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Revista de Análisis Transaccional y Psicología Humanista - aespat

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46 Felicísimo Valbuena <strong>de</strong> la FuenteDESENLACE, SALDO O MALDICIÓNLos padres dicen al niño cómo ha <strong>de</strong> terminarsu vida... Aquí, la pregunta principalpara el analista <strong>de</strong> guiones es “¿De cuántasmaneras pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir un padre a un niño queviva para siempre o que se caiga muerto?”.Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo literalmente: “¡Viva!”, en unbrindis o en una oración, o “¡Cáete muerto!”en una disputa. Es difícil ver o reconocer elpo<strong>de</strong>r casi increíble que tienen las palabras<strong>de</strong> una madre sobre un niño (o la <strong>de</strong> una esposasobre su marido, o viceversa) (Berne,2002, pp.128 y 132-134).Hay cuentos en los que el protagonistase quita <strong>de</strong> encima la maldición con su PequeñoProfesor, es <strong>de</strong>cir, con el Adulto quehay en su Niño, tal como aparece en elAnálisis Estructural <strong>de</strong> Segundo Grado. Enotros, sólo pue<strong>de</strong> quitarse la Maldición conayuda <strong>de</strong> fuerzas protectoras. Es <strong>de</strong>cir, laspersonas pue<strong>de</strong>n cambiar el sentido <strong>de</strong> lamaldición o saldo negativo <strong>de</strong> la vida, unasveces por sí mismas, otras con ayuda <strong>de</strong>los <strong>de</strong>más. Francisco Massó ha sintetizadomuy bien, en un Capítulo, en qué consisteel cambio <strong>de</strong>l Argumento (el Guión) al Proyecto<strong>de</strong> Vida (Massó, 2007, pp. 251-281).Hänsel y Gretel (An<strong>de</strong>rsen)Dos hermanos carecen <strong>de</strong>l amor que losniños esperan <strong>de</strong> los padres. La segundaesposa, la madrastra, manipula como quiereal padre <strong>de</strong> los niños, un hombre débil.Es una madrastra malvada, como suelenser las <strong>de</strong> los cuentos. Ella intenta <strong>de</strong>shacerse<strong>de</strong> los niños y vence fácilmente lasresistencias <strong>de</strong>l padre. Con lo que no cuentaes con el Pequeño Profesor <strong>de</strong> Hänsel,que hace fracasar sus planes en el primerintento. Como la fuente <strong>de</strong> la maldad esinagotable, la madrastra logra <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse<strong>de</strong> los niños cuando lo intenta por segundavez.Junto a un bosque muy gran<strong>de</strong> vivía unpobre leñador con su mujer y dos hijos; elniño se llamaba Hänsel, y la niña, Gretel.Apenas tenían qué comer, y en una época <strong>de</strong>carestía que sufrió el país, llegó un momentoen que el hombre ni siquiera podía ganarseel pan <strong>de</strong> cada día. Estaba el leñador unanoche en la cama, cavilando y revolviéndose,sin que las preocupaciones le <strong>de</strong>jaranpegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, asu mujer:–¿Qué va a ser <strong>de</strong> nosotros? ¿Cómo alimentara los pobres pequeños, puesto quenada nos queda?–Se me ocurre una cosa –respondió ella–.Mañana, <strong>de</strong> madrugada, nos llevaremos a losniños a lo más espeso <strong>de</strong>l bosque. Les encen<strong>de</strong>remosun fuego, les daremos un pedacito<strong>de</strong> pan y luego los <strong>de</strong>jaremos solos parair a nuestro trabajo. Como no sabrán encontrarel camino <strong>de</strong> vuelta, nos libraremos <strong>de</strong>ellos.–¡Por Dios, mujer! –replicó el hombre–.Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobremí el abandonar a mis hijos en el bosque! Notardarían en ser <strong>de</strong>strozados por las fieras.–¡No seas necio! –exclamó ella–. ¿Quieres,pues, que nos muramos <strong>de</strong> hambre loscuatro? ¡Ya pue<strong>de</strong>s ponerte a aserrar las tablas<strong>de</strong> los ataú<strong>de</strong>s! Y no cesó <strong>de</strong> importunarlehasta que el hombre accedió–Pero me dan mucha lástima –<strong>de</strong>cía.Los dos hermanitos, a quienes el hambremantenía siempre <strong>de</strong>svelados, oyeron lo quesu madrastra aconsejaba a su padre. Gretel,entre amargas lágrimas, dijo a Hänsel:–¡Ahora sí que estamos perdidos!–No llores, Gretel –la consoló el niño–, yno te aflijas, que yo me las arreglaré para salir<strong>de</strong>l paso.Y cuando los viejos estuvieron dormidos,se levantó, se puso la chaquetita y salió a lacalle por la puerta trasera. Brillaba una lunaesplendorosa y los blancos guijarros que estabanen el suelo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa, relucíancomo plata pura. Hänsel los fue recogiendohasta que no le cupieron más en los bolsillos.De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel:–Nada temas, hermanita, y duerme tranquila:Dios no nos abandonará –y se acostó<strong>de</strong> nuevo–. A las primeras luces <strong>de</strong>l día, antesaún <strong>de</strong> que saliera el sol, la mujer fue allamar a los niños:–¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos<strong>de</strong> ir al bosque por leña. –Y dando a cadauno un pedacito <strong>de</strong> pan, les advirtió–: Ahí tenéisesto para mediodía, pero no os lo comáisantes, pues no os daré más.<strong>Revista</strong> <strong>de</strong> Análisis <strong>Transaccional</strong> y Psicología <strong>Humanista</strong>, Nº 58, Año 2008

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