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Pideme-lo-que-quieras-ahora-y-siempre-Megan-Maxwellcrispetes.cat_

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—¡Puag! —gesticula Flyn.<br />

—Es tradición en Alemania, al igual <strong>que</strong> en Italia —contesta Eric, feliz.<br />

—La sopa es de chicharrones con salchichas, señorita Judith, y está muy sabrosa —<br />

indica Simona—. ¿Le pongo un poquito?<br />

—Sí, gracias.<br />

Simona llena mi plato, y todos me miran. Esperan <strong>que</strong> la pruebe. Cojo mi cuchara y<br />

hago <strong>lo</strong> <strong>que</strong> desean. Efectivamente, está muy buena. Sonrío, y <strong>lo</strong>s demás también <strong>lo</strong> hacen.<br />

Incapaz de callar <strong>lo</strong> <strong>que</strong> pienso, mientras Norbert bromea con Flyn y Simona le<br />

llena el plato de sopa, miro a Eric y cuchicheo:<br />

—¿Por qué no les dices a Simona y Norbert <strong>que</strong> se sienten con nosotros a cenar?<br />

Mi propuesta en un principio le sorprende, pero tras entender <strong>lo</strong> <strong>que</strong> pretendo<br />

finalmente accede.<br />

—Simona, Norbert, ¿les apetece cenar con nosotros?<br />

El matrimonio se mira. Por su cara imagino <strong>que</strong> es la primera vez <strong>que</strong> Eric les<br />

propone algo así.<br />

—Señor —responde Norbert—, se <strong>lo</strong> agradecemos mucho, pero ya hemos cenado.<br />

Eric me mira. Como estoy dispuesta a conseguir mi propósito, digo sonriente:<br />

—Me encantaría <strong>que</strong> para el postre se sentaran con nosotros, ¿me <strong>lo</strong> prometen?<br />

El matrimonio se vuelve a mirar, y al final, ante la insistencia de Flyn, Simona<br />

sonríe y asiente.<br />

Diez minutos después, tras acabar la sopa, Simona y Norbert entran con más<br />

platitos. Me <strong>que</strong>do mirando fijamente uno.<br />

—Eso es verdura. Se llama sauerkraut —indica Eric—. Es col agria. Pruébala.<br />

—Sí. Está muy rico —señala Flyn.<br />

Su gesto me demuestra <strong>que</strong> no le gusta y, por la pinta <strong>que</strong> tiene, no me llama.<br />

Decido declinar la oferta con la mejor de mis sonrisas y cojo un panecil<strong>lo</strong> con algo <strong>que</strong><br />

parece una salchicha blanca.<br />

De pronto, veo <strong>que</strong> Norbert deja unas bandejas sobre la mesa. Aplaudo.<br />

Langostinos, <strong>que</strong>so y jabón ibérico. ¡Olé! Eric, al ver mi gesto, coge mi mano.<br />

—No olvides <strong>que</strong> mi madre es española y tenemos muchas costumbres <strong>que</strong> ella nos<br />

ha inculcado.<br />

—¡Mmm, me encanta el jamón! —añade el pe<strong>que</strong>ño.<br />

El jamoncito está de vicio. ¡Dios, qué maravilla! Y cuando traen el asado de pato,<br />

ya no puedo más. Pero como no quiero hacer un feo, me sirvo un poquito, y la verdad, ¡está<br />

exquisito!<br />

También pruebo un <strong>que</strong>so alemán fundido y col con zanahoria. Me dicen <strong>que</strong> son<br />

comidas tradicionales para traer la estabilidad financiera, y como estoy en paro, ¡me pongo<br />

morada!<br />

La cena es en todo momento amena, aun<strong>que</strong> me doy cuenta de <strong>que</strong> soy yo quien<br />

lleva el hi<strong>lo</strong> de la conversación. Eric, con mirarme y sonreír, tiene bastante. Flyn intenta<br />

obviarme, pero la edad es un grado, y cuando hab<strong>lo</strong> de juegos de la Wii o la PlayStation, es<br />

incapaz de no sumarse a la conversación. Eric sonríe y, acercándose a mí, murmura:<br />

—Eres increíble, cariño.<br />

Cuando decido <strong>que</strong> no voy a comer nada más para no reventar, aparecen Simona y<br />

Norbert con un postre <strong>que</strong> tiene una pinta maravil<strong>lo</strong>sa y <strong>que</strong> con só<strong>lo</strong> ver<strong>lo</strong> ya <strong>lo</strong> quiero<br />

devorar.<br />

—Bienenstich de Simona. ¡Qué rico! —aplaude Flyn, emocionado.

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