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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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<strong>de</strong> Hedwig Conrad-Martius, «es la verdad». No es algo que nos otros nos inventamos y que<br />

po<strong>de</strong>mos transmitir, sino que es algo que nosotros sólo po<strong>de</strong>mos recibir. Es <strong>un</strong> don; <strong>un</strong> don<br />

que exige <strong>un</strong>a respuesta.<br />

Y esa respuesta, en su sentido más «anti-cultural», se llama obediencia. No esclavitud infantil,<br />

sino obediencia madura, obediencia audaz. En <strong>un</strong>a <strong>de</strong> sus novelas, John Henry Newman<br />

<strong>de</strong>scribe así el gozo especial que proporciona esa obediencia a la verdad revelada:<br />

Certeza, en su sentido más sublime, es el premio que reciben los que, por <strong>un</strong> acto <strong>de</strong><br />

su libre vol<strong>un</strong>tad y por el dictado <strong>de</strong> la razón y la pru<strong>de</strong>ncia, abrazan la verdad cuando<br />

la naturaleza se retrae con cobardía. Hay que aventurarse. La fe, antes <strong>de</strong> que <strong>un</strong>o se<br />

haga <strong>católico</strong>, es <strong>un</strong>a aventura; <strong>de</strong>spués, es <strong>un</strong> don. Te acercas a la Iglesia por el<br />

camino <strong>de</strong> la razón, pero entras en ella por la luz <strong>de</strong>l Espíritu.<br />

Si reflexionas sobre lo que significa hoy en día ser <strong>católico</strong>, <strong>un</strong>a <strong>de</strong> las realida<strong>de</strong>s contra las que<br />

tendrás que luchar es la constatación <strong>de</strong> que el cristianismo liberal está herido <strong>de</strong> muerte.<br />

Cuando el cuestionamiento legítimo, la prueba y su <strong>de</strong>sarrollo, elementos esenciales en<br />

teología, empiezan a <strong>de</strong>sgastarse y terminan por convertirse en «religión-a-nuestra-medida»,<br />

la com<strong>un</strong>idad cristiana se ve abocada a su <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia. Y es que, al parecer, existe <strong>un</strong>a ley<br />

férrea que domina el encuentro cristiano con la vida y la cultura mo<strong>de</strong>rna. Las com<strong>un</strong>ida<strong>de</strong>s<br />

cristianas que mantienen <strong>un</strong>a percepción clara <strong>de</strong> sus límites doctrinales y morales no <strong>de</strong>jan <strong>de</strong><br />

florecer, mientras que las com<strong>un</strong>ida<strong>de</strong>s cuyos límites se van haciendo porosos, <strong>de</strong> modo que<br />

resulta difícil <strong>de</strong>terminar quién está <strong>de</strong>ntro y quién está fuera, se marchitan y terminan<br />

muriendo. Un examen, incluso superficial, <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mografía <strong>de</strong>l cristianismo <strong>de</strong> hoy lo muestra<br />

con toda claridad.<br />

Esa ley férrea f<strong>un</strong>ciona tanto en el catolicismo corno en el amplio m<strong>un</strong>do cristiano. Igual que<br />

hoy en día, siglo y medio <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que Newman diagnosticara la enfermedad letal que lo<br />

corroía, el protestantismo liberal está herido <strong>de</strong> muerte. Y lo mismo ocurre con lo que se suele<br />

<strong>de</strong>nominar «catolicismo liberal, o progresista». No es pura casualidad que la iglesia Católica<br />

florezca don<strong>de</strong> el Concilio Vaticano II se entien<strong>de</strong> como <strong>un</strong>a enérgica afirmación <strong>de</strong> la<br />

ortodoxia cristiana y don<strong>de</strong> la aventura <strong>de</strong> esa ortodoxia se consi<strong>de</strong>ra como la aventura más<br />

ambiciosa <strong>de</strong>l ser humano. No es pura casualidad que las ór<strong>de</strong>nes religiosas y los seminarios<br />

que se tornan en seno la misión, el modo <strong>de</strong> vida y el compromiso <strong>de</strong> la vida religiosa y<br />

sacerdotal crezcan <strong>de</strong> manera asombrosa, mientras que las ór<strong>de</strong>nes religiosas y los seminarios<br />

que optan por el liberalismo se encuentren en lamentable proceso <strong>de</strong> extinción. No es pura<br />

casualidad que los movimientos <strong>de</strong> renovación seglar que crecen a mayor ritmo sean los que<br />

se toman más en serio las exigencias <strong>de</strong> la vida católica. Y tampoco es pura casualidad que la<br />

Iglesia encuentre las mayores dificulta<strong>de</strong>s en las regiones <strong>de</strong> Europa Occi<strong>de</strong>ntal, <strong>de</strong> Canadá y<br />

<strong>de</strong> Oceanía, en las que la más pura ortodoxia se ha visto <strong>de</strong>splazada por los cantos <strong>de</strong> sirena<br />

que Newman <strong>de</strong>scribía corno religión «liberal», es <strong>de</strong>cir, enten<strong>de</strong>r el cristianismo como mera<br />

opinión, como distracción o estilo <strong>de</strong> vida, pero no como verdad o compromiso. El catolicismo<br />

«<strong>de</strong>scafeinado», como yo lo llamé <strong>un</strong>a vez, no tiene futuro.<br />

Durante buena parte <strong>de</strong> los últimos cuarenta años, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Concilio Vaticano II, los medios <strong>de</strong><br />

com<strong>un</strong>icación –y a <strong>de</strong>cir verdad, muchos sectores <strong>de</strong> la Iglesia– han presentado el catolicismo<br />

como <strong>un</strong>a historia <strong>de</strong> «buenos» liberales contra «perversos» conservadores. El hecho <strong>de</strong>

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