07.05.2013 Views

Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

amor radical resucitando a Jesús, el sufrimiento queda transformado. Cuando Cristo nos<br />

redime por su sufrimiento, el sufrimiento mismo queda redimido. Cristo, que murió por todos,<br />

nos ofrece a todos la posibilidad <strong>de</strong> participar en su obra re<strong>de</strong>ntora; y a<strong>de</strong>más nos ofrece la<br />

posibilidad <strong>de</strong> que, <strong>un</strong>iendo nuestro sufrimiento al suyo, también nosotros podamos participar<br />

en la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do. Eso es lo que Frank Parater había intuido con toda claridad.<br />

Cuando Jesús se hizo partícipe <strong>de</strong>l sufrimiento humano, nos capacitó para participar en su obra<br />

re<strong>de</strong>ntora. Cuando nuestro sufrimiento se <strong>un</strong>e al suyo, se convierte en sufrimiento re<strong>de</strong>ntor<br />

porque, igual que el <strong>de</strong> Cristo, proce<strong>de</strong> <strong>de</strong>l amor. Ofrecer nuestro sufrimiento para que<br />

red<strong>un</strong><strong>de</strong> en bien <strong>de</strong> otros es <strong>un</strong>a manera <strong>de</strong> colaborar a que la Iglesia extienda la obra<br />

re<strong>de</strong>ntora <strong>de</strong> Cristo a lo largo <strong>de</strong> la historia.<br />

Todo eso me lo enseñaron en la escuela, pero sólo años más tar<strong>de</strong> llegué a compren<strong>de</strong>r la<br />

verdad <strong>de</strong> que el sufrimiento re<strong>de</strong>ntor actúa realmente en la vida. Personalmente, tuve el<br />

privilegio <strong>de</strong> conocer y tratar durante años al congresista Henry Hy<strong>de</strong> y a su esposa, Jeanne, a<br />

la que visité con frecuencia y con la que, a principios <strong>de</strong> la década <strong>de</strong> 1990, recé muchas veces<br />

en el hospital don<strong>de</strong> seguía <strong>un</strong> tratamiento contra el cáncer. En el último estadio <strong>de</strong> su<br />

enfermedad, Jeanne Hy<strong>de</strong> ofreció su sufrimiento en favor <strong>de</strong> <strong>un</strong>a causa por la que ella y su<br />

marido Henry habían luchado con toda nobleza y con el mayor tesón <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do. A mi parecer,<br />

Jeanne estaba haciendo más bien <strong>de</strong>l que ella se imaginaba. Como yo le escribí <strong>un</strong>a vez, ¿quién<br />

sabía cuántas jóvenes madres que se encontraban solas y <strong>de</strong>sesperadas habían encontrado el<br />

coraje <strong>de</strong> no abortar, porque Jeanne había ofrecido por ellas su sufrimiento personal? Cuando<br />

Jeanne Hy<strong>de</strong> murió, yo estaba fuera <strong>de</strong>l país. Al cabo <strong>de</strong> <strong>un</strong>as semanas, <strong>un</strong>o <strong>de</strong> sus hijos me<br />

contó que su madre había tenido <strong>un</strong>a muerte tranquila <strong>de</strong>bido a su convicción <strong>de</strong> que, al <strong>un</strong>ir<br />

su propio sufrimiento al <strong>de</strong> Cristo, había ayudado en cierto modo a que otras mujeres jóvenes<br />

aceptaran su misión <strong>de</strong> transmitir el don <strong>de</strong> la vida.<br />

«Sin cruz no hay corona». Esa es la máxima que sintetizar el mensaje <strong>de</strong> Pablo en su Seg<strong>un</strong>da<br />

Carta a los volubles y confusos Corintios: «Nuestras penalida<strong>de</strong>s momentáneas y ligeras nos<br />

producen <strong>un</strong>a riqueza eterna., <strong>un</strong>a gloria que las sobrepasa <strong>de</strong>smesuradamente» (2 Cor 4,17).<br />

Transformado por la cruz <strong>de</strong> Cristo, nuestro sufrimiento ya no es <strong>un</strong> absurdo, sino más bien<br />

otro modo <strong>de</strong> ser <strong>un</strong> pueblo que pue<strong>de</strong> vivir eternamente con Dios. El sufrimiento nos enseña<br />

que po<strong>de</strong>mos vivir a gusto en la luz <strong>de</strong> <strong>un</strong> Dios cuyo Hijo entra en el m<strong>un</strong>do para sufrir, e<br />

incluso morir, por ese mismo m<strong>un</strong>do y por todos nosotros. Frank Parater entendió ese<br />

mensaje en toda su prof<strong>un</strong>didad. Y también Jeanne Hy<strong>de</strong>. Por eso, ambos murieron tranquilos<br />

y dispuestos a encontrarse con Dios.<br />

Todo esto sugiere que, para los <strong>católico</strong>s, el sufrimiento es <strong>un</strong>a vocación, es <strong>de</strong>cir, otro modo<br />

<strong>de</strong> hacer <strong>de</strong> nosotros mismos <strong>un</strong> don para los <strong>de</strong>más, como nuestra propia vida lo es para<br />

nosotros. Es <strong>un</strong> modo <strong>de</strong> crecer en la «compasión», cuya raíz latina significa «sufrir con».<br />

Como el Buen Samaritano, por nuestro propio sufrimiento enten<strong>de</strong>mos el sufrimiento <strong>de</strong><br />

otros, <strong>de</strong> modo que no po<strong>de</strong>mos «pasar <strong>de</strong> largo» al otro lado <strong>de</strong>l camino. El sufrimiento,<br />

tanto el propio como el <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, nos enseña la actitud f<strong>un</strong>damental <strong>de</strong> la solidaridad<br />

humana.<br />

Como codo en la vida, el sufrimiento nos parece distinto cuando experimentamos la «historia»<br />

(history) como His-story («Su historia», es <strong>de</strong>cir, «historia <strong>de</strong> Cristo»), la historia <strong>de</strong> <strong>un</strong> amor

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!