Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
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—Bueno, ¿qué te parece Múnich?<br />
Una vez <strong>que</strong> mastico y trago un trozo de la crujiente rosquilla, respondo:<br />
—Lo poco <strong>que</strong> he visto hasta <strong>ahora</strong>, majestuoso. Creo <strong>que</strong> es una ciudad muy<br />
señorial.<br />
Marta sonríe.<br />
—¿Sabías <strong>que</strong> a <strong>lo</strong>s de Múnich se nos conoce como <strong>lo</strong>s mediterráneos de Europa?<br />
—No.<br />
Ambas nos reímos.<br />
—¿Has venido para <strong>que</strong>darte con Eric?<br />
¡Vaya, directa y al grano!, como a mí me gusta. Y dispuesta a ser sincera, digo:<br />
—Sí. Somos como el fuego y el hie<strong>lo</strong>, pero nos <strong>que</strong>remos y deseamos intentar<strong>lo</strong>.<br />
Marta aplaude, feliz, y <strong>lo</strong>s <strong>que</strong> están a nuestro lado la miran extrañados. Pero sin<br />
importarle en absoluto las miradas de <strong>lo</strong>s otros, cuchichea:<br />
—Me encanta. ¡Me encanta! Espero <strong>que</strong> mi hermanito aprenda <strong>que</strong> la vida es algo<br />
más <strong>que</strong> trabajo y seriedad. Creo <strong>que</strong> tú vas a abrirle <strong>lo</strong>s ojos en muchos sentidos, pero<br />
siento decirte <strong>que</strong> eso te va a traer más de un problema. Lo conozco muy bien.<br />
—¿Problema?<br />
—¡Ajá!<br />
—Pues yo no quiero problemas. —Al decir eso me acuerdo de la canción de David<br />
de María e inevitablemente sonrío—. ¿Por qué crees <strong>que</strong> voy a tener problemas con Eric?<br />
Marta se limpia <strong>lo</strong>s labios con una servilleta y contesta:<br />
—Eric nunca ha vivido con nadie, excepto estos últimos años con Flyn. Se<br />
independizó muy pronto, y si hay algo <strong>que</strong> no soporta es <strong>que</strong> se inmiscuyan en su vida y en<br />
sus decisiones. Es más, me encantaría contemplar su cara cuando vea el árbol de Navidad<br />
rojo y las cintas de co<strong>lo</strong>res <strong>que</strong> has comprado. —Ambas nos reímos, y prosigue—:<br />
Conozco a ese cabezón muy bien y estoy segura de <strong>que</strong> vas a discutir con él. Por cierto, en<br />
<strong>lo</strong> referente a la educación de Flyn, es una cosa mala. Lo tiene sobreprotegido. Só<strong>lo</strong> le falta<br />
meter<strong>lo</strong> en una urna de cristal.<br />
Eso me provoca risa.<br />
—No te rías. Tú misma <strong>lo</strong> vas a comprobar. Y fíjate <strong>lo</strong> <strong>que</strong> te digo: mi hermano no<br />
aprobará el rega<strong>lo</strong> <strong>que</strong> le has comprado a Flyn.<br />
Miro hacia la bolsa <strong>que</strong> Marta está señalando y, sorprendida, pregunto:<br />
—¿Que no aprobará el skateboard?<br />
—No.<br />
—¿Por qué? —inquiero al pensar en cómo me divierto con mi sobrina y su skate.<br />
—Eric rápidamente va<strong>lo</strong>rará <strong>lo</strong>s peligros. Ya <strong>lo</strong> verás.<br />
—Pero si le he comprado casco, rodilleras y coderas para <strong>que</strong> cuando se caiga no se<br />
haga daño...<br />
—Da igual, Judith. En ese rega<strong>lo</strong>, Eric só<strong>lo</strong> verá peligro y se <strong>lo</strong> prohibirá.<br />
Media hora después salimos del <strong>lo</strong>cal y nos dirigimos hacia la calle<br />
Maximilianstrasse, considerada la milla de oro de Múnich. Entramos en la tienda de D&G y<br />
aquí Marta se lanza a por unos va<strong>que</strong>ros. Mientras ella se <strong>lo</strong>s prueba, rápidamente le<br />
compro una camiseta <strong>que</strong> he visto <strong>que</strong> le ha gustado. Visitamos infinidad de tiendas<br />
exclusivas, a cuál más cara, y cuando entramos en Armani, decido comprarle una camisa<br />
blanca con rayitas azules a Eric. Va a estar guapísimo.<br />
Una vez <strong>que</strong> finalizamos las compras, regresamos a la plaza del ayuntamiento a<br />
recoger mi bonito árbol de Navidad. Marta se ríe. Yo también, aun<strong>que</strong> ya comienzo a dudar