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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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creo que la razón se pueda reducir a <strong>un</strong>a música tan espléndida y a <strong>un</strong>a predicación tan<br />

ejemplar. Más bien es que la gente <strong>de</strong> St. Mary gente normal en todos los sentidos (como se<br />

suele <strong>de</strong>cir), ha llegado a enten<strong>de</strong>r su situación <strong>de</strong> manera diferente: ahora saben que son<br />

hombres y mujeres a los que Cristo, por el bautismo, ha dado fuerza para ofrecer al Padre <strong>un</strong><br />

culto auténtico.<br />

En 1963 los obispos <strong>de</strong>l Concilio Vaticano II enseñaron que la liturgia que celebramos aquí es<br />

<strong>un</strong>a participación en la «liturgia celeste que se celebra en la Ciudad Santa <strong>de</strong> Jerusalén, hacia la<br />

que caminamos como peregrinos, y en la que Cristo está sentado a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> Dios como<br />

ministro <strong>de</strong> las cosas santas y <strong>de</strong>l verda<strong>de</strong>ro tabernáculo». La gente <strong>de</strong> St. Mary no sabrá<br />

<strong>de</strong>cirte exactamente qué significa ese lenguaje altamente teológico. Pero que tampoco tienen<br />

por qué hacerlo; ellos saben lo que significa; y lo saben en su corazón, en su mente, en su<br />

alma. Lo saben por experiencia. Saben que no abandonan la iglesia el domingo por la mañana,<br />

para regresar al «m<strong>un</strong>do real», porque saben que con la Misa <strong>de</strong>l domingo viven en y <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do real, el <strong>de</strong> la com<strong>un</strong>ión con Dios. Ellos saben, tanto por intuición como por<br />

experiencia, lo que Angelo Scola, Patriarca <strong>de</strong> Venecia y reconocido teólogo, quería <strong>de</strong>cir<br />

cuando dijo, hace pocos años, que los sacramentos y, sobre todo, la Eucaristía son <strong>un</strong><br />

encuentro con Cristo «como contemporáneo nuestro».<br />

Tú sabes, como lo sabe cualquier <strong>católico</strong>, que la liturgia ha sido <strong>un</strong> campo <strong>de</strong> batalla en la<br />

Iglesia, a partir <strong>de</strong>l Concilio Vaticano II. Muchos argumentos sobre el modo en que los <strong>católico</strong>s<br />

rezan y ofrecen el culto tienen bastante que ver con la diversidad <strong>de</strong> gustos y <strong>de</strong> posturas<br />

estéticas. Pero los temas verda<strong>de</strong>ramente serios <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>un</strong>a comprensión diferente <strong>de</strong><br />

lo que, en realidad, es el culto. Y eso es <strong>un</strong> problema muy serio.<br />

Tal como lo entien<strong>de</strong> la Iglesia Católica, la liturgia es obra <strong>de</strong> Dios, no nuestra. La liturgia es<br />

nuestra participación, aquí y ahora, en lo que ya siempre ha sucedido alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l trono <strong>de</strong><br />

Dios, el Trono <strong>de</strong> La Gracia, don<strong>de</strong> los ángeles y los santos alaban a Dios por toda la eternidad.<br />

Decir que la liturgia no es «obra nuestra» no significa que sacerdotes y pueblo no tengan<br />

mucho que ver con lo que ocurre en la Misa. Obviamente, tienen mucho que ver; y gente<br />

como la <strong>de</strong> St. Mary y su pastor ponen su grano <strong>de</strong> arena con todo cuidado, con toda<br />

reverencia y con el mejor buen gusto. Pero la liturgia que se realiza en Greenville es <strong>un</strong>a<br />

po<strong>de</strong>rosa experiencia, porque todos y cada <strong>un</strong>o saben que Dios es el verda<strong>de</strong>ro actor en<br />

nuestra celebración cultual. De acuerdo con la renovación litúrgica promovida por el Concilio<br />

Vaticano II, la población <strong>de</strong> Greenville ha llegado a enten<strong>de</strong>r que es el propio Dios el que nos<br />

invita a darle culto y nos capacita para ello.<br />

Muchos jóvenes <strong>católico</strong>s se lamentan <strong>de</strong> que se aburren en misa. Y no se lo reprocho. Cuando<br />

tanto el sacerdote como los fieles se olvidan <strong>de</strong> lo que realmente está sucediendo allí, y<br />

cuando la misa es otra forma <strong>de</strong> entretenimiento, <strong>un</strong>a terapia, o <strong>un</strong> entretenimiento<br />

terapéutico, no es lo que tendría que ser. Y tampoco nosotros somos lo que tendríamos que<br />

ser, como exige nuestro bautismo. Por eso, el p<strong>un</strong>to básico, que está al margen o en contra <strong>de</strong><br />

la cultura, es el siguiente: Nosotros no damos culto a Dios porque nos hace sentir bien, o<br />

relajados, o entretenidos. Damos culto a Dios porque Dios es digno <strong>de</strong> culto; al dar a Dios el<br />

culto que le es <strong>de</strong>bido, satisfacemos <strong>un</strong> <strong>de</strong> los más prof<strong>un</strong>dos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong>l espíritu humano.

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