Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
—¿Seguro?<br />
—Segurísimo.<br />
Pero aguijoneada por <strong>lo</strong>s ce<strong>lo</strong>s insisto mientras el cuel<strong>lo</strong> comienza a picarme y me<br />
rasco.<br />
—¿Y con la chica morena <strong>que</strong> subía con nosotros en el ascensor?<br />
Piensa, y finalmente responde:<br />
—No.<br />
—¿Y con la rubia <strong>que</strong> estaba en recepción?<br />
—No. Y no te to<strong>que</strong>s el cuel<strong>lo</strong>, o <strong>lo</strong>s ronchones irán a peor.<br />
No le hago caso y, no contenta con sus respuestas, pregunto:<br />
—Pero ¿tú has dicho <strong>que</strong> has tenido sexo en este despacho?<br />
—Sí.<br />
¡Qué picor de cuel<strong>lo</strong>! No doy crédito y cuchicheo fuera de mí:<br />
—Me estás diciendo <strong>que</strong> has jugado con alguien <strong>que</strong> trabaja en tu empresa.<br />
—No.<br />
Eric se levanta y se acerca.<br />
—Pero si acabas de decir <strong>que</strong>...<br />
—Vamos a ver —me corta, quitándome la mano del cuel<strong>lo</strong>—, no he sido un monje<br />
y sexo he tenido con varias mujeres de la empresa y fuera de ella. Sí, cariño, no <strong>lo</strong> voy a<br />
negar. Pero jugar, <strong>lo</strong> <strong>que</strong> tú y yo llamamos jugar, no he jugado con ninguna en este<br />
despacho, a excepción de Betta y Amanda.<br />
Al recordar a esas arpías, mi corazón bombea de forma irregular.<br />
—Claro..., Amanda, la señorita Fisher.<br />
—Que por cierto —aclara Eric mientras me sopla el cuel<strong>lo</strong>— Se ha trasladado a<br />
Londres para desarrollar Müller en a<strong>que</strong>lla ciudad.<br />
Eso me congratula. Tenerla lejos me agrada, y Eric, divirtiéndose con mis<br />
preguntas, me abraza y me besa en la frente.<br />
—Para mí, hoy por hoy, la única mujer <strong>que</strong> existe eres tú, pe<strong>que</strong>ña. Confía en mi<br />
cariño. Recuerda, entre nosotros no hay secretos ni desconfianzas. Necesitamos <strong>que</strong> todo<br />
sea así para <strong>que</strong> <strong>lo</strong> nuestro funcione.<br />
Nos miramos.<br />
Nos retamos, y finalmente, Eric se acerca a mi boca.<br />
—Si intento besarte, ¿me harás la cobra de nuevo?<br />
No contesto a su pregunta.<br />
—¿Tú confías en mí? —digo.<br />
—Totalmente —responde—. Sé <strong>que</strong> no me ocultas nada.<br />
Asiento, pero <strong>lo</strong> cierto es <strong>que</strong> le oculto cosas. Me azota un sentimiento de culpa.<br />
¡Qué mal me siento! Nada <strong>que</strong> tenga <strong>que</strong> ver con sexo, pero le oculto cosas, entre ellas <strong>que</strong><br />
escondo un perro en casa, <strong>que</strong> he saltado con la moto de Jurgen, y <strong>que</strong> su madre y Marta<br />
están apuntadas a un curso de paracaidismo.<br />
¡Dios, cuántas cosas le oculto!<br />
Eric me mira. Yo sonrío y, al final, resop<strong>lo</strong> y cuchicheo:<br />
—¡Mira cómo se me ha puesto el cuel<strong>lo</strong> por tu culpa!<br />
Eric ríe y me coge entre sus brazos.<br />
—Creo <strong>que</strong> voy a ordenar <strong>que</strong> hagan un archivo en mi despacho para cuando me<br />
vengas a visitar, ¿qué te parece?<br />
Suelto una carcajada, <strong>lo</strong> beso y, olvidándome de mis culpabilidades y mis ce<strong>lo</strong>s,