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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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ealmente fue así, es muy posible que la última cosa que Pedro vio en este m<strong>un</strong>do fuera el<br />

obelisco que ahora tanto admiramos y que se trasladó a la plaza el año 1586 por mandato <strong>de</strong>l<br />

papa Sixto V. Esta es <strong>un</strong>a <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as que pue<strong>de</strong>n acompañarnos mientras nos a<strong>de</strong>ntramos en<br />

la Ciudad <strong>de</strong>l Vaticano.<br />

Pasado el Arco <strong>de</strong> las Campanas está la entrada a las excavaciones bajo la basílica. La visita <strong>de</strong><br />

las excavaciones no es excesivamente onerosa y según se baja las escaleras y se entra en las<br />

excavaciones propiamente dichas se ve por qué. Los corredores son estrechos, <strong>un</strong> tanto<br />

fétidos y resbaladizos. Al avanzar por los oscuros corredores que <strong>un</strong> día fueron las calles <strong>de</strong> la<br />

necrópolis excavada en la Colina Vaticana, el guía informa sobre los magníficos monumentos<br />

f<strong>un</strong>erarios y las tumbas cristianas que se suce<strong>de</strong>n durante el recorrido. Al cabo <strong>de</strong> <strong>un</strong>os veinte<br />

minutos, encontramos los restos <strong>de</strong>l Tropaion; y a continuación, enterrados en el muro<br />

cuajado <strong>de</strong> grafitos que ya hemos mencionado anteriormente, están los que, según el guía,<br />

son los restos mortales <strong>de</strong>l apóstol Pedro. Al terminar la visita por la Capilla Clementina, con su<br />

magnífico esplendor barroco, no se pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> pensar que lo que se acaba <strong>de</strong> ver, tocar y<br />

oler es lo más cercano posible a las raíces apostólicas <strong>de</strong> la Iglesia Católica.<br />

Las excavaciones no son pura arqueología. Tomadas en serio, hacen pensar en el significado <strong>de</strong><br />

la extraordinaria historia <strong>de</strong> <strong>un</strong> personaje completamente normal. La historia es la siguiente:<br />

En algún momento <strong>de</strong> la tercera década <strong>de</strong>l siglo I, o sea, a comienzos <strong>de</strong>l primer milenio <strong>de</strong> la<br />

era cristiana, <strong>un</strong> hombre llamado Simón, hijo <strong>de</strong> Juan, se ganaba La vida mo<strong>de</strong>stamente como<br />

pescador en Galilea, <strong>un</strong>a región que, incluso con parámetros regionales, estaba al margen <strong>de</strong><br />

lo que, en sí, era el «m<strong>un</strong>do civilizado». Simón llegó a hacerse amigo personal <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong><br />

Nazaret. Y ese encuentro lo convirtió en Pedro, que significa «piedra». Pero aún habría que<br />

esperar.<br />

Su amigo Jesús lo llamó «Pedro», en juego <strong>de</strong> palabras con «piedra». Pero ese Pedro inventado<br />

por Jesús no parece tan «granítico» en los episodios evangélicos anteriores a Pascua. Des<strong>de</strong><br />

luego, es espontáneo e impetuoso; pero muchas veces no entien<strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong> Jesús.<br />

Apenas ha recibido el nuevo nombre, ya empieza a <strong>de</strong>cirle a Jesús que se equivoca <strong>de</strong> medio a<br />

medio cuando afirma que él, el Mesías prometido por Dios, tiene que pasar por el sufrimiento.<br />

Jesús entonces lo llama «Satanás» y le conmina a que «se aparte <strong>de</strong> él» (Mt 16.13-23). Más<br />

tar<strong>de</strong>, cuando Jesús es <strong>de</strong>tenido por las autorida<strong>de</strong>s, Pedro se las arregla para entrar en el<br />

patio <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l Sumo Sacerdote, cerca <strong>de</strong>l sitio en el que su Maestro está siendo sometido<br />

a interrogatorio. Pero cuando se le <strong>de</strong>safía a reconocer que también él estaba con Jesús el<br />

galileo, Pedro empieza a protestar y a negar <strong>un</strong>a y otra vez que conocía a ese individuo. Los<br />

evangelios no dicen que Pedro estuviera presente en el momento <strong>de</strong> la crucifixión, pero sí<br />

cuentan que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sus negaciones, Pedro «salió afuera y rompió a llorar amargamente»<br />

(Mt 26,69-75).<br />

Para los <strong>católico</strong>s, el acontecimiento <strong>de</strong> Pascua lo cambia todo; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, cambió a Pedro.<br />

Después <strong>de</strong> su encuentro con Cristo resucitado, en la mañana <strong>de</strong>l domingo <strong>de</strong> Pascua y, luego,<br />

en el Mar <strong>de</strong> Galilea, Pedro es verda<strong>de</strong>ramente la «piedra». Lleno <strong>de</strong>l Espíritu Santo el día <strong>de</strong><br />

Pentecostés, cincuenta días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> Pascua, Pedro se transforma en el primer gran<br />

evangelista, como se dice en Hch 2,14-41, don<strong>de</strong> la multitud asume inicialmente que ese<br />

pescador galileo <strong>de</strong>be <strong>de</strong> estar borracho; pero el caso es que, a continuación, gran número <strong>de</strong>

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