¿Usted?<br />
Ese «¿usted?» con sonrisita de superioridad no me gusta, pero suspiro, <strong>lo</strong> miro y<br />
respondo:<br />
—Sí, yo. —Y al ver <strong>que</strong> no se mueve, insisto—. No tiene nada <strong>que</strong> perder, ¿no<br />
cree?<br />
Boquiabierto, asiente. Susto está a mi lado. Le pido <strong>que</strong> abra el capó, y <strong>lo</strong> hace<br />
desde el interior del coche. Una vez abierto, cojo la varilla y <strong>lo</strong> aseguro para <strong>que</strong> no se<br />
cierre. Mi padre <strong>siempre</strong> me ha dicho <strong>que</strong> <strong>lo</strong> primero <strong>que</strong> tengo <strong>que</strong> mirar cuando me fallan<br />
las luces del coche son <strong>lo</strong>s fusibles. Con la mirada, busco dónde está la caja de fusibles en<br />
ese mode<strong>lo</strong> de coche, y cuando la <strong>lo</strong>calizo, la abro. Miro un par de el<strong>lo</strong>s y encuentro <strong>lo</strong> <strong>que</strong><br />
pasa.<br />
—Tiene un fusible fundido.<br />
El hombre me mira como si le estuviera explicando la teoría del calamar adobado.<br />
—¿Ve esto? —digo, enseñándole el fusible de co<strong>lo</strong>r azul. El hombre asiente—. Si<br />
se fija, verá <strong>que</strong> está fundido. No se preocupe, la luz de su coche está bien. Só<strong>lo</strong> hay <strong>que</strong><br />
cambiar el fusible para <strong>que</strong> la bombilla del coche vuelva a funcionar.<br />
—Increíble —asiente el hombre, mirándome.<br />
¡Oh, Dios!, cómo me gusta dejar a <strong>lo</strong>s hombres boquiabiertos por estas cosas.<br />
¡Gracias, papá! Cuánto agradezco <strong>que</strong> mi padre me enseñara a ser algo más <strong>que</strong> una<br />
princesa.