Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
En otra parte <strong>de</strong>l Oratorio, <strong>un</strong> grupo <strong>de</strong> archiveros organizaba sistemáticamente y preparaba<br />
para su publicación la ingente correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Newman y sus diarios, volumen por<br />
volumen. El último editor <strong>de</strong> esos trabajos, Gerard Tracey, acababa <strong>de</strong> morir, <strong>un</strong> mes antes <strong>de</strong><br />
mi visita. Con <strong>un</strong>a cabellera gris que le caía por los hombros, ese meticuloso investigador<br />
parecía <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los «elfos» <strong>de</strong> El Señor <strong>de</strong> las Anillos. Los miembros <strong>de</strong>l Oratorio, con su fino<br />
sentido <strong>de</strong> la oport<strong>un</strong>idad, enterraron j<strong>un</strong>to al car<strong>de</strong>nal, en su tumba <strong>de</strong> Rednal, a aquel lego<br />
que había <strong>de</strong>dicado su vida al servicio <strong>de</strong> Newman. En ese lugar <strong>de</strong> trabajo se pue<strong>de</strong> tocar,<br />
literalmente, la obra <strong>de</strong> Newman gracias al trabajo <strong>de</strong> hacendosos colaboradores, como<br />
Gerard Tracey. Si se saca <strong>de</strong>l plúteo correspondiente el archivo marcado como «Apología», se<br />
pue<strong>de</strong> leer la correspon<strong>de</strong>ncia original <strong>de</strong> Newman con sus editores sobre esa pieza<br />
extraordinaria <strong>de</strong> autobiografía espiritual, quizá la única obra en la historia cristiana que se<br />
pueda comparar con las Confesiones <strong>de</strong> san Agustín.<br />
Todo está como si fuera... hoy. Y esa sensación se hace más intensa si se abre otro armario en<br />
el lugar don<strong>de</strong> trabajan los archivistas. Ahí te encuentras con la vestimenta car<strong>de</strong>nalicia <strong>de</strong><br />
Newman, que tal vez no se pusiera más que <strong>un</strong>a vez, cuando posó para el famoso retrato<br />
pintado por Sir John Millais y que ahora está en la Galería Nacional <strong>de</strong> Retratos, en Londres. Y<br />
si se <strong>de</strong>sea, se pue<strong>de</strong> probar <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los tres birretes <strong>de</strong> car<strong>de</strong>nal que se encuentran en dicho<br />
armario.<br />
Pero es en la biblioteca <strong>de</strong> Newman don<strong>de</strong> más se palpa su «viva» presencia, al menos, eso me<br />
pareció a mí. La biblioteca, en forma <strong>de</strong> herradura, llega hasta el techo <strong>de</strong> la habitación, y<br />
dispone <strong>de</strong> <strong>un</strong> traspontín con barandilla, que permite el acceso a los estantes <strong>de</strong>l seg<strong>un</strong>do<br />
piso. En el primer piso, a la izquierda, se encuentra <strong>un</strong> gran volumen <strong>de</strong> folio blanco que<br />
contiene las Obras completas <strong>de</strong> san Gregorio Magno; en la hoja <strong>de</strong> cubierta se ve la<br />
<strong>de</strong>dicatoria que <strong>de</strong> su puño y letra escribió a Newman su gran amigo y compañero<br />
«tractariano» Edward Pusey. Dando la vuelta, se ve <strong>un</strong> pupitre alto en el que Newman, en el<br />
calor <strong>de</strong> la controversia, escribió su Apologia pro Vita Sua, su autobiografía espiritual, en<br />
menos <strong>de</strong> dos meses y, como señala el guía, Padre Dermot, cayéndole las lágrimas sobre el<br />
papel. (Charles Kingsley, pastor y escritor anglicano, había acusado a Newman, y al clero<br />
<strong>católico</strong> en general, <strong>de</strong> falta <strong>de</strong> honra<strong>de</strong>z, <strong>de</strong> hipocresía y hasta <strong>de</strong> mentir sin que les<br />
remordiera la conciencia, si eso servía a los intereses <strong>de</strong> la Iglesia. La respuesta <strong>de</strong>moledora <strong>de</strong><br />
Newman en su Apologia acabó con la reputación <strong>de</strong> Kingsley, <strong>un</strong> hecho que, al parecer,<br />
Kingsley jamás llegó a compren<strong>de</strong>r.)<br />
Newman podía ser respetado, hasta con <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> vanagloria, y apreciaba la sátira<br />
polémica. Los lectores menos inteligentes (como Charles Kingsley) podían interpretar su<br />
pensamiento como disimulo o incluso como evasión; la originalidad <strong>de</strong> su mente podía<br />
<strong>de</strong>sconcertar a los guardianes <strong>de</strong> <strong>un</strong>a quebradiza ortodoxia católica como peligrosamente<br />
innovadora y, quizás, hasta herética. Por eso, no hay que admirarse <strong>de</strong> que toda la vida adulta<br />
<strong>de</strong> Newman se viera envuelta en controversia, a veces muy amarga. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> los ataques <strong>de</strong><br />
Kingsley, Newman fue consi<strong>de</strong>rado sospechoso por alg<strong>un</strong>os <strong>católico</strong>s a la vieja usanza, que se<br />
tenían por más <strong>católico</strong>s que el Papa.<br />
Newman creía que el Papa, en <strong>de</strong>terminadas circ<strong>un</strong>stancias, podía <strong>de</strong>finir como infalibles<br />
ciertas doctrinas <strong>de</strong> fe y costumbres. Pero, dadas las circ<strong>un</strong>stancias intelectuales, políticas y