07.05.2013 Views

Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Tengo la sensación <strong>de</strong> que si yo no fuera católica, no tendría ningún motivo para<br />

escribir, ni para ver, ni para sentir horror o alegría por nada. Soy católica <strong>de</strong><br />

nacimiento, en mis años jóvenes frecuenté <strong>un</strong>a escuela católica y n<strong>un</strong>ca pensé o quise<br />

abandonar la Iglesia. Jamás tuve la sensación <strong>de</strong> que ser católica limitara mi libertad <strong>de</strong><br />

escribir, sino todo lo contrario. Mrs. Tate me confesó que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberse hecho<br />

católica, se dio cuenta <strong>de</strong> que podía usar sus ojos y aceptar lo que veía por primera<br />

vez; no tenía necesidad <strong>de</strong> crear <strong>un</strong> nuevo <strong>un</strong>iverso en cada libro, sino que podía<br />

explotar el que ya había encontrado.<br />

No cabe duda que el catolicismo sueña con cambiar el m<strong>un</strong>do, en primer lugar tratando <strong>de</strong><br />

convertirlo. Pero al mismo tiempo, acepta el m<strong>un</strong>do como es –el catolicismo trata <strong>de</strong> convertir<br />

este m<strong>un</strong>do, no otro m<strong>un</strong>do u otra humanidad que pudiéramos imaginar–, porque Dios aceptó<br />

el m<strong>un</strong>do como es. Dios no creó <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do diferente que tuviera que redimir. En la persona <strong>de</strong><br />

su Hijo redimió el m<strong>un</strong>do que él había creado, <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do libre en el que nuestras <strong>de</strong>cisiones<br />

tienen consecuencias reales, para bien o para mal. Flannery O’Connor solía quejarse sin razón,<br />

<strong>de</strong> que los críticos que <strong>de</strong>scribían sus novelas como «historias <strong>de</strong> horror» siempre «se referían<br />

a <strong>un</strong> horror perverso». Pero horror no es maldad. El horror <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do mo<strong>de</strong>rno consiste en<br />

que, si no hay nada que sea realmente <strong>de</strong>finitivo, la maldad no es verda<strong>de</strong>ra maldad, ni el bien<br />

es auténtico bien. Y eso quiere <strong>de</strong>cir que otra vez volvernos a aquellos patéticos «pollitos sin<br />

alas».<br />

La alocada vivacidad <strong>de</strong> Flannery O’ Connor podría dar la impresión <strong>de</strong> que ser <strong>católico</strong> y<br />

vivaracho no se excluyen mutuamente. Pues bien, parémonos <strong>un</strong> momento. A finales <strong>de</strong> 1940,<br />

Miss O’Connor, por entonces <strong>un</strong>a <strong>joven</strong> promesa, fue invitada a <strong>un</strong>a tertulia literaria en Nueva<br />

York en casa <strong>de</strong> Mary McCarthy, que había logrado <strong>un</strong> éxito consi<strong>de</strong>rable con la historia <strong>de</strong> su<br />

ruptura con la Iglesia. Una invitación a casa <strong>de</strong> Mary McCarthy, <strong>un</strong>a <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s figuras<br />

literarias <strong>de</strong> Nueva Yorkn era <strong>un</strong> gran privilegio para cualquier escritor novel. Flannery<br />

O’Connor pasó la velada <strong>de</strong> <strong>un</strong>a manera muy distinta a lo que cabría esperar <strong>de</strong> la típica <strong>joven</strong><br />

promesa. Así <strong>de</strong>scribió ella misma la <strong>de</strong>liberadamente sofisticada concurrencia a dicha cena, y<br />

su única contribución al evento:<br />

Un día (...) <strong>un</strong>os amigos míos me invitaron a <strong>un</strong>a cena con Mary McCarthy y su marido<br />

Mr Broadwater. (Ella acababa <strong>de</strong> publicar el libro A Charmed Life.) Mary había<br />

abandonado la Iglesia a los quince años, y ahora era <strong>un</strong>a intelectual muy apreciada.<br />

Nosotros llegamos a las ocho. A la <strong>un</strong>a, yo no había abierto la boca ni <strong>un</strong>a sola vez,<br />

porque en compañía como aquella no tenía nada que <strong>de</strong>cir. Mis acompañantes eran<br />

Robert Lowell y Elizabeth Hardwick, que es ahora su esposa. Mi presencia allí era como<br />

si se tuviera <strong>un</strong> perro amaestrado para pron<strong>un</strong>ciar <strong>un</strong>as palabras, pero que, en <strong>un</strong>a<br />

situación tan ina<strong>de</strong>cuada, las hubiera olvidado por completo. Cuando ya empezaba a<br />

amanecer, la conversación giró en torno a la Eucaristía, <strong>un</strong> tema que, obviamente, se<br />

suponía que yo iba a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r, por ser la única persona católica presente. Mrs.<br />

Broadwater confesó que <strong>de</strong> niña, cuando recibió la Hostia, pensó que aquello era el<br />

Espíritu Santo, por ser la persona más «etérea» <strong>de</strong> la Trinidad; ahora creía que se<br />

trataba <strong>de</strong> <strong>un</strong> símbolo y lo consi<strong>de</strong>raba como muy a<strong>de</strong>cuado. Entonces yo, con voz<br />

titubeante, observé: «Bueno, si no es más que <strong>un</strong> símbolo, a mí no me interesa». Esa<br />

fue la única <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la que fui capaz; a<strong>un</strong>que ahora me doy cuenta <strong>de</strong> que, aparte

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!