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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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prematrimoniales». María no juega con la estrategia <strong>de</strong> éxito, no «<strong>de</strong>ja abiertas sus opciones».<br />

Con temor y temblor, pero con absoluta confianza en el plan salvífico <strong>de</strong> Dios, da su respuesta:<br />

fiat: «Hágase; soy la esclava <strong>de</strong>l Señor». Y el Señor proveerá.<br />

«Dejar abiertas las opciones» no es el mejor camino hacia la felicidad o la santidad. La intuición<br />

<strong>de</strong> María, tal como la transmite el Nuevo Testamento, es válida para cualquier generación,<br />

pero sobre todo para la nuestra. Mil veces hemos oído que esta generación «no está abierta al<br />

compromiso». ¿No será porque es <strong>un</strong>a generación falta <strong>de</strong> confianza? En ese caso, no será<br />

difícil enten<strong>de</strong>r por qué. Hemos visto el <strong>de</strong>sastre causado por la revolución sexual y su<br />

consiguiente disolución <strong>de</strong> la confianza entre hombres y mujeres, tanto <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l matrimonio<br />

como fuera <strong>de</strong> él. Hemos visto a oficiales públicos que traicionan sin más su juramento <strong>de</strong><br />

fi<strong>de</strong>lidad; hemos visto a sacerdotes y obispos que rompen alegremente el voto <strong>de</strong> fi<strong>de</strong>lidad a<br />

Cristo y a la Iglesia, que emitieron el día <strong>de</strong> su or<strong>de</strong>nación. Hemos visto a maestros y<br />

profesores infieles a la verdad por cobardía o por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r posturas «políticamente<br />

correctas». Si la nuestra es <strong>un</strong>a generación que encuentra difícil prestar confianza o<br />

«comprometerse» <strong>de</strong> veras, todo eso no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser comprensible.<br />

Pero no es persuasivo.<br />

Quizá, ese «déficit <strong>de</strong> confianza» sea <strong>un</strong>a <strong>de</strong> las razones por las que tantos jóvenes <strong>de</strong> hoy han<br />

encontrado en el papa Juan Pablo II <strong>un</strong>a figura tan atractiva. Era el compromiso personificado.<br />

Y <strong>de</strong> <strong>un</strong>a manera irresistible, sobre todo en su última época, en la que sus dificulta<strong>de</strong>s físicas lo<br />

convirtieron en instrumento viviente <strong>de</strong> la proclamación <strong>de</strong>l evangelio <strong>de</strong> la vida y <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong><br />

Dios, que todo lo transforma. Al revés que la cultura popular, el papa no jugaba con nosotros,<br />

sino que constituía <strong>un</strong> reto para todos. Jamás <strong>de</strong>beríamos poner límites a la magnanimidad <strong>de</strong><br />

espíritu con la que Dios ha hecho posible que nuestra vida sea <strong>un</strong>a vida en Cristo. Al mismo<br />

tiempo, el papa <strong>de</strong>mostró con su propia vida que n<strong>un</strong>ca exigió a otros lo que antes no se<br />

hubiera exigido a sí mismo; no exigió compromisos que él hubiera <strong>de</strong>clinado, ni esfuerzos que<br />

él no hubiera asumido.<br />

Pues bien, ¿cómo pudo realizar todo eso? Personalmente, creo que él mismo nos dio la<br />

respuesta el año 1979 en Czestochowa, el famoso santuario polaco <strong>de</strong> la Madonna Negra, el<br />

icono mariano más famoso <strong>de</strong> Polonia. Allí, Juan Pablo II dijo con toda sencillez: «Soy <strong>un</strong><br />

hombre <strong>de</strong> prof<strong>un</strong>da confianza; y aquí es don<strong>de</strong> aprendí a serlo. Aquí aprendí a confiar, en<br />

oración ante esta imagen <strong>de</strong> María que nos introduce en el misterio <strong>de</strong> la f<strong>un</strong>ción especial que<br />

ella <strong>de</strong>sempeña en la historia <strong>de</strong> salvación que, a su vez, es la historia humana leída en<br />

prof<strong>un</strong>didad. Aprendí a confiar no en «opciones» o «estrategias <strong>de</strong> éxito», sino en la madre<br />

que siempre termina llevándonos a su Hijo, Cristo, y que n<strong>un</strong>ca es infiel a sus promesas».<br />

Por eso también, la inclusión <strong>de</strong>l episodio <strong>de</strong> Caná en los nuevos «misterios luminosos» <strong>de</strong>l<br />

rosario es otra invitación a reflexionar y orar por la vocación cristiana. Todo <strong>católico</strong>, más aún,<br />

todo cristiano, tiene <strong>un</strong>a vocación, <strong>un</strong> único algo que sólo él pue<strong>de</strong> llevar a cabo, con la<br />

provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Dios. También esa i<strong>de</strong>a pue<strong>de</strong> resultar <strong>de</strong>sconcertante; pero sólo hasta que se<br />

llega a reconocer que, por pura misericordia, esa misma provi<strong>de</strong>ncia subsanará y corregirá los<br />

pasos en falso que <strong>de</strong>mos al vivir nuestro compromiso vocacional. «Haced lo que él os diga».<br />

Ese es el mensaje que nos transmite María, igual que lo hizo con los sirvientes en la boda <strong>de</strong><br />

Caná. Ese «haced lo que él os diga» es la sencilla invitación <strong>de</strong> María a hacer que su fiat sea

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