Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
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Por eso, honramos aquí la memoria <strong>de</strong> <strong>un</strong> hombre valiente. Pero también lo recordamos,<br />
porque la vida <strong>de</strong>l Padre Jerzy nos enseña muchas cosas importantes sobre la fe católica y su<br />
práctica. La fe tiene consecuencias. A nivel personal, esas consecuencias son vocacionales:<br />
¿Qué estoy llamado a hacer? ¿Cómo vivo la verdad <strong>de</strong> lo que realmente soy? Cuando entró en<br />
el seminario el <strong>joven</strong> Jerzy Popieluszko no tenía la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que se iba a convertir en <strong>un</strong>a<br />
figura m<strong>un</strong>dial y, mucho menos, en <strong>un</strong> mártir. Era <strong>un</strong> muchacho tranquilo, reservado y piadoso<br />
que quizá, contemplaba el sacerdocio como <strong>un</strong> lugar a<strong>de</strong>cuado para <strong>de</strong>sarrollar sus<br />
capacida<strong>de</strong>s. Sin embargo, vivió a fondo y basta el fin la verdad <strong>de</strong> su or<strong>de</strong>nación sacerdotal. Y<br />
eso tuvo consecuencias no sólo para él, personalmente, sino también para aquellos con los<br />
que entró en contacto y a los que ayudó a cambiar la historia. Y es que la fe tiene<br />
consecuencias incluso para la historia.<br />
Una vieja i<strong>de</strong>a católica, expresada con toda claridad por el gran historiador inglés Christopher<br />
Dawson, refleja el hecho <strong>de</strong> que <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los momentos más <strong>de</strong>cisivos <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> Europa<br />
ha sido completamente ignorado por los historiadores <strong>de</strong> la época:<br />
Cuando san Pablo, obediente al aviso <strong>de</strong> <strong>un</strong> sueño, zarpó <strong>de</strong> Tróa<strong>de</strong> el año 49 d.C. y<br />
arribó a Filipos, en Macedonia, contribuyó a cambiar el curso <strong>de</strong> la historia mucho más<br />
que la tremenda batalla que en aquel mismo sitio, <strong>un</strong> siglo antes, había <strong>de</strong>cidido la<br />
suerte <strong>de</strong>l Imperio romano. Y es que ese salto llevó a Europa la semilla <strong>de</strong> <strong>un</strong>a nueva<br />
vida <strong>de</strong>stinada a crear <strong>un</strong> nuevo m<strong>un</strong>do. Todo eso sucedió bajo la superficie <strong>de</strong> la<br />
historia, <strong>de</strong> modo que no fue reconocido por los lí<strong>de</strong>res <strong>de</strong> la cultura contemporánea<br />
(...) que, en realidad, habían visto cómo se producía todo eso ante sus propios ojos.<br />
«Bajo la superficie <strong>de</strong> la historia». Ahí es, precisamente, don<strong>de</strong> la fe católica tiene sus más<br />
prof<strong>un</strong>das consecuencias. Y es que la Iglesia Católica aparece muchas veces en la «superficie»<br />
<strong>de</strong> la historia. Pero lo que tan frecuentemente produce las consecuencias más <strong>de</strong>cisivas tiene<br />
lugar, por así <strong>de</strong>cir, bajo la pantalla <strong>de</strong> <strong>un</strong> radar. Suce<strong>de</strong> en la mente, en el corazón, en el alma,<br />
en las opciones y en las <strong>de</strong>cisiones vocacionales.<br />
Y eso nos lleva al sur, a <strong>un</strong>a ciudad más bella y más accesible, Cracovia, la antigua capital <strong>de</strong>l<br />
reino <strong>de</strong> Polonia y, durante siglos, centro <strong>de</strong> la vida cultural <strong>de</strong>l país. Aquí, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1939 hasta<br />
1946, tuvieron lugar, (bajo la superficie <strong>de</strong> la historia), <strong>un</strong>os acontecimientos que terminarían<br />
por cambiar la línea histórica <strong>de</strong>l siglo XX.<br />
Juan Pablo II Fue el primer papa en mucho tiempo que nos confesó las dificulta<strong>de</strong>s que tuvo<br />
para <strong>de</strong>cidirse por su vocación al sacerdocio. Pero, a pesar <strong>de</strong> todo, se <strong>de</strong>cidió. Cuando en<br />
1938, Karol Wojtyla se mudó a Cracovia en compañía <strong>de</strong> su padre inválido, para empezar sus<br />
estudios <strong>de</strong> filología polaca en la Universidad Jagieloniana, no pensaba mínimamente en<br />
hacerse sacerdote. Su i<strong>de</strong>a era ser actor, hombre <strong>de</strong> teatro, quizá con <strong>un</strong>a carrera académica<br />
paralela. Como él mismo dice en <strong>un</strong> memorándum publicado en 1996, «le absorbía<br />
completamente su pasión por la literatura, sobre todo dramática, y por el teatro». No era<br />
simplemente que esa pasión no le <strong>de</strong>jara tiempo para pensar en <strong>un</strong>a vocación sacerdotal, sino<br />
que la pasión <strong>de</strong>l <strong>joven</strong> Wojtyla por la literatura y el teatro le parecían ser su verda<strong>de</strong>ra<br />
vocación.<br />
Pero las cosas cambiaron. Y también cambió Karol Wojtyla.