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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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seminario sobre la doctrina social <strong>de</strong> la Iglesia, dirigido a estudiantes proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> las<br />

nuevas <strong>de</strong>mocracias <strong>de</strong> Europa Central y <strong>de</strong> América <strong>de</strong>l Norte; muchos <strong>de</strong> los Padres y<br />

hermanos que allí resi<strong>de</strong>n son buenos amigos míos, como miembros <strong>de</strong> esa gran familia que es<br />

la Iglesia Católica.<br />

La mejor hora para visitar la Basílica es la <strong>de</strong> las 7,00 <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> cualquier domingo, y no<br />

precisamente por la tranquilidad <strong>de</strong>l lugar, sino por todo lo contrario. Los Dominicos dirigen<br />

<strong>un</strong>a capellanía para estudiantes <strong>de</strong> la cercana Universidad Jagieloniana; y todos los domingos,<br />

a las 7,00 <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, se celebra <strong>un</strong>a misa para ellos. Yo estuve allí el domingo 20 <strong>de</strong> j<strong>un</strong>io <strong>de</strong><br />

2003, nada más acabar el semestre <strong>de</strong> primavera en la <strong>un</strong>iversidad. A pesar <strong>de</strong> que, durante la<br />

semana, la <strong>un</strong>iversidad había quedado casi vacía, aquel domingo, a las 7,00 <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, la<br />

Basílica estaba completamente abarrotada, con casi tres mil jóvenes en su interior. Estaban<br />

por todas partes: en los bancos, en sillas, en los viejos asientos monásticos <strong>de</strong>l coro, colgados<br />

en la gran escalera <strong>de</strong> mármol que lleva a la tumba <strong>de</strong> san Jacinto, sentados en los<br />

reclinatorios <strong>de</strong> los confesonarios góticos, y formando colas que llegaban hasta la calle. Su<br />

vestimenta reflejaba la moda <strong>un</strong>iversal <strong>de</strong> los jóvenes <strong>de</strong> hoy: por todas partes, vaqueros y<br />

camisetas <strong>de</strong>senfadadas. El coro, todo <strong>de</strong> estudiantes, era maravilloso: mezcla <strong>de</strong> gregoriano<br />

tradicional con cantos e himnos polacos y música contemporánea proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l monasterio<br />

ecuménico <strong>de</strong> Taizé, en Francia. La predicación era exigente tanto en el aspecto intelectual<br />

como en el sentido moral, pero siempre con <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> humor. Puedo asegurar que, en<br />

conj<strong>un</strong>to, fue <strong>un</strong>a experiencia litúrgica inolvidable.<br />

Con todo, tengo la sensación <strong>de</strong> que la belleza <strong>de</strong> la liturgia no fue mi recuerdo más dura<strong>de</strong>ro<br />

<strong>de</strong> aquella misa <strong>de</strong> domingo, casi nocturna, en la basílica <strong>de</strong> los Dominicos <strong>de</strong> Cracovia. Pero lo<br />

que más se me quedó grabado fueron las caras; eso es lo que todos parecen recordar más<br />

vivamente: caras tensas y, al mismo tiempo, relajadas; caras <strong>de</strong> gente que sabe que, al venir a<br />

este lugar, vienen a <strong>un</strong> terreno límite entre lo humano y lo divino, como hemos expuesto<br />

antes. Los jóvenes, chicos y chicas, no se suelen comportar <strong>de</strong> esa manera cuando van a misa<br />

sólo por seguir las normas o por complacer a sus padres. Los jóvenes sí se comportan <strong>de</strong> ese<br />

modo si están convencidos, como diría <strong>un</strong> protestante evangélico <strong>de</strong>l prof<strong>un</strong>do Sur. Como me<br />

<strong>de</strong>cía <strong>un</strong> amigo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su primera experiencia <strong>de</strong> <strong>un</strong>a misa <strong>de</strong> domingo a las 7,00 <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong>, «esa gente participa en la liturgia y escucha la Sagrada Escritura y la homilía como si les<br />

fuera la vida en ello».<br />

Y así es, realmente. Esos tres mil jóvenes adultos saben algo que la sabiduría convencional no<br />

ha logrado aún enten<strong>de</strong>r o expresar; mejor dicho, que no quiere admitir. Y ese «algo» merece<br />

que se le <strong>de</strong>dique <strong>un</strong> momento <strong>de</strong> reflexión.<br />

Según la línea histórica convencional <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>rnidad, «mo<strong>de</strong>rnización» es igual a<br />

secularización, es <strong>de</strong>cir, el clima en el que las creencias y prácticas religiosas tradicionales se<br />

marchitan. Según esa lectura, «mo<strong>de</strong>rnidad» y «religión» suman «cero»; cuanto más<br />

mo<strong>de</strong>rno, menos religioso, y cuanto más religioso, menos susceptible <strong>de</strong> mo<strong>de</strong>rnización. A<br />

principios <strong>de</strong>l siglo XX, ciertos pensadores avanzados pronosticaron que el nuevo siglo iba a ser<br />

testigo <strong>de</strong> <strong>un</strong>a maduración humana tutelada por la ciencia y sin «necesidad» <strong>de</strong> religión. La fe<br />

y la práctica religiosa eran cosa <strong>de</strong> niños, quizá <strong>de</strong> adolescentes. Una humanidad adulta no<br />

tenía «necesidad» <strong>de</strong> Dios.

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