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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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Si la cultura americana, tanto la más popular como la más elevada, pudiera estar en<br />

consonancia con <strong>un</strong> tema musical que encierre la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> <strong>un</strong>a libertad que gobierne la vida<br />

contemporánea, ese tema sería, sin duda, el <strong>de</strong> la canción <strong>de</strong> Frank Sinatra «My Way» («A mi<br />

manera»). Da la impresión <strong>de</strong> que «lo hice a mi manera» resume la tan dif<strong>un</strong>dida i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que<br />

la libertad consiste en <strong>un</strong>a afirmación <strong>de</strong> sí mismo y <strong>de</strong> la propia vol<strong>un</strong>tad en el acto <strong>de</strong> elegir,<br />

no en las causas o en el objeto. Sugerir que ciertas elecciones son incompatibles con la<br />

dignidad humana resulta extraño en el momento presente.<br />

El catolicismo tiene <strong>un</strong>a concepción distinta <strong>de</strong> la libertad. Libertad y bondad van j<strong>un</strong>tas. Un<br />

excelente moralista contemporáneo, el Padre Servais Pinckaers, O.P., explicaba esa cuestión<br />

con dos espléndidas metáforas. Según él, apren<strong>de</strong>r a tocar el piano es, al principio, bastante<br />

aburrido e incluso <strong>de</strong>scorazonador. Recuerdo perfectamente el disgusto que me producía <strong>un</strong><br />

libro para el aprendizaje <strong>de</strong> técnicas musicales, que llevaba por título Escalas, acor<strong>de</strong>s, y<br />

arpegios. Pero el caso es que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber realizado los correspondientes ejercicios, lo<br />

que antes me parecía <strong>un</strong>a carga insoportable lo veía con mayor claridad; apren<strong>de</strong>r a tocar la<br />

tecla justa en el momento oport<strong>un</strong>o constituía <strong>un</strong>a liberación. De ese modo, pue<strong>de</strong>s llegar a<br />

tocar lo que más te guste, incluso las partituras más difíciles. Hasta pue<strong>de</strong>s componer tu<br />

propia música. Como escribe el Padre Pinckaers, cualquiera pue<strong>de</strong> aporrear <strong>un</strong> piano; pero eso<br />

es «<strong>un</strong>a especie <strong>de</strong> libertad salvaje, totalmente rudimentaria», y no <strong>un</strong>a libertad realmente<br />

humana. Si no <strong>de</strong>jas <strong>de</strong> hacer tus ejercicios, llegarás a dominar el arte <strong>de</strong> tocar el piano y<br />

<strong>de</strong>scubrirás <strong>un</strong>a nueva libertad mucho más rica y enriquecedora, la libertad <strong>de</strong> hacer a la<br />

perfección lo que más te pueda apetecer.<br />

Otro caso es el aprendizaje <strong>de</strong> <strong>un</strong> nuevo idioma. Sin duda, tú mismo habrás <strong>de</strong>scubierto que la<br />

mejor manera <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r <strong>un</strong> idioma extranjero es escucharlo y tratar <strong>de</strong> hablarlo. Des<strong>de</strong><br />

luego, hay que apren<strong>de</strong>r la gramática y el vocabulario, es <strong>de</strong>cir, las «reglas» que transforman el<br />

ruido en lenguaje articulado. Sin esas reglas, no existe la com<strong>un</strong>icación; sólo habrá pura<br />

jerigonza. El Padre Pinckaers sugiere que esta experiencia común es, en realidad, <strong>un</strong>a ventana<br />

a la verdad sobre la libertad. Y así es. El lenguaje significa vivir <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>un</strong> sistema <strong>de</strong> reglas;<br />

pero son las reglas las que me dan la libertad <strong>de</strong> construir nuevas frases, <strong>de</strong> probar nuevas<br />

i<strong>de</strong>as, <strong>de</strong> com<strong>un</strong>icarme. Reducir la libertad a la libertad <strong>de</strong> cometer errores rebaja la libertad y<br />

nos <strong>de</strong>scalifica a nosotros mismos. Libertad supone el hábito <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r a evitar errores. De<br />

modo que otra <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> «hábito» es virtud.<br />

La expresión «a mi manera» nos <strong>de</strong>scubre <strong>un</strong>a concepción <strong>de</strong> la libertad que Pinckaers<br />

<strong>de</strong>nomina «libertad <strong>de</strong> indiferencia». Hacer algo «a mi manera», simplemente porque se<br />

acomoda a mi manera, equivale a aporrear el piano o a hablar en jerigonza. La concepción más<br />

noble y más rica <strong>de</strong> «libertad», como la que propone la Iglesia Católica, es lo que Pinckaers<br />

llama libertad para lo excelente, es <strong>de</strong>cir, libertad para hacer lo más correcto <strong>de</strong> la manera más<br />

correcta y por las razones más pertinentes. Y todo como «hábito». Ese es el modo<br />

auténticamente humano, la clase <strong>de</strong> libertad que satisface nuestro <strong>de</strong>seo más natural <strong>de</strong><br />

felicidad que, en sí misma, refleja nuestro <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> Dios, el Bien supremo. La libertad nos<br />

ayuda a crecer hasta transformarnos en la clase <strong>de</strong> gente que pue<strong>de</strong> vivir con ese Dios por<br />

toda la eternidad.<br />

Ahora bien, ¿qué tiene esto que ver con la <strong>de</strong>mocracia? La respuesta es: «Todo».

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