Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
vaso <strong>de</strong> barro, lleno <strong>de</strong> grietas y fisuras. Apren<strong>de</strong>r todo esto pue<strong>de</strong> significar también <strong>un</strong> nuevo<br />
escalón en la escala <strong>de</strong>l amor. Te voy a ofrecer <strong>un</strong> ejemplo.<br />
Cuando yo era niño, veía a mi párroco como <strong>un</strong>a figura sobrenatural, casi divina. Era lo que se<br />
conoce como <strong>un</strong>a «vocación tardía». En Princeton había tenido como compañero <strong>de</strong> clase a F.<br />
Scott Fitzgerald, había hecho dinero en Wall Street y conocía a toda la gente gorda <strong>de</strong> la<br />
sociedad. Tenía muy buena relación con mis abuelos paternos y frecuentaba nuestra casa<br />
como huésped. Cuando yo ya estudiaba el bachillerato, <strong>un</strong> día <strong>de</strong>scubrí que mi párroco era<br />
alcohólico. Fue <strong>un</strong> golpe tremendo para mí. Debo confesar que mi <strong>de</strong>sencanto se transformó<br />
en sensación <strong>de</strong> <strong>de</strong>sprecio, al <strong>de</strong>scubrir <strong>de</strong> manera tan abrupta que mi ídolo tenía los pies <strong>de</strong><br />
barro; y eso afecta especialmente durante la adolescencia con su dolorosa combinación <strong>de</strong><br />
certezas e incertidumbres.<br />
Cuando yo ya estaba en mis veinte, apenas tuve oport<strong>un</strong>idad <strong>de</strong> encontrarme con esa persona.<br />
Pero en 1987 volví a mi antigua parroquia para hacer la presentación <strong>de</strong> mi primera obra<br />
importante. Algo pasó entonces por mi cabeza que me impulsó a hacerle <strong>un</strong>a visita en la casa<br />
<strong>de</strong> retiro don<strong>de</strong> él residía o, con más propiedad, don<strong>de</strong> agonizaba <strong>de</strong> cáncer <strong>de</strong> garganta. Su<br />
triste condición le hacía difícil expresarse, pero logramos mantener <strong>un</strong>a conversación <strong>de</strong> <strong>un</strong>os<br />
quince minutos, en la que yo le regalé <strong>un</strong> ejemplar <strong>de</strong> mi obra, convencido <strong>de</strong> que él estaba<br />
<strong>de</strong>masiado enfermo como para asistir a la presentación. Cuando ya me <strong>de</strong>spedía <strong>de</strong> él, me<br />
pidió que me acercara. Él intentó levantarse <strong>de</strong> su silla <strong>de</strong> ruedas para dar me <strong>un</strong> abrazo; y con<br />
la voz quebrada por el cáncer me confesó: «Ya sabes que yo siempre he querido a tu familia».<br />
Sin po<strong>de</strong>r reprimir las lágrimas le dije que <strong>de</strong> eso estaba seguro. Aquella noche, con ayuda <strong>de</strong><br />
<strong>un</strong> bastón, se presentó en el Círculo Parroquial, en la última fila; había tomado <strong>un</strong> taxi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />
retiro y sólo pudo quedarse <strong>un</strong>os cinco minutos. Pero ese fue su testimonio, a<strong>un</strong>que tardío, <strong>de</strong><br />
que me había querido a mí y a toda mi familia.<br />
No quisiera ser excesivamente dramático, pero aquella tar<strong>de</strong> me enseñó <strong>un</strong>a gran lección<br />
sobre la centralidad <strong>de</strong>l amor en la vida católica. ¿Era mi antiguo párroco <strong>un</strong> hombre débil, <strong>un</strong><br />
pecador? Sí; y tuve que aceptarlo. ¿Era también <strong>un</strong> hombre que, en última instancia, había<br />
consagrado su vida al amor y al Amor? Así es como, en nuestro último encuentro, él me<br />
enseñó a interpretar su vida. Su entrega y su amor se habían transformado, por el Amor, en lo<br />
que san Pablo llama «<strong>un</strong> sacrificio aceptable que agrada a Dios» (Fp 4,18), <strong>un</strong> sacrificio en el<br />
que todo lo malo que había hecho se había consumido por el fuego.<br />
Su escala <strong>de</strong>l amor había sido muy empinada; en realidad, él se había caído más <strong>de</strong> <strong>un</strong>a vez.<br />
Doy gracias a Dios <strong>de</strong> que hubiera vivido lo suficiente, y <strong>de</strong> que la Provi<strong>de</strong>ncia nos hubiera<br />
dado la oport<strong>un</strong>idad <strong>de</strong> encontrarnos <strong>de</strong> nuevo, <strong>de</strong> modo que yo pudiera apren<strong>de</strong>r cómo, a<br />
través sus caídas, él había completado su ascensión. Y así, tuve la oport<strong>un</strong>idad <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong><br />
él <strong>un</strong>a última lección.<br />
* * *<br />
¿Qué pue<strong>de</strong> significar para ti todo ese lío sobre el amor, y sobre el Amor? Sencillamente esto:<br />
N<strong>un</strong>ca pretendas conseguir algo menos que la gran<strong>de</strong>za moral y espiritual que, por gracia,<br />
pue<strong>de</strong>s alcanzar. Ese es <strong>un</strong> <strong>de</strong>recho innato que, como cristiano, te han conferido las aguas <strong>de</strong>l<br />
bautismo.