Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
enseña que la orientación homosexual sea pecaminosa. Lo que la Iglesia enseña es que el<br />
<strong>de</strong>seo homosexual es <strong>un</strong> <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, <strong>un</strong>a señal <strong>de</strong> alteración espiritual.<br />
¿Obe<strong>de</strong>ce eso a <strong>un</strong> «prejuicio», como objetan los activistas «gay»? Yo creo que no. La Iglesia<br />
Católica rechaza abiertamente la pretensión –que sí es <strong>un</strong> prejuicio– <strong>de</strong> que la persona con<br />
ten<strong>de</strong>ncia homosexual sea, en cierto modo, infrahumana. Y la Iglesia enseña también que las<br />
personas con ten<strong>de</strong>ncia homosexual están llamadas, como cualquier otra persona, a vivir la Ley<br />
<strong>de</strong> la Donación Mutua, impresa en nuestro propio ser «<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio». Cuando <strong>un</strong> <strong>joven</strong><br />
<strong>católico</strong> y brillante comentarista político, como Andrew Sullivan, escribe que su inclinación<br />
homosexual «es la verda<strong>de</strong>ra esencia <strong>de</strong> mi ser personal», la Iglesia le respon<strong>de</strong>: «No; eso no<br />
es correcto. Tus inclinaciones no son la esencia misma <strong>de</strong> tu ser. Tu propio talento, tu agu<strong>de</strong>za<br />
y penetración política atestiguan lo contrario. Da <strong>un</strong>a oport<strong>un</strong>idad a la castidad, <strong>un</strong>a<br />
oport<strong>un</strong>idad que te recuer<strong>de</strong> qué es, realmente, lo que te hace ser... tú mismo».<br />
Nadie dice que eso sea fácil en <strong>un</strong>a sociedad como la nuestra, saturada <strong>de</strong> sexo. Esa es la razón<br />
por la que el propio Car<strong>de</strong>nal John O'Connor, Arzobispo <strong>de</strong> Nueva York recientemente<br />
fallecido, que con frecuencia había sido objeto <strong>de</strong> ataques por parte <strong>de</strong> activistas «gay» (que lo<br />
llamaban, entre otros insultos, «gordo caníbal» y «serpiente <strong>de</strong> anillos negros»), no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong><br />
visitar regularmente ciertos hospitales, dirigidos por la Iglesia, para charlar, dar ánimos e<br />
incluso cambiar las sábanas a pacientes con AIDS. Y no era <strong>un</strong>a postura cara a la galería. No; el<br />
Car<strong>de</strong>nal O’Connor lo hacía por convicción; la misma convicción que lo llevó a enseñar sin<br />
<strong>de</strong>scanso la verdad <strong>de</strong> la fe católica, a<strong>un</strong> cuando sus críticos llamaran a su catedral: «Esa<br />
mansión <strong>de</strong> esvásticas ambulantes, en la Quinta Avenida».<br />
Pienso que la combinación <strong>de</strong> tenacidad y humildad, tan típica <strong>de</strong>l Car<strong>de</strong>nal, fue <strong>un</strong>a lección<br />
para todos nosotros. La Iglesia Católica enseña lo que cree que es la verdad que le encomendó<br />
el propio Cristo; <strong>un</strong>a verdad cuyos elementos básicos se inscribieron en el corazón humano<br />
«<strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus mismos comienzos». Al mismo tiempo, la Iglesia no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser solidaria con <strong>un</strong>os<br />
seres humanos tan débiles corno cualquiera <strong>de</strong> nosotros que, en materia <strong>de</strong> castidad, como en<br />
casi todas las <strong>de</strong>más cosas, caemos y luchamos por volver a mantenernos en pie. Jesús cayó<br />
tres veces camino <strong>de</strong>l Calvario, como nos lo recuerda el Viacrucis. ¿Es que nosotros po<strong>de</strong>mos<br />
esperar algo diferente?