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Revista de Análisis Transaccional y Psicología Humanista - aespat

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Los guiones y los proyectos <strong>de</strong> vida en algunos cuentos <strong>de</strong> los Hermanos Grimm y <strong>de</strong> An<strong>de</strong>rsen 59Elisa sigue las instrucciones: recoge lasdolorosas ortigas, las convierte en lino ycomienza a tejer los camisones, permaneciendomuda. Mientras está trabajando enlos camisones, una partida <strong>de</strong> cazadoresse acerca adon<strong>de</strong> ella se encuentra. El reyque posee aquel bosque la ve, se maravilla<strong>de</strong> su belleza y la lleva a su palacio, para<strong>de</strong>spués casarse con ella. Aun queriendo asu marido cada día más, no pue<strong>de</strong> manifestárseloy aprovecha todo el tiempo quetiene, incluso por la noche, para tejer loscamisones. Y así es como llega al séptimocamisón, aunque se queda sin lino. Parano llamar la atención, no vacila en visitar elcementerio por la noche para coger las ortigas.Como en el cementerio hay brujas, Elisaes acusada <strong>de</strong> ser una <strong>de</strong> ellas, y acabanpor con<strong>de</strong>narla a morir en la hoguera.Rayaba ya el alba; faltaba una hora parasalir el sol, cuando los once hermanos sepresentaron a la puerta <strong>de</strong> palacio, suplicandoser conducidos a presencia <strong>de</strong>l Rey. Imposible-se les respondió-, era <strong>de</strong> noche todavía,el Soberano estaba durmiendo y no sele podía <strong>de</strong>spertar. Rogaron, amenazaron,vino la guardia, y el propio Rey salió preguntandoqué significaba aquello. En aquel momentosalió el sol y <strong>de</strong>saparecieron los hermanos,pero once cisnes salvajes volaron encima<strong>de</strong>l palacio.Están a punto <strong>de</strong> quemarla viva, peroella sigue tejiendo el séptimo camisón.–¡Mirad la bruja cómo murmura! No llevaen la mano un <strong>de</strong>vocionario, no, sigue consus brujerías. ¡Destrozadla en mil pedazos!Se lanzaron hacia ella para arrancarle loscamisones, y en el mismo momento acudieronvolando once blancos cisnes, que se posarona su alre<strong>de</strong>dor en la carreta, agitandolas gran<strong>de</strong>s alas. Al verlo, la muchedumbreretrocedió aterrorizada.–¡Es un signo <strong>de</strong>l cielo! ¡No cabe duda <strong>de</strong>que es inocente! -<strong>de</strong>cían muchos en vozbaja; pero no se atrevían a expresarse <strong>de</strong>otro modo.El verdugo la agarró <strong>de</strong> la mano, y entoncesella echó rápidamente los once camisonessobre los cisnes, que en el acto quedarontransformados en otros tantos gallardospríncipes; sólo el menor tenía un ala en lugar<strong>de</strong> un brazo, pues faltaba una manga a sucamisón; la muchacha no había tenido tiempo<strong>de</strong> terminarlo.–Ahora ya puedo hablar -exclamó-. ¡Soyinocente! El pueblo, al ver lo ocurrido, se postróante ella como ante una santa; pero Elisacayó <strong>de</strong>smayada en brazos <strong>de</strong> sus hermanos,no pudiendo resistir tantas emociones,angustias y dolores.–¡Sí, es inocente! -gritó el hermano mayor,y contó al pueblo todo lo sucedido, y mientrashablaba se esparció una fragancia como <strong>de</strong>millones <strong>de</strong> rosas, pues cada pedazo <strong>de</strong> leña<strong>de</strong> la hoguera había echado raíces y proyectabaramas. Era un seto aromático, alto ycuajado <strong>de</strong> rosas encarnadas, con una flor enla cumbre, blanca y brillante como una estrella.La cortó el Rey y la puso en el pecho <strong>de</strong>Elisa, la cual volvió en sí, lleno el corazón <strong>de</strong>paz y felicidad.Historia <strong>de</strong> uno que hizo un viaje parasaber qué era el miedo (Hermanos Grimm)Este cuento recuerda al Sigfrido <strong>de</strong> Wagner,que no conocía el miedo. Parte <strong>de</strong> unasituación <strong>de</strong>sfavorable, porque su padre le<strong>de</strong>sprecia. Sin embargo, él no se <strong>de</strong>sanimay hace frente a todos los obstáculos creandoy reflexionando. Por tanto, otro PequeñoProfesor que se mueve con gran tranquilida<strong>de</strong>n ambientes muy diversos.Un labrador tenía dos hijos, el mayor <strong>de</strong>los cuales era muy listo y entendido, y sabíamuy bien a qué atenerse en todo, pero el menorera tonto y no entendía ni aprendía nada,y cuando le veían las gentes <strong>de</strong>cían: “Trabajotiene su padre con él.” Cuando había algoque hacer, tenía siempre que mandárselo almayor, pero si su padre le mandaba algosiendo <strong>de</strong> noche, o le enviaba al oscurecercerca <strong>de</strong>l cementerio, o siendo ya oscuro alcamino o cualquier otro lugar sombrío, lecontestaba siempre: “¡Oh!, no, padre, yo novoy allí: ¡tengo miedo! Pues era muy miedoso.”Si por la noche referían algún cuento alre<strong>de</strong>dor<strong>de</strong> la lumbre, en particular si era <strong>de</strong>espectros y fantasmas, <strong>de</strong>cían todos los quele oían: “¡Qué miedo!” Pero el menor, que estabaen un rincón escuchándolos no podíacompren<strong>de</strong>r lo que querían <strong>de</strong>cir: “Siempredicen ¡miedo, miedo!, yo no sé lo que es mie-<strong>Revista</strong> <strong>de</strong> Análisis <strong>Transaccional</strong> y Psicología <strong>Humanista</strong>, Nº 58, Año 2008

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