Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
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Ya hemos hablado <strong>de</strong> lo que sucedió cuando esas predicciones se convirtieron en <strong>un</strong> auténtico<br />
mata<strong>de</strong>ro en nombre <strong>de</strong>l humanismo. En el <strong>de</strong>cenio <strong>de</strong> 1940, el teólogo francés Henri <strong>de</strong><br />
Lubac, que más tar<strong>de</strong> se convertiría en <strong>un</strong>a <strong>de</strong> las figuras más influyentes durante el Concilio<br />
Vaticano II, trató <strong>de</strong> analizar ese fenómeno tan extraño y tan letal, al que dio el nombre <strong>de</strong><br />
«humanismo ateo». Es claro que el ateísmo no era <strong>un</strong> fenómeno nuevo. El ateo <strong>de</strong> pueblo y el<br />
intelectual radicalmente escéptico habían sido ya figuras señeras en el drama humano. El<br />
humanismo ateo era algo diferente, según el Padre <strong>de</strong> Lubac. No se trataba <strong>de</strong> ese tipo <strong>de</strong><br />
individuo escéptico, que se rasca la cabeza para <strong>de</strong>sconcertar a los vecinos o para impresionar<br />
al Comité <strong>de</strong> Facultad. Se trataba <strong>de</strong> <strong>un</strong> ateísmo con <strong>un</strong>a i<strong>de</strong>ología bien <strong>de</strong>sarrollada y <strong>un</strong><br />
programa para rehacer el m<strong>un</strong>do. Sus profetas, entre los que <strong>de</strong>stacaban Comte, Feuerbach,<br />
Marx y Nietzsche, enseñaban que el Dios <strong>de</strong> la Biblia era enemigo <strong>de</strong>clarado <strong>de</strong> la dignidad<br />
humana.<br />
Ahora bien, eso, <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> Lubac, era totalmente al revés. Piénsese en la diferencia entre el<br />
m<strong>un</strong>do clásico –personificado, por así <strong>de</strong>cir, en la Ilíada y la Odisea– y el m<strong>un</strong>do bíblico. En la<br />
Ilíada y en la Odisea, hasta los más gran<strong>de</strong>s mortales están sujetos a los caprichos <strong>de</strong> <strong>un</strong>os<br />
dioses casi siempre frívolos o incluso maliciosos. Pero en la Biblia, la cosa es diferente. La<br />
religión bíblica –la revelación <strong>de</strong>l Dios <strong>de</strong> Abrahán, <strong>de</strong> Isaac, <strong>de</strong> Jacob, <strong>de</strong> Moisés y <strong>de</strong> Jesús–<br />
fue <strong>un</strong>a tremenda liberación <strong>de</strong> los caprichos <strong>de</strong> los dioses o <strong>de</strong> las maquinaciones <strong>de</strong>l Hado.<br />
Como dice el Padre <strong>de</strong> Lubac, si Dios creó el m<strong>un</strong>do y los hombres y mujeres que en él existen,<br />
y si todo ser humano tiene <strong>un</strong>a vinculación directa con el Creador por medio <strong>de</strong>l culto y la<br />
oración, los hombres y mujeres ya no son marionetas, sino seres libres y responsables. El Dios<br />
<strong>de</strong> la Biblia no es <strong>un</strong> tirano obstinado. Y tampoco es <strong>un</strong>a abstracción inalcanzable, ni <strong>un</strong>a<br />
especie <strong>de</strong> relojero cósmico que se contenta con crear el m<strong>un</strong>do, darle cuerda y <strong>de</strong>jar que<br />
f<strong>un</strong>cione por sí mismo. El Dios <strong>de</strong> Abrahán, <strong>de</strong> Isaac, <strong>de</strong> Jacob, <strong>de</strong> Moisés y <strong>de</strong> Jesús entró en la<br />
historia y fue compañero nuestro en la peregrinación por la vida. Estar en com<strong>un</strong>ión con ese<br />
Dios es quedar liberado <strong>de</strong> la fatalidad, <strong>de</strong> la libertad, <strong>de</strong> la excelencia humana.<br />
El fenómeno que Henri <strong>de</strong> Lubac <strong>de</strong>finía como «humanismo ateo» trastornó completamente y<br />
echó por tierra todas esas teorías. A lo que el judaísmo y el cristianismo proponían como<br />
liberación, el humanismo ateo lo llamaba esclavitud. Y eso significaba arrojar a Dios por la<br />
borda, como condición indispensable <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong>za humana. Ese no era ni el ateísmo <strong>de</strong> lo<br />
intelectualmente elegante, ni el <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación. Era, más bien, <strong>un</strong> humanismo ateo, que<br />
marchaba en nombre <strong>de</strong> la liberación humana. Pero, según <strong>de</strong> Lubac, esa nueva concepción<br />
tuvo las más graves consecuencias. Impulsada por las gran<strong>de</strong>s tiranías <strong>de</strong> mediados <strong>de</strong>l siglo<br />
XX, esa novedad engendró <strong>un</strong>a realidad que tú y toda tu generación tenéis que someter a <strong>un</strong>a<br />
reflexión muy seria. El Padre <strong>de</strong> Lubac nos recuerda que <strong>un</strong>a vez se dijo que el hombre no era<br />
capaz <strong>de</strong> organizar el m<strong>un</strong>do sin contar con Dios. Pero, en realidad, no es así; el humanismo<br />
ateo rechaza esa pretensión. Sin embargo, lo que sí ha probado el humanismo ateo es que, si<br />
prescin<strong>de</strong> <strong>de</strong> Dios, el ser humano sólo pue<strong>de</strong> organizar <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do en el que todo esté contra<br />
todo. Por eso, <strong>de</strong> Lubac concluía que el humanismo ultram<strong>un</strong>dano es inevitablemente <strong>un</strong><br />
humanismo inhumano, a<strong>un</strong>que piense que está motivado por las intenciones más elevadas.<br />
Si el tema <strong>de</strong>l «humanismo ateo» nos resulta familiar, es porque, <strong>de</strong> hecho, ha sido el caldo <strong>de</strong><br />
cultivo intelectual en el que hemos estado inmersos durante casi toda nuestra vida. Por <strong>de</strong>cirlo<br />
con cierta benevolencia, se han limado los filos más acerados <strong>de</strong>l proyecto <strong>de</strong> ese humanismo