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Revista de Análisis Transaccional y Psicología Humanista - aespat

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Los guiones y los proyectos <strong>de</strong> vida en algunos cuentos <strong>de</strong> los Hermanos Grimm y <strong>de</strong> An<strong>de</strong>rsen 57cantado; ¿<strong>de</strong> qué te serviría matarme si nopuedo serte <strong>de</strong> mucho regalo? Échame alagua y déjame nadar.–Ciertamente, le dijo el pescador, no teníasnecesidad <strong>de</strong> hablar tanto, pues no harétampoco otra cosa que <strong>de</strong>jar nadar a sus anchasa un barbo que sabe hablar.Le echó al agua y el barbo se sumergió enel fondo, <strong>de</strong>jando tras sí una larga huella <strong>de</strong>sangre. El pescador se fue a la choza con sumujer.–Marido mío, le dijo, ¿no has cogido hoynada?–No, contestó el marido; he cogido un barboque me ha dicho ser un príncipe encantadoy le he <strong>de</strong>jado nadar lo mismo que antes.–¿No le has pedido nada para ti? -replicóla mujer.–No, repuso el marido; ¿y qué había <strong>de</strong>pedirle?–¡Ah! -respondió la mujer; es tan triste, estan triste vivir siempre en una choza tan suciae infecta como esta; hubieras <strong>de</strong>bido pedirleuna casa pequeñita para nosotros; vuelve yllama al barbo, dile que quisiéramos teneruna casa pequeñita, pues nos la dará <strong>de</strong> seguro.–¡Ah! -dijo el marido, ¿y por qué he <strong>de</strong> volver?–¿No le has cogido, continuó la mujer, y<strong>de</strong>jado nadar como antes? Pues lo harás; vecorriendo.El marido no hacía mucho caso; sin embargo,fue a la orilla <strong>de</strong>l mar, y cuando llegóallí, la vio toda amarilla y toda ver<strong>de</strong>, se acercóal agua y dijo:Tararira ondino, tararira ondino,hermoso pescado, pequeño vecino,mi pobre Isabel grita y se enfurece,es preciso darla lo que se merece.El barbo avanzó hacia él y le dijo: -¿Quéquieres?–¡Ah! -repuso el hombre, hace poco que tehe cogido; mi mujer sostiene que hubiera <strong>de</strong>bidopedirte algo. No está contenta con viviren una choza <strong>de</strong> juncos, quisiera mejor unacasa <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.–Pue<strong>de</strong>s volver, le dijo el barbo, pues ya latiene.Volvió el marido y su mujer no estaba yaen la choza, pero en su lugar había una casapequeña, y su mujer estaba a la puerta sentadaen un banco. Le cogió <strong>de</strong> la mano y ledijo: -Entra y mira: esto es mucho mejor.Entraron los dos y hallaron <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> lacasa una bonita sala y una alcoba don<strong>de</strong> estabasu lecho, un comedor y una cocina consu espetera <strong>de</strong> cobre y estaño muy reluciente,y todos los <strong>de</strong>más utensilios completos.Detrás había un patio pequeño con gallinas ypatos, y un canastillo con legumbres y frutas.-¿Ves, le dijo la mujer, qué bonito es esto?–Sí, le dijo el marido; si vivimos siempreaquí, seremos muy felices.–Veremos lo que nos conviene, replicó lamujer.A partir <strong>de</strong> ese momento, la mujer va forzandoa su obediente marido para quevaya a pedir al barbo milagroso las cosassiguientes: un palacio, ser reyes, ser emperadores,y finalmente (...)–Ve al instante, quiero ser semejante aDios.–¡Ah, mujer! -dijo el marido arrojándose asus pies; el barbo no pue<strong>de</strong> hacer eso; hapodido muy bien hacerte reina y emperatriz,pero, te lo suplico, conténtate con ser emperatriz.Entonces echó a llorar; sus cabellos volaronen <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> su cabeza,<strong>de</strong>spedazó su cinturón y dio a su marido unpuntapié gritando:–No puedo, no quiero contentarme conesto; marcha al instante.El marido se vistió rápidamente y echó acorrer, como un insensato.(...)–¿Qué quieres tú, amigo? -dijo el barbo.–¡Ah, contestó, quiere ser semejante aDios!–Vuelve y la encontrarás en la choza.Y a estas horas viven allí todavía.Llegados a este punto <strong>de</strong>l estudio, es elmomento <strong>de</strong> recordar unas esperanzadoraspalabras <strong>de</strong> Berne:«Los triunfadores también están programados.En vez <strong>de</strong> una maldición, hay una bendición:“¡Larga vida!” o “¡Sé un gran hombre!”. Elrequerimiento es adaptable en vez <strong>de</strong> coaccionante:“¡No seas egoísta!” y el “¡Vamos!” es“¡Bien hecho!”. Con esta vigilancia tan benévola,y con todos sus permisos, hay todavía un<strong>de</strong>monio con el que luchar, escondido en lasoscuras cavernas <strong>de</strong> su mente prístina. Si su<strong>de</strong>monio es un amigo en vez <strong>de</strong> un enemigo,entonces todo irá bien». (Berne, 2002, p. 151).<strong>Revista</strong> <strong>de</strong> Análisis <strong>Transaccional</strong> y Psicología <strong>Humanista</strong>, Nº 58, Año 2008

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