Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
—Pero, hija, ¡eso es horrible! Una señorita como tú no hace esas cosas.<br />
Cabeceo. Asiento y aseguro convencida de <strong>que</strong> <strong>lo</strong> volvería a hacer.<br />
—Simplemente le di su merecido por perra.<br />
—Morenita, ¿quieres <strong>que</strong> te lave la boca con jabón?<br />
Me entra la risa al escuchar<strong>lo</strong> y él al final se ríe. No es para menos, y dándome unos<br />
to<strong>que</strong>citos en la mano, me recuerda:<br />
—Yo no te enseñé a comportarte así.<br />
—Lo sé, papá, pero ¿qué <strong>que</strong>rías <strong>que</strong> hiciera? Ella me ha provocado, y ya sabes <strong>que</strong><br />
soy demasiado impulsiva.<br />
Divertido, da un trago a su cerveza y señala:.<br />
—Vale, hija. Entiendo <strong>que</strong> <strong>lo</strong> hicieras, pero oye ¡<strong>que</strong> no se vuelva a repetir! Nunca<br />
has sido una camorrista y no quiero <strong>que</strong> <strong>lo</strong> seas.<br />
Sus palabras me hacen reír, <strong>lo</strong> abrazo y susurra en mi oreja:<br />
—¿Conoces el dicho «si tienes un pájaro debes dejar<strong>lo</strong> volar»? Si vuelve, es tuyo; si<br />
no, es <strong>que</strong> nunca te perteneció. Eric regresará. Ya <strong>lo</strong> verás, morenita.<br />
No contesto. No tengo fuerzas para responder ni pensar en refranes.<br />
A la mañana siguiente arranco mi moto y me desfogo saltando como un kamikaze<br />
por <strong>lo</strong>s campos de Jerez. Es mi mejor medicina. Arriesgo, arriesgo y arriesgo y, al final, me<br />
caigo. Pedazo de leñazo <strong>que</strong> me meto. En el sue<strong>lo</strong> pienso en cómo Eric se preocuparía por<br />
mi caída y, cuando me levanto, toco mi do<strong>lo</strong>rido trasero y maldigo.<br />
Por la tarde, mientras estoy viendo la televisión, me suena el móvil. Es Fernando.<br />
Su padre, el Bicharrón, le ha contado <strong>que</strong> estoy en Jerez sin Eric y se preocupa por mí. Dos<br />
días después, aparece por Jerez. Cuando me ve nos abrazamos y me invita a comer.<br />
Hablamos. Le comento <strong>que</strong> Eric y yo hemos roto, y sonríe. El muy idiota sonríe y me dice:<br />
—Ese alemán no te va a dejar escapar.<br />
Sin <strong>que</strong>rer hablar más del tema le pregunto por su vida y me sorprendo cuando me<br />
cuenta <strong>que</strong> está saliendo con una chica de Valencia. Me alegro por él y más cuando me<br />
confiesa <strong>que</strong> está total y completamente colgado por ella. Eso me encanta. Quiero ver<strong>lo</strong><br />
feliz.<br />
Los días pasan y mi humor tan pronto es alegre como depresivo. Echo en falta a<br />
Eric. No se ha puesto en contacto conmigo, y eso es una novedad. Lo quiero. Lo quiero<br />
demasiado como para olvidar<strong>lo</strong> tan pronto. Por las noches, cuando estoy en la cama cierro<br />
<strong>lo</strong>s ojos y casi <strong>lo</strong> siento a mi lado mientras en el iPod escucho las canciones <strong>que</strong> he<br />
disfrutado a su lado. Mi nivel de masoquismo sube por días. Me he traído una camiseta<br />
suya y la hue<strong>lo</strong>. Su o<strong>lo</strong>r me encanta. Necesito oler<strong>lo</strong> para dormir. Es una mala costumbre,<br />
pero no me importa. Es mi mala costumbre.<br />
Cuando llevo una semana en Jerez, llamo a Sonia a Alemania. La mujer se pone<br />
muy contenta al recibir mi llamada, y yo me sorprendo cuando sé <strong>que</strong> Flyn está allí con<br />
ella. Eric está de viaje. Estoy tentada de preguntar si es a Londres, pero decido <strong>que</strong> no.<br />
Bastante me martirizo. Durante un buen rato hab<strong>lo</strong> con el crío. Ninguno de <strong>lo</strong>s dos<br />
mencionamos a su tío, y cuando el teléfono <strong>lo</strong> vuelve a coger Sonia, murmura:<br />
—¿Estás bien, tesoro?<br />
—Sí. Estoy con mi padre en Jerez y aquí me mima como necesito.<br />
Sonia sonríe y cuchichea:<br />
—Sé <strong>que</strong> no <strong>lo</strong> quieres escuchar, pero te <strong>lo</strong> voy a decir: está insoportable. Ese hijo<br />
mío, con ese carácter <strong>que</strong> se gasta, es intratable.<br />
Sonrío con tristeza. Imagino cómo está. Sonia murmura: