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Libro electrónico: Cartas a un joven católico - Diócesis de Canarias

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infinitamente maleables. Como ya advertía GKC, esa extraña actitud encierra <strong>un</strong>a prof<strong>un</strong>da<br />

<strong>de</strong>slealtad hacia el m<strong>un</strong>do, a<strong>un</strong> cuando se imagina que está interpretando el m<strong>un</strong>do con toda<br />

seriedad, al negar la trascen<strong>de</strong>ncia.<br />

Frente a esa <strong>de</strong>slealtad, el catolicismo tiene que proclamar su lealtad hacia el m<strong>un</strong>do creado,<br />

redimido y santificado por Dios, que es el m<strong>un</strong>do real, <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do transformado. Al proclamar<br />

su lealtad al m<strong>un</strong>do, los <strong>católico</strong>s proponen <strong>un</strong>a lectura <strong>de</strong> la historia en clave distinta. Des<strong>de</strong><br />

luego, se pue<strong>de</strong> leer la «historia» y apren<strong>de</strong>r algo sobre su verdad, si se <strong>de</strong>sgranan los<br />

capítulos convencionales: Civilizaciones Antiguas, Grecia y Roma, Edad media, Renacimiento y<br />

Reforma, Era <strong>de</strong> Revoluciones, Era <strong>de</strong> La Ciencia., Era Espacial. Pero la imaginación sacramental<br />

sugiere otro tipo <strong>de</strong> <strong>de</strong>nominaciones: Creación, Caída, Promesa, Profecía, Encarnación,<br />

Re<strong>de</strong>nción, Santificación, Reino. La baza está en llegar a ver, con Chesterton, que las dos series<br />

configuran <strong>un</strong>a sola historia. La Historia Universal y la Historia <strong>de</strong> Salvación no corren<br />

paralelas, sino que la Historia <strong>de</strong> Salvación es la historia humana leída en su auténtica<br />

prof<strong>un</strong>didad y en <strong>un</strong> horizonte suficientemente dilatado. La presentación <strong>de</strong> la ortodoxia, es<br />

<strong>de</strong>cir, la historia <strong>de</strong> salvación leída como historia <strong>de</strong> Dios, es la historia <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do. Y la<br />

aventura <strong>de</strong> la ortodoxia es la mayor aventura humana. No es algo añadido, <strong>un</strong>a especie <strong>de</strong><br />

escalón espiritual más elevado. Es lo real; la realidad en sí misma. Eso es lo que nos enseña la<br />

imaginación sacramental.<br />

Esa imaginación sacramental sitúa al m<strong>un</strong>do en su verda<strong>de</strong>ra perspectiva. Sus críticos suelen<br />

<strong>de</strong>cir que la Iglesia Católica es <strong>un</strong>a negación <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do y <strong>de</strong> nosotros mismos. En cambio, G. K.<br />

Chesterton afirmaba que en el catolicismo caben perfectamente los buenos filetes, los cigarros<br />

puros, los bares <strong>de</strong> copas y la risa. Por más que el catolicismo es, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, bastante más<br />

que eso. Pero también es eso. Y pasarlo por alto equivale a ren<strong>un</strong>ciar a algo f<strong>un</strong>damental en el<br />

m<strong>un</strong>do <strong>católico</strong>. El m<strong>un</strong>do <strong>católico</strong> no pier<strong>de</strong> los nervios frente a sus placeres legítimos. En<br />

realidad, es <strong>un</strong> ámbito en el que se pue<strong>de</strong> disfrutar a fondo, porque los placeres se entien<strong>de</strong>n<br />

como lo que realmente son, es <strong>de</strong>cir, <strong>un</strong>a anticipación <strong>de</strong>l goce que nos espera en el Reino <strong>de</strong><br />

Dios.<br />

Y eso, en mi opinión, es mucho más atractivo que <strong>un</strong> puro y duro gnosticismo.<br />

Pero pongamos fin a estas divagaciones con <strong>un</strong>a nota más literaria que gustativa. La prosa <strong>de</strong><br />

Chesterton era extraordinariamente lúcida. Como ya habrás visto por las breves citas que he<br />

ofrecido, su genialidad radicaba en los inesperados retruécanos <strong>de</strong> expresiones más bien<br />

com<strong>un</strong>es. Por su parte, Gerald Manley Hopkins era <strong>un</strong> literato completamente distinto. Su<br />

genio se expresaba en loe cambios <strong>de</strong> ritmo, en la invención <strong>de</strong> palabras, en <strong>un</strong>a <strong>de</strong>liberada<br />

distorsión <strong>de</strong> lo convencional. Que yo sepa, Hopkins n<strong>un</strong>ca frecuentó el Ol<strong>de</strong> Cheshire Cheese.<br />

Pero no estará nada mal poner fin a nuestras reflexiones con <strong>un</strong> par <strong>de</strong> frases <strong>de</strong> este ascético<br />

jesuita.<br />

Lo que <strong>un</strong>e a Chesterton y Hopkins es que ambos tenían <strong>un</strong>a enorme imaginación sacramental.<br />

Por eso quiero terminar esta carta no con el poema más conocido <strong>de</strong> Hopkins sobre la<br />

sacramentalidad <strong>de</strong> la materia, «God’s Gran<strong>de</strong>ur» («El m<strong>un</strong>do está cargado <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong><br />

Dios... »), sino con <strong>un</strong> poema menos conocido, <strong>un</strong> himno a la verdad y la belleza que se<br />

manifiesta en <strong>un</strong>a lealtad al m<strong>un</strong>do prof<strong>un</strong>damente católica, en <strong>un</strong>a interminable efusión <strong>de</strong><br />

las cosas:

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