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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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seguir siendo objeto <strong>de</strong> la irascibilidad <strong>de</strong> Julio, el testarudo florentino terminó por acce<strong>de</strong>r a<br />

los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong>l papa.<br />

La i<strong>de</strong>a original <strong>de</strong> Julio II consistía en cubrir todo el techo con refinados dibujos geométricos,<br />

completándolo con retratos <strong>de</strong> los doce apóstoles en las pechinas triangulares que coronaban<br />

cada <strong>un</strong>a <strong>de</strong> Las ventanas. Miguel Ángel jugueteó con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dar vida al proyecto <strong>de</strong>l papa;<br />

pero aquello no le satisfacía, sobre todo, porque su intención era pintar gran<strong>de</strong>s frescos <strong>de</strong>l<br />

cuerpo humano. Con su peculiar <strong>de</strong>scaro, Miguel Ángel informó al papa <strong>de</strong> que su diseño era<br />

<strong>un</strong>a cosa povera, <strong>un</strong>a i<strong>de</strong>a muy pobre. Por alg<strong>un</strong>a razón, Julio, que no era hombre <strong>de</strong> mucha<br />

paciencia, no llegó a explotar, sino que encargó a Miguel Ángel que le presentara <strong>un</strong> nuevo<br />

proyecto.<br />

El proyecto era verda<strong>de</strong>ramente colosal. ¿Cómo iba Miguel Ángel a po<strong>de</strong>r cubrir <strong>de</strong> frescos <strong>un</strong>a<br />

superficie <strong>de</strong> más <strong>de</strong> 3.000 metros cuadrados <strong>de</strong> <strong>un</strong>a bóveda que combinaba espacios planos y<br />

curvos, <strong>de</strong> modo que la totalidad <strong>de</strong>l dibujo tuviera coherencia? Miguel Ángel, cuyos sueños no<br />

tenían límite, <strong>de</strong>cidió finalmente crear <strong>un</strong>a epopeya visual <strong>de</strong>l drama humano: la creación <strong>de</strong>l<br />

m<strong>un</strong>do y la primitiva historia <strong>de</strong> la raza humana se <strong>de</strong>sarrollarían a lo largo <strong>de</strong> la bóveda, <strong>de</strong><br />

oeste a este, en nueve cuadros típicos: tres sobre la creación <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do natural, tres sobre la<br />

creación <strong>de</strong>l hombre, y tres sobre la historia <strong>de</strong> Noé; los profetas antiguos y las sibilas,<br />

heraldos <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> la humanidad, llenarían las enjutas, y los momentos cruciales <strong>de</strong> la<br />

historia <strong>de</strong> Israel irían en las pechinas. Su ejecución duró cuatro años. Cuando Roma<br />

contempló aquella maravilla, el día <strong>de</strong> Todos los Santos <strong>de</strong> 1512, toda la gente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el papa<br />

Julio II hasta el último monaguillo, se quedó sobrecogida. Jamás se había visto cosa igual;<br />

jamás se había realizado <strong>un</strong>a obra tan magnífica e impresionante.<br />

Miguel Ángel, que siempre insistía en que él era escultor, más que pintor, <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> pensar que,<br />

cuando Julio II <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> preg<strong>un</strong>tarle con respecto a la Capilla Sixtina: «¿Cuándo vas a<br />

terminar?», había terminado su carrera. Pero Pablo III, el cuarto sucesor <strong>de</strong> Julio II, tenía otras<br />

i<strong>de</strong>as. En 1535 pidió al florentino que pintara <strong>un</strong> enorme fresco <strong>de</strong>l Juicio Final en la pared <strong>de</strong>l<br />

altar mayor, para sustituir otros frescos <strong>de</strong>l Perugino y dos <strong>de</strong> las l<strong>un</strong>etas que el propio Miguel<br />

Angel había pintado en 1512. Esta vez, Miguel Ángel no puso objeciones. Cuando terminó la<br />

obra, en 1541, toda Roma quedó, otra vez, maravillada, a<strong>un</strong>que alg<strong>un</strong>os mojigatos no <strong>de</strong>jaron<br />

<strong>de</strong> sentirse molestos.<br />

El Juicio Final es <strong>un</strong> torbellino <strong>de</strong> imágenes centradas en la figura tri<strong>un</strong>fal <strong>de</strong> Cristo resucitado,<br />

mayestático a la vez que terrible firme y, al mismo tiempo, sereno. El Señor está ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong><br />

ángeles que portan los instrumentos <strong>de</strong> su pasión: la cruz, la corona <strong>de</strong> espinas, la columna <strong>de</strong><br />

la flagelación. En La parte inferior, a la izquierda, los salvados son conducidos por ángeles a la<br />

gloria <strong>de</strong>l cielo; a la <strong>de</strong>recha, los con<strong>de</strong>nados van cayendo al infierno, mientras Caronte, el<br />

barquero <strong>de</strong> la Lag<strong>un</strong>a Estigia, blan<strong>de</strong> su remo sobre las figuras que se precipitan al abismo. La<br />

Virgen María aparece sentada a la <strong>de</strong>recha <strong>de</strong> su Hijo, mientras vuelve su cara hacia los santos.<br />

Los apóstoles y los mártires llevan los emblemas <strong>de</strong> su sufrimiento. En la piel flotante <strong>de</strong> San<br />

Bartolomé, Miguel Ángel pintó su autorretrato. (El florentino tampoco ren<strong>un</strong>ció a ajustar<br />

cuentas por medio <strong>de</strong> su trabajo. La figura <strong>de</strong> Minos, rey <strong>de</strong>l infierno, que aparece en el ángulo<br />

inferior izquierdo con <strong>un</strong>a serpiente enrollada a su torso, se parecía mucho a Biago da Cesena,

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