Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
12- CATEDRAL DE CHARTRES, FRANCIA: LO QUE NOS ENSEÑA LA<br />
BELLEZA<br />
En <strong>un</strong>a carta anterior sugería yo, no sin cierta temeridad, que la Capilla Sixtina es, quizá, el<br />
recinto más espectacular <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do. Me vas a permitir que continúe en ese terreno <strong>de</strong> las<br />
comparaciones y proponga la catedral <strong>de</strong> Chartres como el edificio más extraordinario <strong>de</strong>l<br />
m<strong>un</strong>do. Yo he estado en la Cúpula <strong>de</strong> la Roca, en Jerusalén; es <strong>un</strong>a construcción magnífica,<br />
pero no es Chartres. No conozco el Taj Mahal, pero dudo que pueda rivalizar con Chartres,<br />
monumento <strong>de</strong> piedra y vidrio en el que se mezclan la obediencia <strong>de</strong> la fe y <strong>un</strong> apasionado<br />
amor por Cristo, por María y por el m<strong>un</strong>do, j<strong>un</strong>to a la belleza <strong>de</strong> lo humano. Y el resultado ha<br />
sido exactamente lo que imaginaron sus constructores, <strong>un</strong>a antesala <strong>de</strong>l cielo.<br />
Lo más aconsejable es visitar esta catedral cuando todavía se es <strong>joven</strong>. Yo tenía ya cuarenta y<br />
seis años cuando visité Chartres por primera vez, en compañía <strong>de</strong> mi amigo Jean Duchesne.<br />
Jean había estado muy ocupado con los preparativos <strong>de</strong>l Día Internacional <strong>de</strong> la Juventud, que<br />
se celebró en París el año 1997. Esos días los pasé con su familia en su apartamento <strong>de</strong> París.<br />
Después <strong>de</strong> <strong>un</strong>a semana muy ajetreada, nos fuimos todos a <strong>un</strong> lugar <strong>de</strong> Normandía, propiedad<br />
<strong>de</strong> la familia Duchesne, para <strong>un</strong> breve <strong>de</strong>scanso. Des<strong>de</strong> allí, Jean y yo cogimos el coche y<br />
fuimos a pasar el día en Chartres. Después <strong>de</strong> <strong>un</strong> agradable paseo por la campiña francesa,<br />
divisamos la ciudad en el horizonte casi sin darnos cuenta: <strong>un</strong> gran barco <strong>de</strong> piedra, sólido y a<br />
la vez etéreo, que se perfilaba contra el cielo. Imagínate cuál sería la sensación <strong>de</strong> <strong>un</strong> peregrino<br />
medieval que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> patear polvorientas carreteras y campos <strong>de</strong> espigas ya doradas, se<br />
encontraba <strong>de</strong> repente con esa visión.<br />
Mi natural no es precisamente contemplativo. Pero la catedral <strong>de</strong> Chartres tenía algo que me<br />
<strong>de</strong>jó literalmente boquiabierto. Cuando por primera vez veo o analizo <strong>un</strong>a construcción<br />
interesante, me encanta comentarlo con mis amigos o con <strong>un</strong> guía competente. Pero aquí no<br />
fue así. Aquí, yo sólo quería mirar, admirar y quedar absorto. Absorto, ¿en qué? No es fácil<br />
expresarlo. Quizá lo mejor sea llamarlo simplemente la belleza <strong>de</strong>l lugar, la belleza <strong>de</strong> las<br />
vidrieras <strong>de</strong> Chartres. Yo no quería hablar <strong>de</strong> ello; sólo quería que el esplendor luminoso <strong>de</strong><br />
esas vidrieras incomparables me invadiera y me anegara en gigantescas oleadas. Tuve la<br />
sensación <strong>de</strong> estar rezando, pero sin palabras. Igual que las estaciones <strong>un</strong>décima y duodécima<br />
<strong>de</strong>l Via Crucis en la iglesia <strong>de</strong>l Santo Sepulcro en Jerusalén, a<strong>un</strong>que por motivos muy<br />
diferentes, Chartres nos invita a «practicar la presencia», a quedarnos quietos, a estar<br />
sencillamente en la presencia <strong>de</strong> Dios, tan bella, tan inquietante, tan pacificadora.<br />
Eso es, en realidad, lo que hice durante casi tres horas, antes <strong>de</strong> que mi amigo, práctico como<br />
buen francés, me indicara que era hora <strong>de</strong> comer.<br />
Mientras comíamos nos pusimos a hablar sobre el arte gótico y sus peculiarida<strong>de</strong>s. Ya sabes<br />
cómo las estructuras <strong>de</strong> la bóveda, la altura <strong>de</strong> las columnas y los arbotantes <strong>de</strong> las catedrales