Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
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presbiteral. Por <strong>de</strong>signación <strong>de</strong> Robert, duodécimo obispo <strong>de</strong> Charleston, soy el<br />
<strong>de</strong>cimosexto pastor <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> St. Mary. De estos tres títulos (cristiano, sacerdote<br />
y pastor), el más importante para mi salvación es el primero: Soy discípulo <strong>de</strong><br />
Jesucristo.<br />
Amigos míos, hoy estamos aquí porque el hijo <strong>de</strong> María es el Hijo <strong>de</strong> Dios: el alfa y la<br />
omega, el primero y el último, el principio y el fin. Por él, en él y para él, todas las cosas<br />
fueron creadas. Jesucristo es la respuesta a todas las preg<strong>un</strong>tas <strong>de</strong> la vida humana; y<br />
sólo conociendo, amando y sirviendo a Jesucristo po<strong>de</strong>mos ver cumplidos los más<br />
íntimos <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> nuestro corazón.<br />
Yo no siempre he sido cristiano. Para horror <strong>de</strong> mi familia protestante, me hice ateo a<br />
la edad <strong>de</strong> trece años, y hasta que cumplí los diecinueve estaba convencido <strong>de</strong> que<br />
Dios no existía, <strong>de</strong> que el cosmos se podía explicar sin <strong>un</strong> creador. Sin embargo, en el<br />
mes <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1981, durante mi año <strong>de</strong> bachillerato en Princeton, me di cuenta <strong>de</strong><br />
mi error. El día 15 <strong>de</strong> octubre por la tar<strong>de</strong>, el Señor Jesucristo tomó posesión <strong>de</strong> mi<br />
vida. Y hoy estoy aquí para dar testimonio <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> su amor. Des<strong>de</strong> ese momento,<br />
el Evangelio <strong>de</strong> Cristo ha sido <strong>un</strong>a pasión que me consume, y <strong>de</strong>seo que lo sea también<br />
para vosotros...<br />
Si Jesucristo es el Señor, entonces es señor <strong>de</strong> todas las cosas, <strong>de</strong> todo lo que somos y<br />
<strong>de</strong> todo lo que tenemos. En los años que voy a prestar servicio aquí, me <strong>de</strong>dicaré a<br />
explorar con vosotros las inexhauribles riquezas <strong>de</strong> la Palabra hecha carne que, por el<br />
bautismo, nos llama a seguirle sin reservas...<br />
Durante todos los años <strong>de</strong> mi formación, me he esforzado por enten<strong>de</strong>r cómo y por<br />
qué Dios me ha llamado. Pero poco a poco terminó el tiempo <strong>de</strong> prueba; y el 10 <strong>de</strong><br />
Julio <strong>de</strong> 1993 fui or<strong>de</strong>nado sacerdote <strong>de</strong> Jesucristo para la diócesis <strong>de</strong> Charleston.<br />
Des<strong>de</strong> entonces he sido capellán <strong>de</strong> colegio, párroco y, recientemente, profesor <strong>de</strong>l<br />
seminario. A pesar <strong>de</strong> la variedad <strong>de</strong> ocupaciones en esos cometidos, mis <strong>de</strong>beres<br />
f<strong>un</strong>damentales en cada <strong>un</strong>o han sido siempre los mismos: enseñar, santificar y<br />
gobernar. Estos tres <strong>de</strong>beres acompañan siempre al sacerdote, sea cual sea su<br />
ocupación, porque brotan no <strong>de</strong> su actividad, sino <strong>de</strong> su personalidad. La or<strong>de</strong>nación<br />
sacerdotal configura a la persona para que represente la Persona <strong>de</strong> Cristo, cabeza y<br />
esposo <strong>de</strong> la Iglesia, <strong>de</strong> modo que sea capaz <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificarse con la Persona <strong>de</strong> Cristo y<br />
actuar en su nombre para la salvación y perfección <strong>de</strong> toda la Iglesia...<br />
Nuestra primera iglesia fue consagrada en 1876, en el mes <strong>de</strong> octubre; recordad que<br />
mi conversión a Cristo tuvo lugar también en el mes <strong>de</strong> octubre, ciento cinco años más<br />
tar<strong>de</strong>. Los archivos [diocesanos] me revelaron otra cosa: los dos acontecimientos se<br />
produjeron el mismo día, el 15 <strong>de</strong> octubre. Amigos míos, estoy convencido <strong>de</strong> que<br />
todo lo que ha ocurrido en mi vida hasta el momento ha sido, en cierto modo, <strong>un</strong>a<br />
preparación para el trabajo que ahora empiezo aquí y no puedo expresar con palabras<br />
la alegría que siento <strong>de</strong> ser vuestro pastor. Hace ya veinte años, la bienaventurada<br />
Virgen María, primera y más importante discípulo <strong>de</strong> Cristo, me llevó a abrazar con fe y<br />
con amor el corazón <strong>de</strong> su divino Hijo y ahora me ha guiado hasta aquí para presidir y<br />
guiar <strong>un</strong>a congregación <strong>de</strong>dicada a darle culto, precisamente el día <strong>de</strong> mi propia