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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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<strong>de</strong>scripción, no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que sea algo con lo que tú mismo sencillamente te enfrentas.<br />

Más bien, es algo que se experimenta no sólo en su aspecto intelectual, sino también en su<br />

vertiente estética, con emoción y con raciocinio, a través <strong>de</strong> la amistad, <strong>de</strong> la adoración y <strong>de</strong><br />

las experiencias que no admiten palabras y mediante argumentos y silogismos. Por eso –y<br />

vuelvo a nuestro p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> partida–, al darle vueltas a la preg<strong>un</strong>ta sobre lo que hoy día significa<br />

ser <strong>católico</strong>, me parece <strong>un</strong>a buena i<strong>de</strong>a hacer <strong>un</strong> recorrido por el catolicismo m<strong>un</strong>dial, porque<br />

hay <strong>de</strong>terminados lugares en los que ese mo<strong>de</strong>lo único <strong>de</strong> vida que caracteriza al m<strong>un</strong>do<br />

<strong>católico</strong> se presenta con la mayor claridad.<br />

Eso nos lleva al otro lugar, quizá ina<strong>de</strong>cuado, que mencionábamos al principio como arranque<br />

<strong>de</strong> nuestra andadura: Milledgeville (Georgia), situada en el corazón <strong>de</strong> Dixie, la región menos<br />

católica <strong>de</strong> Estados Unidos, al menos en el aspecto <strong>de</strong>mográfico.<br />

La finca «Andalusia», a las afueras <strong>de</strong> Milledgeville, fue la casa <strong>de</strong> Flannery O’Connor, <strong>un</strong>a <strong>de</strong><br />

las más <strong>de</strong>stacadas escritoras americanas <strong>de</strong> la seg<strong>un</strong>da mitad <strong>de</strong>l siglo pasado. Si F. Scott<br />

Fitzgerald, otro gran escritor <strong>de</strong> mediados <strong>de</strong>l siglo XX, no logró <strong>de</strong>spojarse <strong>de</strong> su infancia<br />

católica, por más que lo intentó (y lo intentó por todos los medios), Flannery O’Connor escribió<br />

con su típica maestría precisamente porque era católica a machamartillo, dotada <strong>de</strong> <strong>un</strong>a<br />

prof<strong>un</strong>da intuición sobre el enfoque <strong>católico</strong> <strong>de</strong> La vida.<br />

Nacida en Savannah en el año 1925, Mary Flannery O’Connor y su familia se mudaron a la finca<br />

«Andalusia» cuando Mary tenía doce años. En 1945 se graduó en el «Georgia State College for<br />

Women» y, a continuación, estudió en la famosa «Writers’ Workshop» <strong>de</strong> la <strong>un</strong>iversidad <strong>de</strong><br />

Iowa. En 1949 la aparición <strong>de</strong>l «lupus», la enfermedad que había sesgado la vida <strong>de</strong> su padre<br />

cuando Mary tenía dieciséis años, la llevó a su casa <strong>de</strong> Milledgeville, don<strong>de</strong> pasó el resto <strong>de</strong> su<br />

vida, salvo alg<strong>un</strong>as conferencias ocasionales fuera <strong>de</strong> su ciudad, hasta su muerte en 1964, a la<br />

edad <strong>de</strong> treinta y nueve años.<br />

Sus hábitos <strong>de</strong> escritura eran tan austeros como su prosa. Su mesa <strong>de</strong> trabajo estaba frente a<br />

<strong>un</strong>a pared encalada, <strong>de</strong> modo que ella escribía sus novelas mirando hacia ese espacio vacío. Lo<br />

que quería transmitir con sus historias y novelas brotaba <strong>de</strong> su mente, <strong>de</strong> sus lecturas, <strong>de</strong> sus<br />

reflexiones y <strong>de</strong> su oración. Su obra fue muchas veces mal interpretada como oscura parodia o<br />

sátira violenta, mientras que, en realidad –y como ella misma escribió <strong>un</strong>a vez–, reflejaba <strong>un</strong><br />

m<strong>un</strong>do que interpretaba sus distorsiones como <strong>un</strong> fenómeno perfectamente natural. A los<br />

quince años <strong>de</strong> su muerte, su amiga Sally Fitzgerald publicó <strong>un</strong>a colección <strong>de</strong> sus cartas bajo el<br />

título, The Habit of Being. Entonces, el m<strong>un</strong>do <strong>de</strong>scubrió <strong>un</strong>a nueva Flannery O’Connor,<br />

prof<strong>un</strong>da <strong>de</strong>fensora y penetrante analista <strong>de</strong> lo que se llamó la «diferencia católica», en su<br />

encuentro a veces <strong>de</strong>spiadado, otras veces entusiasta, y siempre <strong>de</strong>cidido, con la cultura<br />

mo<strong>de</strong>rna.<br />

Las novelas y cuentos breves <strong>de</strong> Flannery O’Connor llamaron la atención ya <strong>de</strong> sus pr<strong>un</strong>eros<br />

críticos –y <strong>de</strong> muchos críticos actuales– como dominados por lo grotesco. Cuando le<br />

preg<strong>un</strong>taban por qué escribía tan frecuentemente sobre lo grotesco, Miss O’Connor, que era<br />

tremendamente seca, solía respon<strong>de</strong>r que a los <strong>de</strong>l sur les gustaba pensar que aún podían<br />

reconocerlo. En realidad, la ficción <strong>de</strong> Flannery O’Connor esta transida <strong>de</strong> <strong>un</strong>a prof<strong>un</strong>da<br />

intuición católica <strong>de</strong>l sentido <strong>de</strong> nuestro tiempo y <strong>de</strong> lo que nos ha aportado la <strong>de</strong>cisión<br />

típicamente mo<strong>de</strong>rna <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificar la libertad con <strong>un</strong>a radical autonomía personal («My way»,

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