Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
gana.<br />
—¿Juegas con él, Judith?<br />
Otra pregunta sorpresa. Al final, le doy. ¿Cómo puede pensar eso? Y malhumorada,<br />
se me ocurre responder con chulería:<br />
—Simplemente hago <strong>lo</strong> <strong>que</strong> tú haces. Ni más. Ni menos.<br />
Silencio. Tensión. De nuevo, Alemania contra España. Al final asiente y tras<br />
mirarme de arriba abajo sisea:<br />
—De acuerdo.<br />
Nos miramos. Nos retamos. Estoy por gritarle <strong>que</strong> él me ha ocultado <strong>lo</strong> de mi<br />
hermana, pero al final y sin saber por qué voy y digo:<br />
—El próximo fin de semana voy a Múnich.<br />
Eric se levanta de la silla y, apoyándose en la mesa con <strong>lo</strong>s ojos fuera de sus órbitas,<br />
pregunta:<br />
—¿Vas a ir a la fiesta de Björn?<br />
No sé de qué fiesta habla. Björn no me ha dicho nada ni conoce mi viaje. Yo he<br />
<strong>que</strong>dado con Marta en Múnich, para ver a Flyn y a todos <strong>lo</strong>s <strong>que</strong> quiero, pero apoyándome<br />
en la mesa, contesto lenta y retadoramente:<br />
—Y a ti ¿qué te importa?<br />
Suena el teléfono. ¡Mi salvación! Con rapidez <strong>lo</strong> cojo.<br />
—Buenos días. Le atiende Judith F<strong>lo</strong>res. ¿En qué puedo ayudarle?<br />
—Cuchufleta, ¿cómo estás, cariño?<br />
¡Mi hermana!<br />
Sin dejar de mirar a Eric, respondo:<br />
—¡Hola, Pab<strong>lo</strong>!<br />
—¡¿Pab<strong>lo</strong>?! Pero Cuchuuuuuuu, <strong>que</strong> soy yo, Ra<strong>que</strong>l.<br />
—Lo sé, Pab<strong>lo</strong>..., <strong>lo</strong> sé. Vale. Si quieres cenamos. ¿En tu casa? ¡Genial!<br />
Mi hermana no entiende nada, y antes de <strong>que</strong> diga nada más, añado:<br />
—Luego, te llamo. Ahora estoy hablando con mi jefe. Hasta dentro de un rato.<br />
Cuando cuelgo, la mirada de Eric es siniestra. No sabe quién es ese Pab<strong>lo</strong> y <strong>lo</strong><br />
desconcierta. Divertida por<strong>que</strong> sé <strong>lo</strong> <strong>que</strong> piensa, añado:<br />
—¿Qué pasa? ¿quien te informa de mi vida no te ha hablado de Pab<strong>lo</strong>? —Y<br />
echándome para adelante en la mesa, siseo ante su cara—: Pues te tienen muy mal<br />
informado. Björn es un amigo, algo <strong>que</strong> desde luego Pab<strong>lo</strong> no es.<br />
Sin más, me doy la vuelta y salgo del despacho. Me tiembla todo. Qué manera de<br />
liarla.<br />
Sé <strong>que</strong> no me quita ojo, por <strong>lo</strong> <strong>que</strong> cojo mi bolso y me voy de allí como alma <strong>que</strong><br />
lleva el diab<strong>lo</strong>. Cuando llego a la cafetería, me pido una coca-cola con mucho hie<strong>lo</strong>. Estoy<br />
sedienta a la par <strong>que</strong> furiosa e histérica.<br />
¿Qué narices estoy haciendo? Y sobre todo, ¿qué narices está haciendo él?<br />
Abro el móvil, llamo a Björn.<br />
—Tu amiguito Eric está aquí. Ha venido hecho una furia a preguntarme qué<br />
hacíamos tú y yo ayer por Madrid.<br />
—¿Que está en Madrid?<br />
En ese momento, Eric entra en la cafetería y me mira. Se sienta en el otro extremo<br />
de la barra y yo sigo hablando por teléfono.<br />
—Sí. Ahora le tengo justo enfrente de mí.<br />
—¡Joder con Eric! —ríe Björn—. Bueno, preciosa, pues ya sabes <strong>lo</strong> <strong>que</strong> te dije. Él